Habían sido días difíciles después del sepelio de los padres de Azad. Aunque su ánimo no era el mejor, trataba de buscar la manera de sacarle una sonrisa y hacerlo sentir un poco mejor cada día.
Tras un día largo, finalmente se ha dormido y yace plácidamente en su cama. Yo regreso a la sala para recoger los juguetes que el pequeño había dejado esparcidos.
Observo al señor Yilmaz, quien luce pensativo y bastante nervioso, algo poco común en él.
—¿Está todo bien, señor Yilmaz? —le pregunto, aun sabiendo que su respuesta podría ser brusca.
—Kate, necesito hablar contigo —musita finalmente.
Me señala el sofá. Tomo asiento y noto que su nerviosismo crece aún más.
¿Qué le sucede?
—Hoy fui a ver al abogado de la familia —comienza, y tras una pausa, prosigue—. Me informó sobre los términos de la última voluntad de mi hermana.
¿Voluntad?
—Sí, la última voluntad de mi hermana... —continúa—. Es que, para obtener la custodia de Azad, yo... debo estar casado.
"Oh..."
—¿Casarse...? —murmuro, asombrada.
Asiente, y noto que no está nada cómodo con esa voluntad.
—Así es. Es la única forma en que puedo obtener la custodia de Azad sin enfrentar ninguna oposición. Mi hermana creyó que así él tendría una figura materna y estabilidad. Pero ahora, con Adelia y Mauro intentando reclamar su custodia, esto se ha vuelto una necesidad urgente.
Fijo la vista en un punto en el suelo, tratando de asimilar lo que me acaba de contar. Si para mí ya era abrumador, no podía imaginar lo que debía ser para él.
—Kate, sé que esto es... una locura. Pero quiero pedirte que te cases conmigo.
—¿Qué?
—No por amor ni por conveniencia propia. Es por Azad. Necesito que me ayudes a mantenerlo lejos de personas que solo lo ven como una oportunidad para enriquecerse. Con nosotros, sé que estará seguro y rodeado de amor.
Sentí cómo todo el aire me faltaba, y mi mente quedó en blanco ante lo que acababa de escuchar.
—Señor Yilmaz... esto es... ¿está seguro? —balbuceé, completamente confundida.
—Kate, tú eres la única persona en quien confío para esto —me mira fijamente—. Eres la única persona en quien Azad confía. Eres... eres su refugio. Sé que te estoy pidiendo mucho, y que quizás estoy yendo demasiado lejos, pero no veo otra forma de mantenerlo seguro.
"Azad..."
Era cierto. Azad y yo habíamos desarrollado un vínculo mutuo de cuidado y apoyo.
No podía permitir que lo separaran de su tío y mucho menos de mí. Yo era la única persona que lo entendía y sabía cómo calmar sus tristezas.
—Está bien —respondí sin pensarlo más—. Acepto, señor Yilmaz. Lo haré por Azad.
Pude ver cómo el alivio se reflejaba en su rostro mientras respiraba profundamente.
—Gracias, señorita Kate. Te prometo que no te arrepentirás.
"Eso espero..."
Asentí, y sin más, me levanté y salí rápidamente de allí, incapaz aún de asimilar lo que acababa de aceptar.
"Casarme"
"Me voy a casar con él señor Yilmaz"
Acaba de aceptar algo que era una completa locura, pero era la única manera que Azad se mantuviera con su familia y no fuera alejado de su tío.
"Su familia"
¿Qué pensará su familia cuando se entere?
—En qué lío me he metido...
***
—¿Cómo que te vas a casar? —Aurora balbucea, incrédula, los ojos abiertos como platos—. ¿Con quién?
—Con el señor Yilmaz —digo finalmente, sintiendo la tensión en cada palabra—. Es por la custodia de Azad, Aurora. No puedo permitir que un par de extraños lo arranquen de su familia, de su hogar.
Aurora me observa en silencio, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y juicio. —Has desarrollado un vínculo muy fuerte con ese niño en solo unos días —suspira, negando con la cabeza—. Pero casarte, Kate... es demasiado para algo que ni siquiera te concierne.
Me dejo caer en el sofá, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas allí.
—Ya di mi palabra, Aurora, y no pienso retractarme. Me casaré con el señor Yilmaz. No hay vuelta atrás.
—Vaya revuelo que se avecina, amiga —musita, casi con resignación.
Más tarde, regreso a casa del señor Yilmaz, intentando mantener la calma. Al entrar, veo a Azad en la sala junto a su tío. Al verme, sus ojos se iluminan, y corre hacia mí.
—¿Dónde estabas, Kate? Me desperté y no te encontré para desayunar contigo.
Lo levanto, sosteniéndolo con firmeza mientras me abraza. Ese pequeño gesto me recuerda por qué estoy aquí, por qué estoy a punto de hacer lo impensable.
—Tuve que ir a la universidad y luego recoger unos libros —le digo con una sonrisa—. ¿Cómo te sientes hoy?
—Bien, pero te extrañé —murmura, con la voz apagada—. ¿Puedes prepararme deditos de queso para la cena?
Su tío interviene antes de que pueda responder.
—Hoy cenaremos en casa de la abuela, Azad. Kate vendrá con nosotros, así que no podrá cocinar.
Azad me mira, confuso, sus ojos buscando en los míos alguna explicación. Y entonces lo entiendo. La cena... era para eso. Para anunciarlo. La verdad cae sobre mí como una piedra. No esperaba que fuera tan pronto, y, sin embargo, aquí estoy, enfrentando la realidad.
Azad baja de mis brazos y sube rápidamente las escaleras hacia su habitación, dejándonos solos. Siento la mirada del señor Yilmaz sobre mí. Me esfuerzo por controlar la respiración mientras él se acerca, apoyando una mano en mi hombro.
—Entre más pronto, mejor, Kate —dice con voz baja—. Nadie puede saber que este matrimonio es por la custodia de Azad, o lo perderemos. ¿Lo entiendes?
—¿Qué propone? —pregunto, intentando que mi voz no traicione mis nervios.
—Primero, que dejes de hablarme de usted y me llames por mi nombre. Se supone que somos una pareja que va a casarse. Tenemos que actuar como tal.
"Actuar".
Esa palabra queda suspendida en el aire, como una sentencia. Actuar frente a su familia, frente a mí misma. Fingir que somos algo que nunca seremos.
¿Seré capaz de mantener la mentira, de mirar a los ojos a ese niño y pretender que esto es real?
La duda se enreda en mi pecho mientras lo miro, y sé que, aunque esté dispuesta a cualquier sacrificio, este será el más difícil de todos.
La casa de la señora Demet, madre de Dimitri, se alza imponente ante nosotros, con sus paredes de piedra y su elegante jardín iluminado por luces cálidas. La mansión tiene un aire clásico y respetable, una especie de dignidad que me hace sentir pequeña. Tomo aire y trato de controlar los latidos de mi corazón, que parecen haberse acelerado con cada paso que damos hacia la entrada.
Dimitri, a mi lado, me ofrece su brazo como si estuviéramos en una escena de una película de época. "Actuar", me recuerdo, y deslizo mi brazo sobre el suyo, intentando transmitir una seguridad que no siento en absoluto. Azad, entre nosotros, parece ajeno a la tensión que pesa en el ambiente, y salta de emoción, sujetándonos con sus pequeñas manos.
Al entrar en el amplio salón de la casa, el murmullo de la señora Demet, Adelia, su esposo y una una pareja de señores junto a una chica adolescente cesan. Todos los ojos se posan en nosotros, y mi cuerpo se tensa bajo sus miradas.
La señora Demet, una mujer de semblante sereno y firme, observa detenidamente, y me siento bajo su escrutinio como si intentara ver más allá de mi piel, como si sospechara algo. Ella se levanta y se acerca a nosotros con una sonrisa suave.
—Dimitri, me alegra verte. Y tú, Kate, bienvenida. Azad, pequeño, ven aquí —dice ella, extendiendo los brazos hacia su nieto, quien corre hacia ella y la abraza con fuerza.
—Madre mía—Responde sereno —. Kate ellos son mis tíos Demir y Melek y mi prima Elyf.
—Un gusto conocerte Kate —La chica me extiende la mano amablemente —. Eres muy linda, ¿Norteamericana?
—Si. —Le devuelvo la sonrisa.
—Es un gusto verte de nuevo Kate —El señor Mauro replica —. Al parecer eres un m*****o nuevo de la familia.
Dimitri ruge por lo bajo, me ayuda a tomar asiento y Azad toma asiento a mi lado.
Nos sentamos en una elegante mesa larga, donde la vajilla fina y las copas de cristal relucen bajo la luz de la araña de cristal. El ambiente es demasiado formal, y cada palabra, cada movimiento, parece cuidadosamente calculado.
Los miembros de la familia intercambian miradas curiosas, y yo puedo sentir sus preguntas mudas, su impaciencia por entender la razón de nuestra visita.
La cena avanza en medio de conversaciones superficiales, preguntas educadas y comentarios que suenan más como pruebas, como si cada respuesta que doy estuviera siendo juzgada. Y, mientras hablamos, noto que Dimitri observa a su madre, esperando el momento adecuado.
Finalmente, después del segundo plato, él toma mi mano, y el contacto me sobresalta. Lo miro, intentando calmar mi expresión, aunque por dentro estoy llena de dudas y un temblor sutil me recorre. Él se aclara la garganta y levanta la voz.
—Quiero aprovechar que estamos todos reunidos para darles una noticia importante —dice con firmeza.
De inmediato, los murmullos cesan y las miradas se concentran en nosotros. Las cejas de la señora Demet se arquean en un gesto de sorpresa contenida, y un silencio expectante invade la sala.
—Kate y yo...nos vamos a casar —anuncia Dimitri, con una voz segura que parece sacada de un guion.
Mientras él habla, siento como todos los rostros se vuelven hacia mí, evaluándome, como si intentaran descubrir la verdad detrás de nuestra unión.
La señora Demet parpadea, su expresión de sorpresa contenida apenas cambia, pero sus ojos me escrutan con una intensidad que me hace sentir vulnerable.
—¿Casarse? —dice, casi en un susurro. Su voz, aunque calmada, contiene una pizca de incredulidad—. ¿No es esto algo... repentino?
—Vas a ser la esposa de mi tío? —Pregunta a mi lado Azad con los ojitos brillantes de emoción y asiento.
—¡Yupi! Viviremos juntos los tres.
Mientras lo sostenía, sentí sus pequeños brazos rodear mi cuello, como si en mí encontrara la seguridad que su mundo desmoronado le había arrebatado. 'Todo esto es por él', me repetí, aferrándome a ese pensamiento como un salvavidas.
Siento su mirada fija en mí, y las palabras se atormentan en mi garganta. Asiento con una leve sonrisa forzada.
Los murmullos de la familia resuenan a lo largo de la mesa. Algunos de los presentes parecen gratamente sorprendidos, mientras que otros muestran reservas en sus expresiones.
La señora Demet se inclina hacia nosotros, sus ojos pasando de mí a Dimitri y luego a Azad, que yace en mi regazo sonriendo ampliamente y feliz.
—Bueno, Dimitri, tú sabes que siempre he querido que formes una familia. Aunque, debo decir que esta noticia... me sorprende —comenta su madre, alzando la ceja, pero sin perder su porte sereno—. Espero que esto sea... sincero.
Dimitri asiente, con una sonrisa tranquila.
—Lo es, madre. Kate es una persona maravillosa, y Azad ya la adora.
Mis manos tiemblan ligeramente bajo la mesa, y trato de disimular, luchando contra una sensación de irrealidad.
Todo esto es por él, por Azad, me repito. Pero, aún así, me siento como una intrusa en este mundo, como si todos ellos pudieran ver a través de la farsa...