Capítulo 1-1

1470 Words
POV Hannah Star Lunes 7 de septiembre, 2020 El castillo se alzaba ante mis ojos. Estaba situado en el lado más recóndito de la Montaña de la Víbora, el punto más alto de las tierras del clan Viper Moon. Como la mayoría de los adolescentes miembros del Clan Viper Moon, asistía a la Academia Viper Moon, un internado de élite ubicado en la cima de la Montaña de la Víbora, pero a diferencia de la mayoría de los miembros de mi clan, no podía permitirme pagar las tarifas de matrícula y alojamiento. Era una estudiante becada allí, la única en realidad. Nuestro clan era conocido por dos cosas: su increíble riqueza y nuestras mordeduras venenosas mortales. Yo no tenía ninguna de las dos cosas. Venía de una de las pocas familias pobres de nuestro elitista clan y estaba dentro del diez por ciento de las familias de lobos sin veneno en nuestro clan. Suspiré mientras subía penosamente por la amplia y empinada entrada, manteniendo mis ojos bajos sobre la superficie oscura y lisa. Arrastraba mi maleta detrás de mí. Contenía mis escasas posesiones, varias prendas desgastadas y algunos libros viejos que había leído una y otra vez. Traté de no mirar a todas las Personas Elegantes que llegaban en limusinas y coches deportivos mientras yo llegaba a pie. Ignoré las risas y la música alta de aquellos emocionados por el último año manteniendo mis ojos y concentración en la entrada para llegar a los escalones de piedra que conducían a las enormes puertas dobles del castillo. La escuela había sido construida en 1836 y era toda de piedra gris con torres abovedadas, techos puntiagudos y ventanas de vidrios de colores. Era impresionante contemplarlo. Me encantaba especialmente cómo se veía durante el otoño y el invierno. Estábamos al borde del otoño. Las flores del verano se marchitaban mientras las hojas verdes se estaban tornando amarillas y naranjas y caían hacia la tierra. Traté de elevar mi maleta por los escalones, como ya era costumbre, pero apenas si podía manejarla. Soy de baja estatura para una loba, solo un metro con sesenta y tres centímetros. Tenía la piel dorada y ojos marrones oscuros con cabello marrón rizado suelto hasta la cintura. Mi nombre era Hannah Star, pero mis pocos amigos me llamaban Star. Miré a mi alrededor, esperando ver a Jillian o Toby, pero no tuve suerte. Suspiré. Antes de que pudiera intentar nuevamente levantar mi equipaje, una mano de aspecto fuerte agarró el asa. Di un salto, asustada, mirando hacia arriba para encontrar a uno de los Cuatrillizos Alfa. Los Cuatrillizos Alfa, o los Cuads como se les llamaba, estaban destinados a heredar el Clan Viper Moon. Aún no habían asumido el liderazgo de su padre el Alfa Quaid Quinn, pero mientras tanto se les seguía llamando Alfas a petición suya. Eran increíblemente guapos y obscenamente ricos y lo sabían. Eran idénticos, todos de un metro y noventa y tres centímetros de músculos trabajados. Tenían espesos cabellos castaño claro ceniza que casi llegaban a los hombros, ojos verdes asombrosos y rostros esculpidos con pómulos altos, gruesas cejas, largas pestañas y mandíbulas fuertes. Tenían labios ligeramente llenos, narices rectas y puntiagudas, que a menudo estaban en el aire mientras que las narices de todos los demás estaban metidas en algún sitio. Eran consentidos y mimados por todo el personal de la escuela y la población estudiantil que además se derretían por ellos también, especialmente las lobas. Sus nombres eran Jonah, Noah, Elijah e Isaiah Quinn. No hace falta decir que me sorprendió ver a uno de ellos levantando mi maleta por los escalones de piedra. Lo llevó sin esfuerzo. Llevaba una chaqueta azul marino con una camiseta blanca entallada debajo y pantalones también azul marino con zapatos de diseñador. Estaba segura de que la ropa también era de alguna tienda costosa, pero no era muy buena reconociendo logos de alta gama. No estaba familiarizada con la mayoría de ellos. Corrí detrás del mellizo, que estaba buscando a sus otros tres hermanos. Puso mi maleta en el umbral y se volvió hacia mí. —¿Hacia dónde? —preguntó sonriendo como si fuera una dama de la casa y él fuera mi mayordomo. —Um, yo... Voy a mi dormitorio —dije tímidamente, sintiéndome de repente cohibida por las pequeñas rasgaduras en mis medias negras debajo de mi falda de tweed gris. Había combinado la falda con una chaqueta similar y una camisa blanca debajo. Mi pelo rizado y oscuro caía suelto a mi alrededor. Sabía que estaba revuelto y despeinado. Traté de alisarlo apresuradamente. —Dime el camino —pidió. Avancé rápidamente, abriendo puertas pesadas mientras avanzábamos y yo intentando ignorar las miradas de desprecio y envidia que muchas lobas me lanzaban. Lo guié por una escalera sinuosa pasando junto a algunas pinturas al óleo. Los techos del castillo eran extremadamente altos y hacía un poco de frío en los últimos meses del año. Mi dormitorio estaba en el primer piso de los dormitorios de las chicas, cerca del final del pasillo. Compartía una habitación con otra estudiante becada, mi amiga Jillian. Toqué la puerta por si ya estaba allí y se estaba cambiando. —Aquí es donde te dejo, entonces —dijo el mellizo sin demasiada importancia y metiendo las manos en los bolsillos. Levanté la mirada hacia su rostro. Ahora que estábamos quietos, podía apreciar cuánto se alzaba sobre mí. Di un paso atrás. Tenía un aura alfa poderosa a pesar de que aún no había reclamado el puesto junto con sus tres hermanos. —¡Gracias! ¡Muchas gracias! —la verdad estaba realmente agradecida. Se giró para marcharse. —Mi nombre es Hannah —le hable cuando iba por el pasillo. —Noah —respondió sonriendo. Mi corazón se aceleró. Sonreí nerviosamente y saludé mientras él se me daba la espalda nuevamente y se alejaba. La puerta se abrió de golpe y Jillian se lanzó hacia mí. Su piel como siempre palida, con cabello rubio fresa en rizos sueltos hasta los hombros. Sus ojos eran de un azul claro y evocador. Vestía un suéter rosa y jeans. Era aún más pequeña que yo, solo medía un metro con 50 centímetros y medio. Siempre recordaba a todos esa media pulgada. La seguí hacia nuestro dormitorio, su lado estaba completamente decorado con todo lo rosa y peludo. Mi lado estaba adornado con todas las tonalidades de morado que pude encontrar. —¿Qué te tomó tanto tiempo? —se quejó. Mi abuela no podía darme suficiente dinero para el autobús o un taxi, así que tuve que caminar casi todo el camino. Afortunadamente, hacía demasiado frío como para hacerme sudar y un buen samaritano en su vehículo todoterreno me dio un aventón hasta la montaña. No podía contarle todo eso a Jillian. —Ya sabes que camino despacio —respondí con una excusa aburrida. Ella encogió los hombros. —¡Va a haber una fiesta esta noche, ya lo sabes! —chilló emocionada. Definitivamente no me gustaban las fiestas. —Sería una gran oportunidad para conocer a nuestras parejas. ¡Todos los jóvenes hombres de Viper Moon estarán allí! —Estaba gritando fuera de sí por la emoción. —No puedo encontrar a mi pareja aún. Todavía no tengo dieciocho años —le recordé. Cumpliría dieciocho años el 12 de septiembre, que era el próximo sábado. Muchos estudiantes en la escuela tenían fiestas de cumpleaños opulentas y excesivas, especialmente para su decimoctavo cumpleaños, ya que era cuando uno podía descubrir quién era su pareja destinada. Los hombres lobo se apareaban de por vida, por lo que era un cumpleaños muy especial y significativo. Gillian ya tenía dieciocho años y aún no había encontrado a su pareja, pero era abiertamente una romántica empedernida. Yo, por otro lado, escondía y enterraba mis sentimientos. —Vamos a ir juntas. ¡Eso es definitivo! —chilló Jillian. Suspiré en voz alta pero sonreí en silencio. Llevaba un vestido mini de terciopelo rojo con mangas largas estilo campana y medias opacas negras con botines de terciopelo negr0, por último me envolví en un abrigo negr0. Íbamos a recibir un aventón de Toby, nuestro otro amigo. Tobias nos recogió en su carro. No era un estudiante becado como Jillian o yo. Su familia era dueña de una empresa de papas que vendía su producción a todas las grandes marcas de papas fritas. Le encantaba bailar, cantar en el karaoke y festejar hasta el amanecer, todo lo contrario a mí. Solo era uno o dos centímetros más alto que yo, con grandes ojos azules detrás de gafas redondas con montura. Tenía cabello marrón claro, casi rubio oscuro y ondulado. —¡Chicas! —chilló emocionado al bajarse de su Jaguar para saludarnos cerca de la entrada de la escuela. Nos abrazamos y nos montamos en el auto.
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