El placer es incontenible tanto que de la ducha hemos pasado a mi cama sin importarnos si nuestros cuerpos empapados arruinaban el colchón o no. Siento sus manos aferrándose a mi espalda mientras que nuestros cuerpos empiezan a temblar, y me es inevitable rendirme mientras que la beso una vez más y ella me sigue haciendo que el momento sea extremadamente excitante. Apoyo mi frente en la suya mientras que disfruto de esta sensación y sonreímos como dos tontos que acaban de cometer la locura más grande del mundo. Lentamente salgo de ella, y me pierdo en este instante —Tengo la sensación de que vamos a poder convencer muy bien a la jueza de nuestra relación— Bromeo y reímos juntos. —Pide al cielo que nunca me pregunte como eres en la cama porque mis comentarios serán fuera de lugar— Habla d