James entró en la oficina de su hijo con una sonrisa deslumbrante, como si hubiera encontrado la solución a todos sus problemas. —Ethan, hijo, tengo una propuesta de negocio que te va a encantar —dijo, dejando caer una carpeta sobre el escritorio con un golpe que resonó en la oficina. Ethan lo miró con suspicacia, frunciendo el ceño mientras hojeaba los documentos. —¿Y por qué debería confiar en ti, papá? —preguntó Ethan con desconfianza en su voz. —No olvides que ya hemos tenido nuestras diferencias. James, notando la resistencia de su hijo, decidió poner en marcha su actuación. —Oh, Ethan, no me hagas esto. Sabes que he estado luchando por salir adelante —se llevó una mano al pecho, como si el peso de la culpa lo aplastara. —Solo quiero lo mejor para ti. ¿No es eso lo que siempre