Capítulo V Ada aún dormía profundamente cuando me desperté. No eran ni siquiera las 6. Me sentía descontento. En el fondo de mi cerebro, debía haber llevado a cabo una reflexión inconsciente durante el sueño. Esperé hasta las ocho y telefoneé a mi amigo el subjefe Vittorio D’Aiazzo. Le pregunté si podíamos vernos. —¿Para qué? —me preguntó con voz pastosa: seguramente se había levantado hacía poco. —Por aquel perrazo de presa que esta noche ha asesinado en piazza Castello el subdirector de Italiavolo, Rodolfo Mangiaforni. No sabía nada al no haber llegado todavía a la comisaría y supuse que tampoco había tenido tiempo para recoger el periódico del buzón. Le resumí el caso, concluyendo: —Mangiaforni era un directivo importante de una de las quintaesencias del capitalismo privado, la I