Capítulo 2 - Dominik

457 Words
Faltando veinte minutos para las cuatro, Dominik aún se encontraba en su habitación. Miraba por la ventana y aunque parecía obnubilado con el paisaje, por su cabeza sólo pasaban las nuevas estrategias que ideó el director técnico. No estaba del todo convencido con algunos movimientos y se lo diría a Ewald apenas lo viera… —¿Estás listo? —Friedrich se asomó por la puerta. —No estoy de acuerdo con que Delch me haga la asistencia. Quiero ir a buscar el balón —soltó Dominik. —¿De qué coño estás hablando? —Me parece mejor idea que sea Brauer el recuperador. Me entiendo mejor con él. Friedrich levantó una ceja al comprender que era lo que decía Dominik. Una vez más, como de costumbre, estaba desestimando el trabajo de Ewald. Siempre lo hacía, pues casi nunca estaba de acuerdo con el director. —Díselo a Ewald cuando lo veas. Vámonos. Se nos hace tarde. Ambos tomaron sus maletas y sin perder tiempo, se dirigieron al aeropuerto. En el camino, ninguno de los dos habló. Dominik estaba absorto en sus pensamientos. Estaba enfocado en su próximo objetivo. La Copa del Mundo, que se disputaría durante los próximos días. Estados Unidos sería la sede del campeonato y él no podía pensar en otra cosa: «Esa copa será mía». Friedrich lo conocía a la perfección y sabía que Dominik se ponía de muy mal humor si interrumpían sus pensamientos. Como era de esperar, caras largas le dieron la bienvenida en el interior del avión privado, destinado para la selección alemana de fútbol. Y como era de esperar, a Dominik le importó un bledo. Cinco minutos tarde no significaba el fin de mundo. Dejó su bolso en uno de los asientos, agitó su mano en el aire, saludando a sus compañeros de equipo y prosiguió a sentarse al lado de Ewald, lugar que estuvo ocupando en todos los vuelos, durante los últimos dos años. —Creo que es conveniente reestructurar la jugada de Delch y que sea Brauer quien me asista —dijo Dominik sin más. Ewald lo miró, expresando total confusión. —¿De qué hablas? —Preguntó y le lanzó una mirada fugaz a Friedrich. —Ha pensado en eso durante toda la tarde —contestó el publicista. —Hablaremos de eso cuando lleguemos. Por ahora, relájate y descansa, necesitas todas las energías —dijo Metzler, con ese típico tono paternal. Dominik obedeció. Se recostó y se puso cómodo para el largo viaje que le esperaba. Desde la muerte del padre de Dominik, hace dieciocho meses atrás, Ewald adoptó ese rol, pues a pesar de que Dominik podía ser insoportable en algunas ocasiones, era un excelente ser humano y ni hablar de su dedicación con la selección.
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