Durante todo el sermón Calisto se hayaba muy incómodo con esas ropas tan ceñidas al cuerpo, además hacía mucho calor. De vez en cuando volteaba a ver un poco aburrido a su alrededor en busca de cualquier cosa que llamase su atención para entretenerse. No es que no quisiese casarse con su amada, si no que en verdad la ceremonia era muy aburrida para él, un poco culpable volteó a ver a Irithel quién se hayaba exactamente igual que él, sólo que a diferencia suya, ésta si sabía disimular su hartazgo. Luego de un rato, lo que para Calisto lo sintió como una eternidad al fin llegaron a la parte de los votos nupciales. Ambos se juraron amor eterno y fidelidad, las típicas frases ensayadas que llevaban siglos prometiendose las personas. Y cuando por fin, fueron presentados como marido y mujer