Me encontraba en el despacho de su abogado, un lugar frío y solemne que esta vez parecía aún más opresivo. Estaba allí para escuchar los detalles del testamento de mi hermana y mi cuñado.
Aquellos asuntos legales que tanto había postergado. No podía concebir que ahora, tras perderlos, estuviera en esta situación, pero la reciente amenaza de Adelia y Mauro me dejó claro que necesitaba saberlo todo para proteger a Azad.
El abogado, un hombre de rostro severo y mirada compasiva, me miró desde el otro lado del escritorio.
—Señor Yilmaz, ¿está listo para conocer los detalles? —preguntó con una voz suave.
Asentí, aunque el nudo en su estómago solo aumentaba.
—La última voluntad de su hermana fue elaborada de forma muy específica —continuó el abogado, hojeando un documento—. De acuerdo con su testamento, la custodia de Azad recae automáticamente en usted, su hermano mayor. Sin embargo... —hizo una pausa, mirándome directamente a los ojos— hay una condición que debe cumplirse para que se haga efectiva.
Frunzo el ceño.
—¿Una condición? ¿A qué se refiere?
El abogado suspiró, consciente del peso de lo que estaba por revelar.
—Su hermana, siendo una persona previsora, sabía que su situación podría generar conflictos familiares, sobre todo por los bienes que Azad heredaría. Por lo tanto, especificó que la única manera de garantizar que usted obtenga la custodia plena y los derechos de tutela de Azad es si... se casa.
—¿Cómo dice?
—Exactamente, señor Yilmaz. Su hermana quería asegurarse de que Azad creciera en un entorno familiar estable. Y dejó muy claro que la custodia será suya únicamente si está casado.
Pase mi mano por el rostro, tratando de asimilar la noticia. Esto cambiaba todo. Mi hermana había sido inteligente, pero no podía haber previsto lo enrevesado de esta situación.
*******
Había pasado los últimos días en una tormenta de pensamientos y emociones. Desde que supe que tenía que casarme para obtener la custodia de Azad, mi mente no había tenido un solo momento de paz. Aquella última voluntad de mi hermana parecía una broma cruel del destino, una barrera que, en cualquier otra circunstancia, jamás habría imaginado cruzar.
Cuando el abogado pronunció las palabras, sentí como si el suelo se hundiera bajo mis pies.
"Casarme"
No solo era un compromiso con alguien; era un cambio en mi vida entera, y no era cualquier situación. La amenaza de Adelia y Mauro, rondando como buitres por la fortuna de mi sobrino, no me dejaba otra opción. No había escapatoria. Si realmente quería proteger a Azad, debía dar ese paso.
Pensé en todo esto mientras me dirigía a casa. No podía despejar mi mente de la pregunta que martillaba con cada kilómetro que recorría:
¿A quién podría pedirle algo así?
La respuesta llegó como un rayo:
"Kate"
Ella era la única persona en la que realmente confiaba. La única persona que significaba algo real para Azad.
Al llegar, la vi en la sala jugando con Azad. Mis pies se detuvieron en seco al verlos juntos. La escena era como un cuadro de serenidad en medio de un caos que solo yo parecía percibir.
Ella lo hacía reír, con esa risa que desde el accidente apenas asomaba en su rostro. Sentí una especie de calor en el pecho, algo que nunca antes había sentido. Era un alivio que yo mismo no lograba darle al pequeño.
Azad se fue a la cama poco después, y entonces supe que había llegado el momento. Me acerqué a Kate, que aún estaba recogiendo algunos juguetes. Notó que la miraba y se detuvo, observándome con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Está todo bien, señor Yilmaz? —preguntó en un tono suave, como si pudiera sentir el peso de lo que estaba por decirle.
Respiré hondo.
—Kate, necesito hablar contigo.
Nos sentamos frente a frente en el sofá. Las palabras se agolpaban en mi mente, y me obligué a organizarlas antes de hablar. No era algo que se pudiera decir sin más. Esto no era una simple conversación; lo que estaba a punto de pedirle cambiaría nuestras vidas.
Ella me miraba de maneja fija; como si tratara de entender mi actitud y eso hacia que mis nervios aumentaran aún más.
—Hoy fui a ver al abogado de la familia. Me informó sobre los términos de la última voluntad de mi hermana.
Kate asintió, su rostro reflejaba preocupación, pero aún sin saber la magnitud de lo que estaba a punto de escuchar.
—La última voluntad de mi hermana... es que, para obtener la custodia de Azad, yo... debo estar casado.
Dije al fin, sabiendo que esas palabras la dejarían tan impactada como me dejaron a mí.
Vi cómo su expresión se transformaba de sorpresa a incredulidad.
—¿Casarse...? —murmuró.
Asentí, tratando de que mi tono reflejara la seriedad del asunto.
—Así es. Es la única forma en que puedo obtener la custodia de Azad sin ninguna oposición. Mi hermana pensó que así garantizaría una figura materna y estabilidad para él. Pero ahora, con Adelia y Mauro intentando reclamar su custodia, esto se ha vuelto una necesidad inmediata.
Kate miraba el suelo, asimilando cada palabra, procesando el peso de aquella confesión. La conocía lo suficiente para saber que estaba pensando en Azad, en el bienestar de ese niño que, poco a poco, se había convertido en su razón de ser en estos últimos días.
Sabía lo que debía hacer, y a pesar de lo insólito de la situación, tomé aire y continué.
—Kate, sé que esto es... una locura. Pero quiero pedirte que te cases conmigo. No por amor ni por conveniencia propia. Es por Azad. Necesito que me ayudes a mantenerlo lejos de personas que solo lo ven como una oportunidad de enriquecerse. Con nosotros, sé que estará seguro y rodeado de amor.
La pregunta que le hice resonaba en el aire, y pude ver cómo luchaba entre la sorpresa y la compasión. No podía culparla por dudar.
Después de todo, esta no era una simple petición. Pero cuando levantó la mirada hacia mí, noté que su confusión había dado paso a una especie de decisión silenciosa.
—Señor Yilmaz... eso es... ¿estás seguro? —preguntó finalmente, con una vulnerabilidad que jamás había visto en ella.
Le devolví la mirada, tratando de transmitir toda la seriedad que este asunto requería.
—Kate, tú eres la única persona en quien confío para esto. Eres la única persona en la que Azad confía. Eres... eres su refugio.Sé que te estoy pidiendo mucho, y que quizás estoy yendo demasiado lejos, pero no veo otra manera de mantenerlo seguro.
Ella desvió la mirada, evidentemente abrumada por la magnitud de lo que le estaba pidiendo. Quería decir algo más, algo que pudiera convencerla, pero las palabras parecían insuficientes.
"Por favor, Kate", pensé.
"Hazlo por Azad"
"Hazlo porque eres la única que puede ayudarme a darle un futuro seguro"
Después de un largo silencio, volvió a mirarme.
—Está bien —dijo con voz firme, aunque sus ojos reflejaban un torbellino de emociones—. Acepto, señor Yilmaz. Lo haré por Azad.
El alivio que sentí fue tan profundo que casi me hizo tambalear. Apenas podía creerlo, pero allí estaba, Kate había aceptado.
Me esforcé por contener la emoción, porque esto no era una victoria, sino una tregua. Una tregua para que Azad pudiera vivir en paz.
—Gracias, señorita Kate. Te prometo que no te arrepentirás —dije, en un susurro lleno de gratitud.
Ella asintió y se levantó lentamente, dejándome solo en el sofá, con una mezcla de gratitud y culpa. Sabía que la estaba llevando a un compromiso que ninguno de los dos había pedido, y no era justo para ella. Sin embargo, en el fondo, sentía que habíamos tomado la única decisión correcta para proteger al niño que amábamos.
La veía alejarse y entendía que acabábamos de sellar un pacto que nos uniría de una forma que nunca había previsto. Pero también sabía que, por mucho que me convenciera de que esto era solo una formalidad, había una parte de mí que se sentía extrañamente tranquila. Como si, en el caos de mi vida, la señorita Kate hubiese traído una especie de calma inesperada.
Me quedé allí, con el eco de mis pensamientos resonando en mi mente. Mañana comenzaríamos esta nueva vida, juntos, aunque de una forma que ninguno de los dos había planeado...