Capítulo IV Se trataba de una mujer. Imaginé que fumaba mucho y por eso su voz se había enronquecido por el humo que había pasado durante años por su atormentada garganta. Era aquella a la que había visto caminar a pocos metros detrás de la víctima. Como pude verificar al verla más de cerca, a pesar de que su voz no sonaba muy amable, era casi más de barítono que de contralto, y aunque su edad se acercaba a los 50 años, era una mujer con un atractivo juvenil, pelo rojo brillante, sin duda teñido, pero de apariencia natural, un bonito rostro sin arrugas, boca carnosa, pero no mucho, alta y esbelta; venía hacia mí a paso ligero con calzado elegante y unos tacones cómodos de color azafrán. No llevaba bolso, vestía un abrigo azul de aspecto deportivo con tres grandes bolsillos, dos laterales