Sol estaba sentada observando a su hija jugar con otro niño que también estaba y vivía en el centro de ayuda al que Alice las había llevado. Habían pasado apenas tres días desde que habían llegado, pero ya se sentía más tranquilas porque estaban a salvo. Alice le había avisado a Sol que le presentaría a sus hijos que también colaboraban en el centro, después de acomodarlas en uno de los pequeños departamentos que había en uno de los edificios de las instalaciones de United Brothers. Era mucho más pequeño que la casita en la que vivían en Nueva York, pero era cómodo y acogedor. Un lugar perfecto para volver a empezar. Sol se fijó en los dibujos que decoraban las paredes del centro y hasta los techos, y le parecían muy hermosos, pero también les resultaban ser muy familiares, aunque no sab