—¿De quién es la fiesta? —pregunté, dándome cuenta repentinamente de que debería haber preguntado eso desde que Jillian dijo que iríamos. Tobias me miró por el espejo retrovisor. Sus gafas de montura azul bebé combinaban con su saco y pantalones. Llevaba una camiseta rosa pastel debajo. Jillian me miró desde atrás, su top corto dorado resplandeciente a la luz. Lo había combinado con jeans ajustados claros y tacones altos.
—Es de Angelique —contesto afanada y atropellando esas pocas palabras.
—¡Detén el auto! —dije.
—¡Star! —refunfuño Toby.
—¡Deténlo ahora mismo! —grité.
El auto se detuvo bruscamente en la oscuridad. Angelique había arruinado casi cada año escolar para mí haciéndome cosas horribles. Medía un metro con setenta y nueve centímetros de una rubia malévola con piernas largas y además por casualidades de la vida, era mi prima por el lado de mi padre. Tobias y Jillian sabían cómo me sentía al respecto. Incluso negaba en la escuela que somos primas, pero era empalagosamente amable conmigo fuera de la escuela durante las reuniones familiares.
Salí y me adentré en la oscuridad, abrazándome a mí misma. El viento aullaba como un lobo a la luna llena. El camino de la montaña estaba solitario. Serpenteaba hasta el final. Íbamos hacia el Valle para la fiesta.
—Star, ¡no hagas esto, Star! —llamó Toby.
—¡Vuelve al carro, Star! —gritó Jillian—. ¡Star! —me volvió a llamar.
Seguí caminando por unas rocas dando algunos traspiés al lado de la montaña.
Me congelé cuando lo vi, un enorme lobo blanco como la nieve agachado en la oscuridad. Casi brillaba. Tenía enormes ojos amarillos que se posaron en mí.
Retrocedí lentamente.
Era enorme.
Podía verlo aunque estuviera a varios metros de distancia. Volví lentamente al auto.
—Conduce —dije en voz baja, sin querer hacer movimientos bruscos por si el lobo se lanzaba al auto.
—¿Qué te ha pasado? Pareces haber visto un fantasma —murmuró Toby, arrancando el auto y alejándonos. Suspiré aliviada.
—Había un lobo enorme allá atrás —les expliqué.
Se miraron el uno al otro.
—Nos alegramos de que hayas decidido venir. ¿Estás segura de que no era uno de nosotros, un hombre lobo?
—Hay dos opciones, o era simplemente un lobo gigante o un renegado. No reconocí su olor —dije.
—¡Hemos llegado! —chilló Jillian.
Entramos en esa cerrada y hermética comunidad. El guardia hizo una llamada y nos dejó pasar. Llegamos a la última casa de la calle. Decir casa era quedarse corto.
Llegamos a la última mansión extensa de la calle.
La entrada estaba llena de autos. Vimos a gente festejando, bailando, riendo y bebiendo incluso en el porche, con música alta saliendo desde el interior. Pasamos alrededor del grupo y había un par de personas en un jacuzzi enorme. Había una gran piscina, pero no había nadievmetido allí por este clima frío. Vi a mi querida prima Angelique besándose con Jonah en el jacuzzi y sentí un pellizco de celos. ¿De dónde había salido eso? Mi loba interior gruñía. Estaba furiosa. ¿Qué le pasaba? El enorme jacuzzi contenía a los cuatro Cuatrillizos y cuatro chicas, incluyendo a Angelique. Unas dos docenas de adolescentes estaban en el porche trasero, algunos jugando beer pong y otros rodeando el jacuzzi para adular a las personas Brillantes, las personas ricas y bonitas con sus interiores feos. El interior de Angelique era el más feo de todos.
Sentí un par de ojos sobre mí. Noah. El Cuádruple que me había ayudado con mi equipaje antes. Extrañamente pude distinguirlo, diferenciándolo de los otros tres. Él me sonrió levemente. Yo sonreí y saludé con la mano. Jillian y Tobias intentaron arrastrarme dentro para tomar chupitos, pero me negué. Me quedé en el porche trasero y me acerqué un poco al jacuzzi. Angelique se separó de Jonah y me vio. Ella sonrió con malicia.
—Oye, tú, Moon —me llamo. Ella sabía exactamente cuál era mi nombre. Mi padre y su madre eran hermanos. Jonah se rió entre dientes y se sintió enfermizo por alguna razón.
Me negué a corregirla.
—Hola, Angelique —la saludé educadamente. Mis ojos estaban en Noah. Angelique se dio cuenta de esto. Puso una mano cuidadosamente manicurada en su hombro desnudo y mojado.
—¿Qué te trae por aquí, Nubecita? —dijo, haciendo reír de nuevo a Jonah. Ugh. Miré a Jonah con desprecio y sus ojos se abrieron como si estuviera preocupado por haberme molestado. Rápidamente recuperó su expresión altiva. Noah también lo había estado mirando fijamente, pero ahora estaba centrado en mí.
—Tobias insistió en que viniera —murmuré.
—¡Ohhh, sí, Toby! —dijo riendo—. Debes estar emocionada, ¿no?, de ver cómo vive la otra mitad de la manada —preguntó con malicia.
Fruncí el ceño y decidí ignorarla.
—Hola, Noah, gracias por lo del otro día —dije sonriendo.
—¿Qué pasó el otro día? —preguntó rápidamente Angelique.
¿Por qué actuaba como si fuera dueña de los cuatrillizos? Los chicos que eran idénticos técnicamente eran un solo óvulo fecundado dividido en partes; por ejemplo, dos para gemelos, tres para trillizos y cuatro para cuatrillizos. Cada parte se convierte esencialmente en una persona completamente nueva, idéntica, un clon que ocurre naturalmente. Por lo tanto, generalmente compartían una única pareja. A pesar de tener dieciocho años, los Cuádruples aún no habían encontrado a su pareja. Por lo general, los múltiplos no compartían novias antes del vínculo maternal, por lo que era extraño que Angelique fuera posesiva de Noah cuando había estado besándose apasionadamente con Jonah hace unos minutos.
—Él… —comencé a hablar, pero fui interrumpida.
—Nada —rápidamente Noah me silencio. Un agudo dolor punzante me atravesó. ¡Eso dolía! ¿Noah estaba avergonzado de mí? Pensé que me veía bien esta noche. Aunque estaba becada. Tal vez solo quería relacionarse con sus elitistas compañeros. Fruncí el ceño tristemente. Lo vi estremecerse un poco ante mi expresión antes de alejarme y dirigirme hacia la casa. La fiesta continuaba y vi a todos los Cuádruples secando sus cabellos con toallas, vestidos con pantalones de chándal y camisetas grises. Aparté la mirada.
—¡Hey, Hannah! —Esa voz la conocía, Noah.
—Sí —murmuré.
—Mantengamos nuestro asunto en privado. No le concierne a nadie más —fue simple con sus palabras.
Tomé eso como "no digas a la gente que me asocio con alguien como tú". Asentí y comencé a alejarme, pero él agarró mi brazo. Jonah se dio cuenta y se acercó.
—Pensé que no la conocías, hermanito —dijo Jonah con los ojos clavados Noah.
Los Cuádruples en orden de nacimiento eran Jonah, Noah, Elijah e Isaiah.
—No la conozco —insistió Noah, soltando mi brazo como si lo hubiera electrocutado.
—Le estaba diciendo que se mantuviera alejada —insistió Noah. Sentí como si me hubiera lanzado agua helada en la cara. Mi mandíbula cayó al suelo.
—Vete de aquí, bien, nubecita —dijo Jonah de manera despectiva—. No fuiste invitada.
Elijah e Isaiah se acercaron a nosotros, que me miraban sin comprender lo que estaba pasando. Los ocho ojos estaban puestos en mí. Mi mente estaba confusa, casi como cubierta por un día nuboso que no me dejaba pensar.
—Te dije que te fueras —dijo Noah, moviendo su mano frente a mi cara. Permanecí inmóvil, como hipnotizada. Mi lobo ronroneaba. ¿Cómo podía estar feliz estando cerca de estos cuatro monstruos?
—¡Oye! —exclamó Isaiah— ¡El Alfa mayor te dijo que te largaras!
Me encogí ante su grosería. Jonah, Elijah e Isaiah se rieron de mí.
—En serio, vete —dijo Elijah con desprecio.
Miré a Noah, sabiendo perfectamente que mis ojos estaban vidriosos, brillando con lágrimas. Me mordí el labio, sin querer llorar delante de los Cuádruples.
—¿En serio estás a punto de llorar? —preguntó Isaiah incrédulo, Noah se tensó, Jonah dejó de reír, Elijah dio un paso hacía mí y yo instintivamente di un paso atrás. Tragué saliva y respiré profundamente.
—No —dije suavemente y me alejé.