El chico de mis sueños

2679 Words
"Se dice que las coincidencias no existen, que todo tiene una razón de ser, y que no lo notamos porque estamos tan aferrados a nuestro pasado que lo dejamos pasar, pero ¿qué ocurre cuando es el destino quien te encuentra? Solo dependerá de tu decisión" ****************************************** Las campanas de la iglesia sonaban con tanto regocijo, y mi sonrisa era tan deslumbrante como el bello vestido de novia que portaba, las manos de mi ahora esposo me sostenían con fuerza. Yo levanté la mirada de nuestras manos con la intención de ver su rostro igual de sonriente que el mio, pero desafortunadamente las flores que nos lanzaban no me dejaban verlo. Los invitados nos aplaudían entre felicitaciones por nuestra unión. Yo estaba por estallar de alegría, mis ojos casi no podían contener mis lágrimas, el felices para siempre estaba frente a mi. — ¡BIP! ¡BIP! ¡BIP! — sonaba con insistencia el despertador. — Si… acepto. — balbuceaba entre sueños. — ¡BIP! ¡BIP! Entonces abrió los ojos, dándose cuenta que todo había sido solo un sueño. No estaba en la Iglesia, esa era la habitación que alquilaba con todo y su desorden y tampoco portaba un hermoso vestido de novia, llevaba puesto un pijama de pantalones largos y una camiseta que compró de oferta en la tienda de ropa. — No puedo creerlo. — estiró su brazo hasta tomar el despertador . — Nunca me despiertas y hoy que es Domingo si lo haces. — terminó apagando el molesto ruido. Se levantó de su cama con mucha pereza y colocándose las pantuflas se arrastró hasta llegar a su diminuto baño, parada frente al espejo abrió un poco más sus ojos verdes, estiró sus brazos desatando la cinta de su cabello el cual cayó liso y castaño sobre su espalda, abrió la caja detrás del espejo y sacó su cepillo y pasta dental, sus labios eran rosa por naturaleza. Ya con el cepillo en la boca se fue mirando el pijama, seguramente sí Angelo la viera se atascaría de la risa. — Ah… Angelo… —pensó ruborizada. Pero de pronto, sus ojos se abrieron con sorpresa, sin quitarse el cepillo fue corriendo de nuevo a su cama, buscó el celular y miró la fecha. — Tragame tierra. — murmuró antes de prácticamente salir disparada a comprobar el día en el almanaque. — ¡HOY ES MI BODA! — Exclamó con el cepillo aún en su boca, su felicidad la llevó a contonearse en unos pasos de baile, imaginando el vals que daría junto a su futuro esposo. —Tengo que llamar a Antonella. — buscó el número de su mejor amiga y lo marcó, solo esperó unos segundos antes de que la voz adormilada de su amiga le contestara. Habían transcurrido 3 años desde que se habían vuelto a reencontrar, pues bien se decía que una amistad verdadera podía aún contra el tiempo y la distancia. — Mm diga… — Antonella, soy Stella por favor necesito que vengas. — ¿Ahora? Pero es Domingo, aún tengo mucho que dormir. — Antonella, hoy me caso y necesito tu ayuda. — Mmm ah si… es hoy… Al otro lado de la línea, la amiga parecía aún seguir en su adormecedor sueño, hasta que su cerebro procesó la palabra "casar" y como resorte terminó levantándose de su cama. — ¡Es hoy! No puedo creerlo… ¡Amiga hoy te casas! — Estoy que muero de los nervios, ven ahora por favor. — No te preocupes, me cambio y voy a verte, pero no te muevas. — De acuerdo, te espero. Colgó el celular con las manos temblando de emoción, sin darse cuenta estaba caminando en círculos. — Llamaré a Lucia seguro está tan feliz como yo. Espero, pero era directamente mandada al buzón. — ¿Qué extraño? Lucia, siempre está con el celular a la mano. — Bueno… supongo que debe estar ocupada. — dejó el móvil sobre su mesita de noche. — Por Dios que hago así.— se quitó el cepillo de la boca. —Me daré un baño. —¡Wof! — ¡Ah! Bracco me asustaste, perdóname se que no hemos salido a pasear estos días, pero prometo que eso ya no pasará. — Ahora ven… dale un abrazo a tu mami. El perro obedeció acercándose hasta su ama. — Espera Bracco, no te lances… ¡espera! Ya era tarde, su amigo de cuatro patas la había derribado de un salto. A veces le costaba creer cuánto había crecido, recordaba cuando era apenas un cachorrito desprotegido. Su perro era una especie característica de su país, un Bracco italiano, de gran tamaño, color blanco con manchas naranjas, orejas largas, cariñoso, y amante del ejercicio porque lo necesitaba. — Ya Bracco, tus orejas me hacen cosquillas, Ja-ja-ja… … — Es por eso que necesito que vengas hijo, Tú madre me está volviendo loco, no hace otra cosa que decirme que soy un adicto al trabajo, pero es lo que amo. — El hombre de cabello gris y traje elegante rogaba a su único hijo por su regreso. — Si, es verdad se que estas trabajando como gerente en esa empresa, pero yo te necesito más, mi matrimonio depende de eso, no quiero perder a tu madre, por ello quiero que te hagas cargo de "Costruzione Barone" per favore, amo mi trabajo, pero más amo a mi Bianca. — Está bien padre, hoy mismo estaré de regreso. — respondió una voz gruesa y masculina del otro lado de la línea. — ¿Lo dices enserio? ¡Oh gracias! ¡No sabés cuánto agradezco tu ayuda hijo mío! Al otro lado de la línea este asintió sonriente antes de colgar. — Qué problemática pueden ser las mujeres. — se dijo así mismo tomando una toalla que tenía al lado de la máquina de trotar, sus pectorales y abdomen duros brillaban del sudor que caía como perlas entre los surcos de sus músculos. — Supongo que mi tiempo aquí terminó. — fue de camino hasta la habitación del baño, donde dejaría que el agua recorriera su cuerpo esculpido por el ejercicio. Llevaba exactamente dos años fuera de casa, buscando hacerse un nombre propio sin la ayuda de su reconocido apellido, Los Barone eran personas orgullosas y él no era la excepción, por fortuna le había ido muy bien, sus conocimientos y habilidades le sirvieron para escalar alto. Pero había llegado el momento de regresar, sabía que ese momento tarde o temprano llegaría y con sus 26 años estaba más que preparado. Se pasó las manos por la cara antes de cerrar el agua, y dejó así lucir sus ojos azules color del cielo junto a su endiablada sonrisa de hombre arrogante. … Después de casi tumbarle la puerta con sus toques insistentes, Stella abrió la puerta encontrando a su amiga con una sonrisa que se ensanchaba por casi todo su rostro. — ¿Quién es la futura señora Costa? — ¡Yoo! — Respondió celebrando con las manos en el aire. — ¡Wof! ¡Wof! — el perro se acercó ante la presencia de la joven conocida. — Hola galán, a ti también te llevaremos a un Spa, ya veras quedarás precioso. — No se, si deba llevarlo, ya sabes que a Angelo no le gustan los animales. — Amiga. — la tomó de los hombros con seriedad. —si te ama, te aceptará con todo y tu peludo bebé. Stella no pudo evitar reír ante la seriedad de Antonella, era imposible no reírse, ella jamás podía estar seria aunque sea por 10 segundos. — ¿Sabes algo? Tienes razón, vámonos Bracco. — buscó su correa y ya estando listas para arreglarse para su gran día, salieron del apartamento, abordaron un taxi que se encaminaron a su destino. — Qué pena que tu tía Margot no esté presente en este día tan importante. — Si, el trabajo no la suelta, y no soy quien para culparla, apenas ayer me llamó, disculpándose por no poder estar presente. Por cierto ¿Sabes algo de Lucia? La estuve llamando y no me contesta. — Ah, no sé, ni quiero saberlo, jamás terminó de caerme bien. — Vamos, no te enojes. — Llegamos señoritas.— Dijo el chófer. — Ah, muchas gracias. Luego de pagar, entraron a la cita que tenían con la estilista, el peinado y maquillaje debían quedar deslumbrantes para su gran noche de bodas. Por fortuna el estilista era una persona amante de los animales y como conocía a Stella, no tenía ningún problema con el can. Tomó asiento mientras el tipo hacia lo suyo. — Definitivamente vas a dejar encantado a tu hombre, con esos ojos todos sensuales y tu larga cabellera, ¡Uf! Hasta me arriesgo a decir que no te dejará dormir en toda la noche. — Oh Carlo, pero qué cosas dices. — se sonrojó avergonzada ocultando su expresión bajo sus palmas. — Ay, pero ¿qué sucede? Cualquiera diría que nunca lo has hecho con tu novio. El silencio de Stella dejó boquiabierto al sujeto. — ¡No! ¡Por Dios te vas a estrenar! Esto debe ser una señal de que el fin se aproxima, una novia virgen, jamás pensé escucharlo en todos mis años como experto en estos lugares. Antonella se cubrió los labios soltando una suave carcajada ante las graciosas expresiones de exageración del estilista. — Bueno, no tiene nada de malo, Tia Margot me habló de esto desde que tuve la edad suficiente, y yo decidí esperar hasta encontrar al hombre ideal. — Mmm — el hombre delgado analizó las palabras de Stella. — Tienes razón, mucha razón. Ay ya me dieron ganas de casarme. La maquilló y peinó con delicadeza, la belleza de la joven era natural por lo que no necesitaba de muchas cosas para dejarla increíble. — Muchas gracias Carlo. — lo abrazó con cuidado luego de ver su apariencia en el espejo. — Amiga te ves linda, no cabe duda que Angelo se sacó la lotería contigo. — expresó Antonella. — Al contrario, soy yo la afortunada, encontré un hombre que me ama sin importarle mi condición o que no tuviera padres, aún con todo su dinero él pudo haber tenido la mujer que quisiera, pero me eligió a mi. Antonella sonrió forzadamente, de hecho tenía que fingir estar de acuerdo con ese matrimonio, Angelo no era el tipo caballero y galán que presumía ser ante su amiga, tan solo era un niño de papá, que compraba lo que quisiera con el dinero de su empresa. — Te espero en un par de horas Carlo, ya sabes que estás más que invitado. — Por supuesto querida, ahí estaré. Las jóvenes se despidieron hasta llegar frente al apartamento de Stella. — Bueno amiga, debo ir a arreglarme también, te veré en la iglesia. — dijo Antonella antes de subir a un taxi que la llevaría a su departamento de soltera. Ingresó su llave a la cerradura y con un pequeño giro entró, quitó la correa de Bracco, y caminando con la emoción latente fue a su armario de donde sacó el vestido de novia que compró con la asesoría de Lucia y Antonella. No era muy llamativo, pero si lindo. Tomó el velo acariciando la suavidad de el. … Su avión privado era de lo mejor, en tan solo unas horas ya estaba sobre el suelo que tanto tiempo dejó. Qué recuerdos… la escuela, la universidad, todo era inolvidable. Para suerte de él, ya tenía listo el departamento donde viviría, debía hacer una completa remodelacion, eso era seguro, pues lo tenía abandonado desde que se fue. Mientras estaba metido en sus pensamientos, el celular en su saco lo despertó. — Papá ¿A que no adivinas donde estoy? — habló con un tono misterioso. — No me digas que… — Si, es más en este momento estoy de camino a mi departamento, debo ir a ver como están las cosas ahí, antes de habitarlo. — Te entiendo hijo, bueno entonces te espero mañana en la oficina. — Claro. — Señor, su taxi ha llegado. — Gracias. — buscó sus lentes oscuros colocándoselo, listo para iniciar una vez más. … Mirando su reflejo en el espejo, Antonella asintió, nada mal para alguien sexy como yo,— se dijo así misma. —Tampoco quiero opacar a Stella, ella debe ser el centro de atención el día de hoy. Solo espero que Lucia no lo arruine con sus vestidos escoltados y diminutos, pero pensándolo bien. ¡Maldición! —fue en busca de su celular marcando al número de joven de cabellos rojizos. Una, dos, y nada, no había respuesta de ella. — Seguro está que se construye un nuevo rostro con sus diez kilos de maquillaje, por si las dudas mejor iré a verla, no voy a permitir que arruine este día de Stella. — tomó las llaves de su auto y salió de su departamento. Abrió la puerta de su vehículo, dejó a un lado su cartera y aceleró con dirección a la habitación que alquilaba Lucia. … Sus mejillas cubiertas de rubor con esa cálida sonrisa frente al espejo se sintió la mujer que cumplía sus sueños. — Mamá, papá… sujetó la medallita en su pecho. — Mi cuento de hadas se hizo real, mi final feliz con mi príncipe, lo conseguí, así como las princesas de los cuentos. — cerró los ojos recordando su infancia. — Hoy será una fecha inolvidable. Se colocó los pequeños aretes en sus orejas y ya estaba lista. Cubrió sus labios evitando soltar un sollozo de alegría. — Necesito llamarlo. —pensó, buscó su celular apresurandose por marcar. Espero sin obtener respuesta. — ¿Qué extraño? — volvió a marcar. — Aún nada, bueno tranquila Stella, seguro está arreglándose, debe estar tan nervioso como yo. Nada podía salir mal en su día, llevaba un año planeándolo. *** — ¿Quieres ser mi esposa? — nunca creí que unas palabras pudieran hacerme tan feliz, nos conocíamos desde que iniciamos la universidad, y casi de inmediato fuimos enamorados, él era un chico atractivo y dulce, Angelo fue el hombre que siempre espere. *** Aún recuerdo los días en que descansabamos bajo la copa de un árbol, yo me sentaba y él recostaba su cabeza sobre mis piernas, me encataba acariciar su suave cabellera castaña rizada mientras sus ojos azules me miraban con el mismo amor que yo profesaba por él. Sin embargo su familia no parecía estar de acuerdo con lo nuestro, yo era una chica becada en una universidad prestigiosa, en cambio él era hijo de unos empresarios joyeros. Llevaba viviendo sola desde los 18 años, me esforzaba por conseguir un empleo que me permitiera estudiar sin descuidar ninguna de mis cosas. Y tras al fin graduarme conseguí un empleo en la mayor empresa de construcción en el país, después de pasar infinidades de entrevistas, fui recibida como la asistente personal del señor Barone, era un hombre amable y su buen trato me hacía recordar a mi difunto padre. — Me hubiese gustado invitarlo, pero tenía que reunirse con alguien, sin embargo me felicitó y me obsequió este bello broche de cabello. El tic tac del reloj avanzaba lentamente, esperaba ansiosa que la aguja de este apuntará la hora indicada. Con los dedos entrelazados esperaba pacientemente cerrando los ojos e imaginando la felicidad que le esperaba tras salir de esa puerta. Si bien esto no era nada parecido a lo que había pensado, estaba conforme. Stella creía que el día de la boda de una mujer debía ser en el que toda la familia debería estar con ella, ayudándola con los últimos detalles, aconsejandola, pero no, tan solo estaba a unas pocas horas de ese gran evento y estaba sola. Se llevó las manos al pecho, sin poder evitar que este músculo se comprimiera en una tristeza que muy en el fondo sentía. ¿Qué le deparaba en realidad en este matrimonio? ¿Acaso este era el final feliz que siempre soñó? Ya solo faltaban dos horas para descubrirlo, y no había marcha atrás.
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