Maxwell se estaba volviendo loco. No se trataba solamente su tonto animal que de un momento a otro simplemente decidió que quería estar más presente en su vida. Lo que le llevó a volver loco a Max con su insistente voz demandante en su cabeza, la cual repetía incansablemente una y otra vez que buscara a su elegido, a su dulce chico bonito. Maxwell tenía la intención de hacerlo aún sin que su lobo lo estuviera presionando al respecto, pero el problema de ello era que no tenía forma de hacerlo, lo cual le estaba estresando y colocándole con un humor de perros endemoniado. Se sentía un estúpido por no saber nada más de su elegido que su nombre. ¿Cómo se supone que le buscaría cuando lo único que tenía a su disposición era un rostro que exigía en su imaginación y un nombre? Sí, Rhory podrí