NUEVE Mientras Caitlin volaba abrazada a Caleb, amando la fabulosa sensación de su cuerpo pegado al de ella, iba pensando en lo afortunada que era. Apenas el día anterior le preocupaba que la dejara, y ahora, por una vez, su suerte había cambiado. —Gracias Dios por la cruz —pensó. Ya era algo tarde cuando llegaron a Salem. Caleb descendió con discreción sobre un campo vacío a las afueras del pueblo para que nadie los viera. Caminaron algunas cuadras y llegaron hasta la calle principal. Caitlin estaba sorprendida; esperaba algo más. Toda su vida había sabido, especialmente gracias a los libros escolares, que Salem estaba vinculado a las brujas. Pero verlo como un lugar real y vivo, como un pueblo común y corriente, le resultaba extraño. En su mente había guardado la imagen de un sitio