Cuando Yelena abrió la puerta no esperaba encontrarse con su madre. Agustina se abalanzó sobre ella al instante y le dio un fuerte abrazo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —Estás preciosa —repitió una y otra vez—. Estás preciosa. —Gracias, mamá… aunque… no esperaba que ésta fuera la primera vez que me vieras así. Te dije que íbamos a prepararnos bien para este momento. —Lo sé, pero ya no podía esperar más. Hablé con Rebeca hace un par de días y… en fin… será mejor que entre, así charlamos. —Sí, claro… adelante. Esta es tu casa. Literalmente, porque el alquiler lo estás pagando vos. —No quiero que pienses así. Esta es tu casa, Yelena. Que la llamara por su nuevo nombre de forma tan cariñosa la conmovió. Ayudó a su madre con las valijas, al parecer ella también planeaba quedar