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1476 Words
La llama, pero la joven no despega la vista de aquel hombre con un cuerpo privilegiado y escultórico enfundado en un traje de corte italiano color n***o, color que resalta su tez bronceada. Debe medir al menos un metro noventa, piensa la joven mientras lo escudriña sin ningún disimulo, pero de repente su profunda mirada de ojos azules se posan en los de la chica. Sin embargo es solo eso, una mirada furtiva que se aparta rápidamente. No dura siquiera un minuto, pero aún así logra dejar anonadada a la joven. —¿Hola? tierra llamando a Willow —la voz de Oliver la trae de vuelta. —¿Eh? —Estuve a poco de buscar una cubeta —comenta su amigo reprimiendo la risa que amenaza con brotar. Willow rueda los ojos. —No exageres, tampoco es para tanto —miente ladeando la cabeza en dirección al hombre que se ha sentado en una de las primeras mesas de la cafetería—. ¿Es nuevo? Oliver dirige su vista hacia el hombre y achica los ojos mirando ahora a su amiga. —¿Y eso cómo por qué te interesa? —inquiere tomando la libreta y un bolígrafo. Para luego ir hasta la mesa del hombre imponente que se ha robado más de una mirada de sus compañeras de trabajo. Incluyendo a Willow que se ha quedado estática en la barra. La joven ha sentido un extraño hormigueo en su interior, quizás se trate de hambre, puesto que no ha comido bien, solo el pedazo de pastel que acaba de devorar. Piensa la chica. Pero sabe que no es por hambre, ya que la sensación es diferente y es primera vez que se siente de esa manera al ver a un hombre como él, es tan apuesto, que parece sacado de una de las revistas Vogue. Emana una seguridad que no todos poseen, y un aura indecifrable que le gustaría descubrir. Sacude la cabeza al percatarse del rumbo de sus pensamientos, se concentra en mirar sus uñas con resto de esmalte rosado. Pero una mujer alta y pelinegra entra a la cafetería, haciendo que la joven levante la vista hacia ella. Lleva un vestido n***o de talla alta, y tacones plateados y se dirige hacia la mesa del hombre apuesto que teclea en su móvil. La joven Willow no puede evitar compararse con la elegante mujer que ha entrado. Aunque la verdad es que nunca le ha importado su aspecto físico, de hecho esconde su delgada figura tras las prendas holgadas que suele utilizar. Y hasta ahora no le había preocupado parecer una hippie, como le decía Oliver al referirse a sus raros atuendos. Ya que prefería la comodidad ante todo, y se negaba a usar tacones y arreglar su cabello cobrizo que tanto le costaba peinar. Sin embargo, esta vez deseó lucir igual que aquella mujer pelinegra. Oliver regresa y le pregunta si va a querer un pastel para llevar. Pero la joven niega y decide marcharse antes que comience a llover de nuevo. —Pasa más seguido a visitar a tu amigo, eh —dice el chico revolviendo el cabello de Willow. —Vale, y por favor, avísame si sabes de un empleo —el muchacho asiente y se despide—. Nos vemos. El aire frío del exterior la golpea apenas sale de la cafetería, alza la vista al cielo oscuro que se ha llenado de nubarrones cargados de agua. Algunas gotas comienzan a caer y a los pocos minutos se convierte en una llovizna que se va intensificando. La joven abre el paraguas y se apresura a caminar por la acera. El otoño está por terminar, cediendo lugar al frío invierno que se avecina. Los árboles habían soltado todas la hojas y ahora se veían esparcidas en el suelo, hojas caduca cuyas tonalidades van del verde al amarillo, el naranja y rojo decorando el ambiente. Era la estación preferida de la chica. Los autos van a toda velocidad, por lo que Willow se asegura de mantenerse alejada de los enormes baches en la calle. Sin embargo, un auto n***o pasa a toda velocidad haciendo que uno de los charcos empape de pies a cabeza a la chica. —¡¿Pero qué...?! —cierra la boca de golpe al ver que el auto se ha detenido. Un hombre se baja de el y corre hacia donde está la chica completamente mojada. Al estar a poco metros de ella, es que Willow se da cuenta que se trata del mismo hombre de la cafetería. —¿Estás bien? Lo siento mucho, no fue mi intención, no vi el bache y... la verdad discúlpame —su voz suena grave dejando ligeros escalofríos a través del cuerpo de la chica, sensación que no logra entender. El enfado que siente Willow disminuye paulatinamente cuando mira a los ojos a ese desconocido frente a ella, y por alguna manera se pierde en su mirada azulada. Tal vez debería disimular un poco y no quedarse mirándolo como una tonta, pero es inevitable para la chica no poder quitarle los ojos de encima, ni siquiera se comprende. Piensa la chica en su interior. El sujeto es un hombre alto, y cuando se acerca un poco más a ella, se siente una hormiga a su lado, sin embargo eso no quita el hecho de que se siga sintiendo un poco molesta por el incidente. —¿Es que acaso no sabe conducir? ¡Agh! Mire nada más lo que ha hecho, por su culpa ahora estoy empapada, no puedo creerlo —lo mata con la mirada. —Lamento mucho lo ocurrido, no ha sido mi intención estropear su ropa. De verdad discúlpame —vuelve a decir y la joven bufa en repuesta. Cuando está a punto de volver a reclamar empieza a caer la lluvia. Willow no puede creer que justo en ese momento empiece a llover a cántaros. De verdad que este es un pésimo día. Dice la joven para si misma. —Ven, no te quedes allí, podrías pescar un resfriado, vamos —dice de pronto ese hombre mientras tira de su brazo sin permitir que pueda decir algo, todo pasa tan rápido y como la joven no quiere enfermar de pronto está en el interior de ese auto lujoso y con un desconocido a su lado que empieza a conducir. ¿Y si me secuestra? Todo tipo de pensamientos turbios y molestos empiezan a aparecer en la mente de Willow, volviéndola un poco paranoica. Oh no, creo que estoy perdida. Piensa tiritando del frío. —No debí hacer eso —musita en voz alta. El hombre a su lado ladea la cabeza confundido. —¿Qué cosa? —Subirme aquí con usted, no lo conozco —emite apartando el cabello mojado que se ha pegado a su frente. —¿Entonces qué, hubieras preferido quedarte allí afuera con esa tormenta? —frunce el entrecejo y la chica se encoge de hombros—. No soy un psicópata que te ha secuestrado, si es lo que está pasando justo por tu cabeza en este momento. Willow lo mira de soslayo. —Eso es lo que no sé, sigues siendo un desconocido para mí. Siquiera sé cómo te llamas —argumenta cruzándose de brazos. —Eso no es relevante, podría mentirte y colocarme otro nombre. Además, tampoco sé el tuyo —responde sin dejar al descubierto su identidad. Muchas veces el empresario prefería ocultarlo, le incomodaba recibir la atención de las personas y los medios. Trataba de mantenerse siempre humilde a pesar del prestigio, las riquezas que había adquirido por medio de su familia. Al ser dueño de la compañía de moda Fashion week en Brooklyn, se le conocía como uno de los mejores diseñadores en ese ámbito, por lo que era muy reconocido y sus creaciones aún estaban en tendencia. —Willow —habla la joven luego de unos minutos—. Así me llamo. El empresario le echa una mirada rápida. —Oh, bonito nombre. Jamás lo había escuchado, es... único —gesticula el hombre posando la vista en la carretera. La chica dibuja una sonrisa en sus labios un poco tímida. —Gracias —dice sintiéndose de pronto cohibida—. Y usted, ¿Cómo se llama? El hombre rasca su cuello para disminuir la tensión que eso le provoca, revelar su nombre a veces le parecía incómodo puesto que el trato de las personas hacia él, cambiaba. Actitud que odiaba, ya que se veía igual que el resto, un simple hombre del montón. Pero por alguna razón, las palabras salieron de su boca, pronunciando su nombre sin poder ocultarlo a esa chica de grandes ojos verdes. —Kyllian Timothée. La joven ladea la cabeza a su dirección. Había escuchado ese nombre antes, pero no recordaba claramente. —¿Francés? —el hombre asiente.
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