(Horas después) La palabra nervioso, no le hace justicia a todo esto que me pasa por dentro. Con solo pensar en lo que estoy a punto de hacer, me tiemblan las manos, se me acelera el corazón, y por consecuencia me obligo a hacer ejercicios de respiración como los que les indico a mis pacientes. Muevo mis dedos sobre la mesa de este café que queda a pocas calles del hospital, y miro la hora una vez más —Por favor, no me falles— Susurro al darme cuenta de que ya pasaron diez minutos de la hora acordada y ella aún no llega. Vuelvo a mirar hacia la puerta, y finalmente allí la veo entrar a ella. Su pelo castaño se mueve con el movimiento de sus pasos, mientras que sus ojos negros me miran fijamente mientras que se pone su blazer cubriendo el vestido azul que trae puesto, ya que como siempre,