Después de haber sido rechazada una vez más por un hombre, Mariela salió enfurecida del bar, luego de ver varias veces con odio el lugar en el que la habían humillado, se dirigió hasta su casa para desahogar su dolor con el alcohol. Al llegar, caminó llorando hasta la cocina, tomó un pequeño vaso de vidrio y de un cajón en la pared, sacó una botella de tequila, sobre un mueble viejo y desgastado sin color, se echó y empezó a beber rápidamente, sintiendo su garganta como tierra en el desierto.
—Juro que nadie volverá a rechazarme —dijo mirando a su gato—, esta noche fue la última, ningún hombre volverá a humillarme
Cuando el felino la vio explotando de odio, corrió saliendo por la ventana, subió hasta el techo y empezó a maullar, mientras que su ama seguía bebiendo como loca encerrándose en su propio c*****o de mariposa, quedando sin alas como solía suceder todas las noches, tras los rechazos de los hombres cuando intentaba entregarles su virginidad. Ella no quería el amor sincero de un hombre, sino una noche de placer en el que surgiría su más grande deseo; que era quedar embarazada y ser mamá. Ya habían pasado varios años, a pesar de sus diferentes cambios de look que solía hacer constantemente, esta noche que con el cabello castaño y lacio, piel morena, sus ojos marrones y rostro angelical rodeado de pecas, ningún hombre la había tocado, quería hacer lo que siempre esperó de sus padres y nunca llegó: ser una gran madre, pero tras tener un perfil temido por las personas a su alrededor, nunca pasaría, ya que practicaba la brujería y habían muchos rumores de que hablaba con el diablo.
—Toc-toc —tocaron la puerta
—Oh, ¿Quién chingados es? —preguntó enfadada
—Soy yo Luisa, abre la puerta, por favor
—¡Ay, esa estúpida! —exclamó con la voz baja—, ¡Pasa we! ¡Está abierta! —gritó
La puerta se abrió lentamente y entró una joven con una bolsa entre sus manos, la cual colocó al caminar hasta Mariela, sobre una pequeña mesa de madera en la que estaba la botella que consumía. Cuando esta la tiró al suelo quebrándola por completo, se desató una ira en la que la Luisa, quien consideraba como su mejor amiga, terminaría herida por sus palabras.
—¡¿Qué hiciste estúpida?! —le gritó Mariela al ponerse de pie—, ¿Qué acaso no viste la maldita botella en la mesa?
—Lo siento, no fue mi intención
—¡Cállate! ¿Qué haces aquí? ¿Para que viniste?
—Vine a traerte unas cosas para…
—Bueno pues ahora lárgate
—Pero…
—¿Qué no me escuchaste? Que te largues, hoy mi paciencia no dispone de diálogo
Luisa Martínez, una joven hermosa, tierna, cariñosa y muy dulce que conocía a Mariela desde muy pequeña, bajó su cabeza, le dio las buenas noches y salió de la casa, la cual era de ladrillos y un poco tenebrosa, aunque era a la medida de la dueña, ya que parecía de un ser dedicado al oficio de la brujería, debido a los objetos que la adornaban. Al cerrar la puerta, caminó hasta un poste, allí se detuvo por un momento observando como pasaban los medios de transporte y los niños agarrados de sus padres, al voltearse, se sorprendió al ver a Manuel García, un joven de cabello n***o, ojos marrones claros, piel blanca y muy simpático del cual gustaba.
—Hola Luisa ¿Qué haces aquí sola? Ya es muy tarde —le dijo
—Eh, hola Manuel, ya me iba a dirigir a mi casa, acabo de salir de la casa de Mariela
—¿Aun hablas con ella?
—Es mi mejor amiga, es como mi hermana, no me puedo alejar de ella solo por lo que dicen de ella y por su carácter
—Pero son ciertas, además siempre está detrás de muchos hombres
—Quiere ser amada
—¿Amada? No, solo busca sexo, además siempre te está tratando mal, no me gusta que haga eso contigo
—Porqué nunca logra lo que ha querido lograr por años, es algo que la ata a su soledad
—¿Qué cosa?
—Ser madre, ningún hombre quiere estar con ella
—Por su carácter, porque es una bruja
—¡Cállate! No voy a permitir que hables mal de Mariela, si cada vez que me ves es eso de lo que quieres hablar mejor no te me acerques, Manuel. Ahora con permiso y buenas noches
Luisa empezó a imaginar que Manuel gustaba de su mejor amiga, ya que cada vez que la veía, le daba el consejo de alejarla de su vida, la realidad era que de quién realmente gustaba era de ella. Cuando quiso borrar eso de su mente, pensó en su soledad y sin más empezó a caminar rápidamente con sus brazos recogidos, recordando que la mayoría de las palabras de Manuel eran ciertas, su mente detuvo la línea en la que siempre ignoraba los malos comentarios sobre Mariela, aceptando por unos segundos que realmente la pisoteaba como un trapo viejo. Solo era un objeto para sus ojos, el que entraba y salía día y noche a su casa para consolarla y detener sus lágrimas, mismas a causa de un dolor que nunca se iría de su n***o corazón, pues el rechazo de los hombres y su deseo de ser tocada aún no sé concedía, ni siquiera cuando Luisa lo pedía al anochecer, a una estrella fugaz.
—¡Espera, Luisa! —le gritó él y corrió hasta ella
—¿Qué quieres?
—Perdóname, sé que quieres mucho a Mariela, y aunque no me caiga bien, no debí tratarla mal ante tu presencia, no quiero que te enojes conmigo —contestó triste
—Sí, la quiero mucho, es como mi hermana
—¿Puedo acompañarte hasta tu casa?
—Está bien
Los dos se fueron caminando tomados de la mano por la oscura calle que ya estaba totalmente sola, ningún transporte pasaba y ninguna persona caminaba, todo estaba tranquilo, la noche se hacia más larga y observando desde la ventana, Mariela había escuchado la pequeña platica entre Luisa y Manuel, al igual que una de las tantas reseñas de parte de Manuel sobre su persona, lo que la llevó a pensar en un malvado plan, en el que solo tenía como objetivo, quitarle la sonrisa y la mirada feliz de su mejor amiga ante la presencia de Manuel.
Al rato cerró la ventana, lanzó el vaso fuertemente contra la pared, fue hasta su cuarto lleno de polvo, sacó una vieja foto debajo de su colchón, en la que estaba ella sonriendo, Luisa y a un lado, Manuel, después tomó unas afiladas tijeras y recortó el rostro del joven, de un cajón entre sus pertenencias sacó un tabaco y de una caja de cartón unas hierbas de color verde oscuro. Con su espeluznante sonrisa, fue hasta el piso de la sala, colocó los objetos sobre este rodeado de grandes velas con poca luz, excepto la foto, la cual en su mano derecha, le soplaba el humo de su gran tabaco. Sonreía una y otra vez hasta que dijo unas palabras que atrajo al joven que seguía caminando, acompañando a Luisa.
“Kitú kiManuel, kivendrás kia kimis kibrazos, kime kiharás kiel kiamor kiy kiquedaré kiembarazada”
En ese instante Manuel, sintió un escalofríos en su espalda y un llamado que parecía un eco y le susurraba en el oído, lo que lo hizo soltar la mano de Luisa, quedarse parado por un minuto, voltearse y caminar sin decir nada, quedando Luisa sorprendida y confusa ante el caso que se volvería una pelea de fieras.
—¡Manuel! ¡¿A dónde vas?! —le gritaba
Cuando vio que no respondía a su pregunta, se enojó, dio media vuelta y caminó rápidamente para llegar a su casa, ya que hacía mucho frío y al parecer estaba por llover. Manuel continuaba caminando con los ojos tan abiertos que no parpadeaba, después llegó hasta la puerta de la casa de Mariela, la abrió y caminó hasta ella, estaba tan frío, y tieso que parecía no sentir las caricias de la mujer que detestaba, pues Mariela comenzó a quitarse la ropa, a besarlo sin él moverse y nadie era testigo del hechizo de la mujer rechazada.
—Manuel, quiero que me hagas el amor —le susurraba en el oído, mientras a la vez besaba su cuello
Estando él sin camisa y a punto de llegar al toque final, el gato, llamado Cal, entró por la ventana, desconcentrando a Mariela y haciéndola tropezar con el círculo que había hecho en el suelo y que estaba rodeado de aquellas velas las cuales daban luz a la foto que flotaba y que cayó, despertando a Manuel del embrujo que por poco lo hace ser el primer hombre en tener relaciones sexuales con la mujer que ningún hombre volteaba a mirar, debido a que le tenían miedo.
—¿Qué haces? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué estoy desnudo? —le preguntó asustado
—Has venido para estar conmigo —contestó ella sonriendo
—¡Mentiras! —gritó—, yo estaba con Luisa, iba a acompañarla hasta su casa, ¿Qué hago aquí?
—¿Tú la amas cierto?
—Eso a ti no te importa
—De veras no entiendo que le ves, mírame, mira este cuerpazo, No lo rechazarás ¿O sí?
—Ella no necesita de tus atributos para conquistar a un hombre, y sí, ella me gusta, la amo y es algo que tú no despiertas en un hombre y mucho menos lo haces sentir, más que solo miedo
—¡Cállate! —le gritó y le dio una bofetada
Luisa al llegar a su casa, se quedó pensando en la extraña reacción de Manuel y el como marchó de su presencia sin decirle el por qué, mirando el oscuro cielo desde su ventana, sentada en una silla y comiendo quesadillas con queso, le dio por terquedad ponerse de pie e ir a visitar a Mariela para ver si estaba más calmada y que le platicara que le había ocurrido en esa fría noche, sin saber lo que pasaba en ese preciso momento y lo que descubriría y le dejaría un herida en su noble corazón.
Mientras, la discusión entre Manuel García y Mariela Méndez continuaba, solo un testigo era evidencia de las hazañas de esta malvada mujer, y es que su gato, aunque siempre era maltratado por ella, tenía la conciencia de una persona. Él semidesnudo y ella sin toalla alguna que tapara sus dos montañas y su atractivo cuerpo, que ni en lo más mínimo, hacía sentir atracción a Manuel, su amor por Luisa era real y verdadero.
—No me vuelvas a tocar o no respondo, Mariela —le dijo él enojado
—¿O qué? ¿Acaso me golpearas? Por favor, no te resistas, ¡Anda! Termina de quitarte lo que te falta y empieza a tocarme
—¿Qué acaso no entiendes? ¡Estás loca! Jamás te tocaría, espera, ¿Qué eso? —preguntó sorprendido
—¿Qué cosa? —respondió ella
Manuel caminó hasta la sala, sus ojos de águila habían visto todo aquello que hizo Mariela para atraerlo, descubrió que le estaba haciendo brujería y ya entendía el por qué de la nada apareció casi desnudo en la casa de quien menos quería verle el rostro cada día.
—Me estabas, me estabas…
—¿Brujería? No, jamás lo he hecho contigo
—¡¿Entonces qué significa esto?! Mi foto, un tabaco, esta hierba maloliente, este humo desagradable —le reclamaba nervioso
Mariela ignoraba con su mirada sus palabras, volteaba sus ojos llamándolas exageración, cuando vio que en la puerta se veía una sombra, supo que era Luisa, este era el momento perfecto para hacer sentir mal a su “mejor amiga” y ser ella el único ser disponible para el dolor de Manuel cuando su amiga no quisiera verlo, en ese instante lo tomó por sus brazos, empezó a besarlo y se abrió la puerta, viendo Luisa todo lo que sucedía. Se llenó de tanta impresión, que ahora entendía porqué la había dejado botada, pues tenía ganas de estar con quien decía “no caerle bien”. Manuel quitó los labios de Mariela, sintió un amargo en su gusto, y al ver a Mariela con los ojos lagrimosos y sorprendida de verlo casi desnudo, se llenó de miedo, ya que creía que perdería su amistad y todo por un malentendido.
—No es lo que estás pensando, Luisa esto…
—No tienes porque darme explicaciones, yo no soy tu pariente, solo tu amiga —le dijo, y cerró la puerta y se fue corriendo
—¡No! ¡Luisa! ¡Espera! —gritó preocupado
—¡Uy! Parece que se fue dolida —dijo Mariela sonriendo, pasando el dedo índice de su mano derecha, por sus morados labios
—Estas me las pagarás Mariela, juro que me las pagarás
—Aquí te espero cuando vengas a cobrar, ¿Ahora qué esperas? ¿No irás tras ella? Ja, ja, ja, ja, ¡Anda o perderás el boleto!
Manuel empezó a vestirse, mientras intentaba matar a Mariela con la mirada, un profundo odio que por ella sentía ya hace años se volvía más grande, como las olas del mar al hundir un barco, en este caso su corazón, cual palpitaba de miedo, pena y dolor con tan solo sentir que la chica que amaba, dejaría de hablarle y nunca más le digeriría la palabra. Aunque creía que este era el momento que esperaba para decirle lo que sentía y escondía en su interior, que cada vez que la veía quería estallar de destellos de miles de palabras románticas que le inspiraban con tan solo verla. Ahora solo esperaba que lo escuchara, que oyera su versión del caso que vio, y que supiera lo que le había hecho Mariela y el cómo lo hizo, porque su alma no estaba presente cuando apareció y despertó, porque todo había sido producto de un hechizo de la bruja temida por los hombres de todo Tepito.
Después de haberse vestido salió de la casa, miró por todos lados las tranquilas calles, no había signos de Luisa por ninguna parte, se preocupó tanto que empezó a gritar su nombre, sin pensarlo corrió para ir a su casa, con la esperanza de que allí estuviera, rezaba en su mente a la virgen de Guadalupe para que lo ayudara con su bello hallazgo, el cual lo ponía muy nervioso y preocupado. Cuando llegó a la casa de Luisa, tocó varias veces el timbre, golpeó varias veces la puerta, pero parecía que no había nadie, todo adentro estaba oscuro. Estresado colocó sus manos en su cabeza, miraba como loco por todas partes, ya estaba a punto de amanecer y el frío se acompañó de la lluvia que inició con truenos y relámpagos.
—¡No! ¡No puede ser! ¡Maldición!
La lluvia era tan fuerte, que sentía que sus pulmones se congelaban, las calles se inundaron, el frío estaba extremadamente grande, que lo hizo salir corriendo, no pensaba parar de buscarla, cuando llegó hasta un árbol viejo y seco, escuchó el llanto de una mujer, intrigado caminó, se acercó lentamente hasta un callejón dónde el agua de lluvia se recogía, al ver que era Luisa tirada en el suelo, se le acercó, la levantó, limpió sus lágrimas y la abrazó. Ella también lo abrazó, sin embargo, al pasar tres segundos le dijo que la soltará, que no quería saber más de él y que volviera con su amada y terminara de hacer lo que ella vio.
—Luisa, escúchame, yo no…
—¡No! —le gritó—, no me des explicaciones, no te las estoy pidiendo. No entiendo porque hablabas mal de ella si realmente la querías
—No, escúchame, todo es un mal entendido, yo te …
—Basta, basta, Manuel, ya no sigas, además a mí no me importa lo que hagas
—¿Entonces por qué estás así?
—Porqué me duele que me mientan, y sobre todo tú, que te he tratado como un hermano, más que un amigo
—Yo no te quiero como una hermana
—¿Qué?
—Yo te amo, te amo Luisa
—¿Qué? ¿Qué es estás diciendo?
—Tu mejor amiga me hizo brujería
—¿Qué? No
—Es la verdad, de la nada aparecí en su casa casi desnudo Luisa bajó su cabeza, se quedó pensando por un instante, ya que su mente volaba, aclarando las dudas que le daban vueltas en su cabeza.
—Te creo —dijo ella entendiendo ahora porqué de la nada la dejó y se fue
—¿Enserio me crees?
—Sí, cuando me acompañabas a mi casa te quedaste callado, estabas quieto, soltaste mi mano y te fuiste
—¿Ahora ves por qué no me agrada tu amiga?
—Jamás imaginé que llegara a estos extremos
—Sí, esta vez se pasó mucho, Luisa, ¿Qué piensas respecto a lo que te dije?
—¿Qué cosa?
—Que te amo, me gustas
Luisa bajó la cabeza muy apenada, sentía nervios de expresarle lo que por él sentía, al cabo de que la lluvia se parara, levantó la mirada, lo tomó por las manos y poco a poco se fueron acercando hasta besarse. Los dos cerraron sus ojos, sentían el dulce de sus labios, Manuel nunca imaginó que este día llegaría, y mucho menos que sería tan romántico en una noche fría después de que la lluvia se detuviera, y ella que él le diría que la amaba, ya que nunca pensó que sentía lo mismo que ella por él.
Después del beso se miraron, sus ojos brillaban como chispas de juegos artificiales, sonrieron y nuevamente se besaron, luego se dieron un fuerte abrazo y decidieron ir a casa para descansar, ya amanecía y tenían tanto sueño, que sus pies y apenas resistían para sostener su amor.
—¿Qué piensas? —preguntó ella al verlo angustiado
—No tengo donde dormir
—Puedes quedarte en mi casa
—¿Estás tan cansado como yo? —Sí je, je ,je
Después de mimarla por el camino, llegaron a la casa de Luisa, allí él durmió en un mueble de color azul, se acobijó y le dio las buenas noches a ella, quien en su cuarto recostada en su cama, pensaba en Mariela, esperaría el día para irle a reclamar por qué había hecho tal hazaña, de la cual pensó lo peor de Manuel, el hombre que ya no amaba en silencio, porque había descubierto que él también la amaba y que una relación ya había nacido. Mientras que Mariela, totalmente desnuda en el baño, reía como loca por lo que sucedió, producto de su poder que había heredado de su madre ya muerta, quien la golpeaba y la torturaba cuando era solo una niña, eso era el por qué de su carácter, sus intenciones y su amargura que solo quería hacer sentir dolor a los demás.