—¿Por qué conduces tan despacio? —No lo hago—, le digo al gilipollas, aunque en cierto modo sí. No me siento seguro conduciendo un coche así. —Lo estás haciendo. —Por favor, cállate, Zayn—, me froto las sienes, cansada por la noche que he tenido y sobre todo por las constantes conversaciones molestas de Zayn que sigue intentando tener conmigo. —Os he visto a ti y a Mason—, dice tras un momento de silencio. Lo miro. Está recostado contra la puerta del acompañante, mirándome con una expresión en los ojos que no puedo reconocer. —No me gusta—, afirma. —¿Qué cosa? —Tú y él. —¿Por qué? —No puedo decírtelo—, aparta la mirada. —Bien. Pasa otro momento. —¿Amara? Mi cabeza se mueve hacia un lado. —Acabas de llamarme por mi nombre. Dios mío. Solo me ha llamado por mi nombre una vez,