Tres meses más tarde
Todo era facturas acumuladas, todo era incertidumbre, su padre estaba trabajando como segurata en un bar para ayudarle a salir de cuentas. Ella tenía dos trabajos más la universidad y para terminar de empeorar su situación no le estaba yendo bien, todo eran fallos, todo eran fracasos.
—Señorita Valle, esperaba más de usted —le dijo el profesor.
La joven observó la nota que estaba escrita con marcador rojo sobre el examen con su nombre, una calificación de 48, era lo peor que había sacado en toda su vida en el peor momento de su vida.
—Lo sé, lo siento… Yo… esta calificación no me representa. Yo de verdad…
—Necesita cuidar su promedio si quiere el descuento que le da la universidad. Un 70 representa un 5% de descuento en su próxima matrícula. —Le recuerda el profesor y ella asiente mientras va hacia el exterior de la clase. —También tengo que cancelarte la oferta para ser laboratorista, solo se aceptan estudiantes si no tienen notas excelentes.
—Necesito, necesito ese dinero para pagar la universidad... necesito el trabajo, doctor Cheng.
El hombre de casi sesenta años la miró con tristeza, conocía a muchos estudiantes en su situación, con mucha necesidad, con hambre por aprender, pero había tanto en sus cabezas que no podía permitirse absorber lo que estudiaban.
—Lo siento, las órdenes vienen de arriba y se tienen que aplicar para todos.
Brenda siente la piel hormigueante, siente el corazón retorcerse como si se hiciera más pequeño y quiere estallar en llanto, ni siquiera las lágrimas le salen porque en medio del terror siente mucha vergüenza. Se disculpa con él por hacerles perder el tiempo.
La joven sale corriendo para garrar el bus, en cuanto toma asiento revisa las preguntas y no entiende cómo puede haber fallado operaciones tan fáciles, fórmulas muy básicas como para perder puntos en eso.
Brenda llora porque no tiene tiempo ni dinero para perder un curso, no tiene. Fuerzas para seguirle al ritmo de trabajo que lleva ahora, tres trabajos no dan tiempo de estudio suficiente y no le dan el dinero remotamente necesario.
La joven se limpia el rostro y baja en la siguiente parada, porque no puede permitirse perder otro trabajo y se va a hacer la limpieza de la casa de los Robinson. Se sorprende al encontrarse a la dueña esta tarde, usualmente sus hijos están practicando deportes y ella trabajando o dividiéndose entre sus hijos.
—Brenda que dicha que sí viniste —le dice y le saluda con un beso y un abrazo. —Alicia, mi hermana ha venido a visitar, de sorpresa. Es una pesada con el orden y el aseo, necesito que corras a limpiar el baño y sé que no te toca, pero recuerdas la lasaña del otro día, ¿puedes hacer una y te p**o el doble? —pregunta la mujer en modo pánico.
—Una limpieza exprés y lasaña.
—Sí, por favor, ¿por trescientos dólares?—Pregunta suplicando la mujer con las dos manos unidas y mirando al universo. —Apúntame todos los ingredientes y en nada me traen las cosas.
Brenda le dio una lista rápida y fue corriendo a cambiarse a ropa, lavó el baño y lo secó, luego fue a la habitación de las niñas y acomodó rápido las camas, luego pasó la aspiradora por el salón mientras las hermanas conversaban en el exterior. Vio a Cinthia su jefa fumarse un cigarro ante los ojos de terror de su hermana.
—Hola, Brenda, mamá dice que esto es para que cocines—le dice Jordi con las compras.
—¿Amas a tu mamá?
Los dos se quedaron mirando. —Jordi, es tu mamá.
—Me gustaría un beso tuyo.
—eres menor de edad y eso solo va a pasar en tus sueños locos y húmedos, qué asco. —respondió la mujer y el joven se río.
—¿Qué hago por ti?
Le dio un trapo al joven y lo llenó con su receta para limpiar cojines, le explicó cómo limpiar el sofá y los cojines y se puso a pasar otro trapo húmedo para limpiar las repisas, sus hermanas entraron en casa y Jordi les advirtió que su mamá las iba a matar y que tenían que ponerse a limpiar.
Las chicas miraron a Brenda y se pusieron a ayudar porque su tía era como un militar de la limpieza, Brenda se puso a cocinar la lasaña en uso minutos y mientras acomodó las gavetas de la cocina. No entendía cómo se las ingeniaban para desordenar la casa tan rápido, iba tres días a la semana y el desorden siempre abundaba.
Cuando finalmente, todo estaba montado para meter en el horno, preparó una ensalada y puso a trabajar la batidora para hacer un pastel básico, se fue a limpiar por la casa mientras batía la mantequilla y les pidió a los chicos que se bañaran y fueron a saludar a su tía.
Las niñas fueron corriendo a hacer lo que Brenda le pedía, un poco de mantequilla se cayó y se puso en rodillas para limpiar el suelo grasoso de la cocina.
Alicia y Cinthia se miraron porque la casa era otra, olía espectacular y se veía mejor, pero ni siquiera ellas limpiaban tanto.
—¿Cuánto te paga mi hermana?
—Esa pregunta es de mala educación—le advierte Cinthia. —Pero, definitivamente, no sabía que limpiabas de rodillas —murmura contra su copa:— Con el culo al aire.
—A veces es mejor lavar que pasar el trapo cien veces.
Brenda sigue tallando el piso de rodillas y Cinthia ve a su hijo adolescente quien está observando la escena e imaginando quién sabe qué cosas. Cinthia llama la atención le pide que se vaya a su habitación, el ciclo observa por una última vez las generosas curvas de la mujer que restriega el piso vestido con una licra y una camiseta vieja. Su esposo quien no aguanta el hambre entra a la cocina y sirve unas nueces, le da una repasada a Brenda, específicamente a su trasero, luego le hace una pregunta a su cuñada.
—Perdón, Phil, ¿Brenda qué estás usando? ¿Qué marca es eso? —pregunta la cuñada.
—Tía Ali, Brenda hace sus propios productos de limpieza —Responde una de las niñas mientras va por un par de yogures para ella y su hermana. La mujer sonrió y vio a Jordi llenar a su tía de besos y abrazos.
—Brenda, pues déjame tu número, de vez en cuando uno necesita alguien joven y fresco para limpiar la casa, porque tenemos dos empleadas, mi esposo y yo somos alérgicos al polvo y últimamente no estamos saludables.
La joven le dio una de las tarjetas de contacto que Clara había hecho para ella, y Alicia sonrió antes de guardarla en su bolsa.
—Y también cocinas —dijo contenta.
—Prohibido robártela.
La joven metió el pastel en el horno y sacó la lasaña. La puso a reposarse mientras Cinthia servía una copa abundante de vino para ella y su hermana. Todos saludando a Philip, el esposo de Cinthia y el hombre agradeció a dios porque esta noche no cocinara su esposa sino Brenda.
—Eres la verdadera mujer maravilla—le piropea y su esposa lo mira molesta.
Cinthia le sirve una copa de vino a su esposo y le da un beso en la mejilla. Le pide a la joven que la acompañe al cuarto de visitas para darle unas instrucciones. Saca un billete de cien para la mujer y le dice que puede manejar el pastel en el horno y le da las gracias.
—Puedo darle una buena limpiada a su habitación, todavía faltan dos horas.
—No me gustó que pusieras a mis hijos a limpiar, no parece la primera vez y tampoco me gustan los chistes con mi esposo o que provoques a mi hijo —Anuncia la mujer. —Recoge tus cosas y vete.
—Doña Cinthia, yo…
—Vete y no te voy a pagar porque la agencia me prometió a Clara, no a su asistente. Esto es para los pases y por la ayudita —dice y extiende los cien.
Brenda niega con la cabeza mientras sus manos le tiemblan, la joven toma sus cosas, se cambia tan rápido como le es posible y se marcha corriendo.