El dolor desaparece y él lo disimula con su cara de no me importa. Luego se aleja. Me vuelvo hacia Mason: —Le has visto—le acuso. Mira al suelo, culpable. —¡Zayn!— Corro por el pasillo hacia él. Maldición, camina rápido. —¡Zayn!— Vuelvo a gritar. Se detiene de repente y me mira con ojos fríos: —¿Qué? —¿Estás enfadado? —No. ¿Por qué iba a estarlo? —No lo sé. Porque no te gusta. Se ríe, haciéndome estremecer. —No me importa con quién salgas, Amara. Amara. Solo me llama así cuando está enfadado. Todo lo que hago es asentir. Y esta vez, cuando se aleja, le dejo. * Cuando vuelvo de hacer de canguro de un niño que vive dos puertas más abajo, me pongo a estudiar. Al cabo de un par de horas, la cabeza me late con fuerza. Apenas he podido concentrarme por lo que ha pasado con Zay
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