Eres como la tarta de café, te ves bien, pero eres algo amargo.
—Vamos Lea no seas mala
Una voz suplicante de aquella mujer de cabello castaño la cual me abrazaba con fuerza. Ella usaba ese apodo desde que eramos jovenes para atraer mi atención.
—Me niego— con desdén miraba a la que consideraba mi mejor amiga, sus planes siempre terminaban dándome problemas.
Ambas nos convertimos en mejores amigas desde la secundaria, aunque mucho no lo creyeran por su estatus social. Tyesha era hija de uno de los magnates mas grande de las compañías de comunicaciones más usada en los estados unidos.
—Te lo ruego— sonaba implorante como si no tuviese otra opción.
—Tyesha no me interesa eso, además debo ir a trabajar hoy— ataje su suplicas pues sabía que si no lo hacía me iba a convencer.
La historia de mi mejor amiga y yo era algo interesante de contar. Ella había decidido estudiar en una escuela pública siguiendo a su madre que se enamoró de su padre en ese lugar, para ella fue un éxito pues termino conociendo a Cristian, un hombre que aunque era de estatus moderado la amaba con locura. Esto hizo que su padre como castigo la echara de su casa hace unos meses, por eso vivía conmigo.
—¿Hablas del trabajo donde te la pasas limpiando platos? — Se mofaba mientras agitaba sus delicadas pestañas.
Mi mirada feroz se dirigió a la mujer castaña la cual solo movió sus hombros en modo de inocencia. Aquel comentario parecía una sentencia de que sufriría en mi vida y odiaba que me recordaran eso.
Había estudiado en una de las universidades más prestigiosas en New Jersey en artes culinarias especializándome en repostería para trabajar en New York. Me esforcé tanto pero aun así me sorprendí cuando fui seleccionada entre muchos candidatos para una de las pastelerías mas reconocidas en New York, literalmente un pastel en aquel sitio podía rondar entre los veinte mil dólares el más barato pues el dueño de aquel lugar se especializaba en decoraciones, chocolates y postres. Nickolas Bailly era el dueño del restaurante que había ganado varias veces algunas estrellas michellin, mi sueño era aprender de ese hombre.
El era extremadamente bueno, era lo que se le podia reconocer como un prodigio. Al paquete súmale atractivo, unos ojos grises con pelo castaño, podría hacer a cualquier mujer jadear y tal vez a algunos hombres dudar de su heterosexualidad. Una altura de un metro ochenta y nueve que me hacía sentir una hormiga cuando lo miraba. Lástima que aquel sexy hombre solo me mantenía lavando todo lo que ensuciaban los últimos seis meses, aunque a veces prefería eso que ser el objetivo de su odio en la cocina.
—Déjame decirte, que muy pronto estaré haciendo los mejores pasteles que probaras en tu vida—Ataje su comentario intentando hacerme sentir mejor
—Se que son muy buenos, ya lo he probado, pero en tu trabajo no te aprecian.
—Muy pronto lo harán— Intente sonar muy segura de mi misma pues yo sabía de qué era capaz, yo entendía que podía ser una buena pastelera con la ayuda necesaria.
«Yo soy muy buena, solo debo demostrárselo a ellos también»
—Pero mientras eso pasa tus deudas aumentarán —lanzo de manera despiadada mientras se miraba sus uñas acrílicas bien arregladas fingiendo indiferencia.
Aquella fue la segunda estocada que me dio mi fiel amiga. Esta sabía que tenía problemas económicos pues mi madre era adicta a los juegos de azar y los casinos, tanta era sus deudas que termino acabando con su vida. Por otro lado, mi padre al ver todas esas deudas hipoteco la casa donde vivíamos para tomar el dinero. Este cuando mi madre murió me dejo para irse con la amante de turno con la que era infiel a mi madre cuando andaba en los casinos.
Una vida demasiada dura para alguien que apenas cumplía dieciséis años. Nunca le conté a mi abuela que aun estaba en Illinois estos problemas porque no quería asustarla, pero eso significaba que yo me encargaba de todo sobre mi vida desde esa edad. Aquellos desgraciados me habían dejado con una deuda de algunos doscientos mil dólares más mi matricula de la universidad y la deuda de la casa, con mi trabajo actual apenas podía respirar pues en total debía alrededor de cuatrocientos cincuenta mil dólares y ni siquiera había cumplido veintidós. Me consideraba una mujer de mente muy fuerte, pero en cuestión de dinero me doblegaban. Dice el dicho que por la plata baila el perro, y dada mi situación yo podía bailar tango vestida de perra si se me pedía.
—Eso no se vale— Musitaba de manera baja intentando no tartamudear.
—Lo sé, por eso te digo que finjas ser yo y te podre dar algunos veinte mil dólares, vamos, es dinero fácil será solo unos quince minutos—Una radiante sonrisa se dibujó en el perfilado rostro de la morena.
Mordí mi labio inferior mientras hacía calculo mental. No quería hacerlo, pero aquello me dejaría respirar por lo menos por tres meses si sabía cómo mover mis fichas. Yo no era avariciosa, pero cuando tu existencia solo está definida por las deudas tu aprecias el mínimo centavo que te dan, vendes tu alma si es necesario para poder pagar lo que debes y vivir un día más.
—Te puedo dar el dinero ahora mismo.
—Tyesha porque estas tan desesperada—cuestione de manera curiosa, si esta me iba a mandar a matar al menos debía saber los verdaderos motivos.
—Mis padres quieren que salga con este hombre en vez de Cristian, además hoy es nuestro aniversario así que no pienso perdérmelo—Comento de manera ilusionada.
Tyesha y Cristian se veían tan bien juntos, demasiados románticos, eran de esos amores que sabias que iban a durar para toda la vida pues ellos se comprendían. Cristian decidió conseguir un segundo trabajo para poder hacer el iniciar de una casa y traer a Tyesha con el, ambos pensaban en un futuro juntos e incluso hijos, pero el padre de Tyesha no quería nada de eso para ellos.
—Solo vas, lo rechazas, le das una excusa tonta y te vas.
Rodé mis ojos de color azules dejándolo en blanco por unos segundos, ya había planeado todo sin decirme—Bien, a qué hora debo estar allá—accedí finalmente. La necesidad en mi era palpable.
—A las siete.
Comencé a hacer calculo mental donde tenía que salir de mi trabajo y volver donde vivíamos para poder llegar a tiempo—No puedo, no salgo hasta las seis hoy.
—Ok, le pondré una excusa, necesitaría arreglarte, le diré que a la nueve— Comento esta de manera alegre mientras enviaba un mensaje.
—Pero como funcionara, el te conoce ¿no? —pregunte aún más curiosa. Sabía que si debía ir a enfrentar a alguien al menos debía ir preparada para la batalla, muy bien se decía que guerra avisada no mataba soldados.
—No lo hace, nuestros padres arreglaron nuestro matrimonio hace unos meses pues según se quieren que él se case también.
—Bien, bueno ya me voy o se me harás llegar tarde—taje de manera cortante nuestra conversación, hablar con ella significaba un buen tiempo perdido.
Tomaba mi pequeña taza de café saliendo de mi casa situada en Queen. Un viaje rápido en tren de algunos veinte minutos me dejo cerca de mi destino y tras llegar al restaurante donde varios de los chicos ya estaban preparándose me miraban.
—Leanette ya llegaste, cámbiate rápido antes de que te llegue a ver el diablo—comento alguien con intranquilidad.
—¡El vendrá hoy!— Intente no sonar emocionada pues cuando el estaba allá desde lejos lo podía ver hacer pasteles, era un placer visual verlo trabajar —Ya me preparo—
Lo malo de aquel hombre era que insultaba la mayor parte del tiempo por el mínimo error. Yo siempre quise trabajar con él, pero su actitud de mierda me alejaba de esto. Usualmente yo me mantenía lavando platos, utensilios y otras cosas por lo que sus insultos eran para los otros chefs. Corrí con rapidez hasta el área donde estaban nuestros casilleros colocándome mi uniforme notando que ese día estaríamos los que más destacábamos los cuales era Brandon el chef en jefe, Manolo el segundo al mando, Teo y Tony los cuales eran hermanos.
Yo era la novata pastelera del grupo, justo al segundo al mando Manolo éramos los únicos que nos especializábamos en pastelería además de Nickolas, los otros solo eran chef para aquel restaurante para sus comidas.
—Muy bien chicos a trabajar, tenemos varios encargos que enviar—comento Brandon de manera tranquila. Aquel día todos los chicos se la pasaron trabajando mientras yo, como siempre era encargada de limpiar todo lo que estos ensuciaran.
Nickolas llegaba al restaurante alrededor de los doces notando a todos los hombres trabajar. Este revisaba todo el lugar, probando todos sus platillos lanzo varios insultos en francés, en los seis meses había aprendido al menos diez maneras de decirle inútiles a las personas en francés además de cien maneras de insultarlos también, aprendí más rápido que los cursos online. Quien diría que aprendería terminologías y un poco de francés a través de insultos.
—¿Quién demonios hizo esta masa?—un hombre miraba tormentosa ferozmente a todos los que estábamos en la cocina. Bramo de manera tan fuerte que hacia resonar un acento francés muy definido. Cuando se enojaba su acento era más fuerte mientras que cuando estaba calmado era más tierno, pero ahí estaba, en esa ocasión su acento era tan característico que se sabía de donde decencia.
—Yo me encargue de esto—replico Brandon con tranquilidad.
—Brando no me mientas, tú eres muy bueno haciendo esta preparación, no cubras al culpable.
Un silencio se apodero de la cocina.
—Manolo, tu hiciste la masa de este fondant porque según tengo entendido eres el único pastelero de aquí. Si no quieres que te despida vuelve a hacer esa maldita masa antes de que lance junto a este fondant o por la ventana del restaurante—comentaba con desprecio mirando a Manolo como si fuese un pedazo de mierda en la cocina.
Estaba tan nerviosa que termine rompiendo una de las copas que estaba lavando. El me miro con ferocidad, sus ojos grises parecían taladrarme como si quisiera desaparecerme en ese mismo momento. Su simple mirada hizo que me sintiera pequeña, inservible.
—¿Quién diablos eres tu?—esquivo su mirada de Manolo hacia mi perforándome el rostro.
—Ella es nuestra nueva empleada Leanette—El tono tan tranquilo de Brandon era suficiente para calmar hasta un huracán.
—Desde cuando trabaja con nosotros—inquirió saber con indiferencia de quien era.
—Señor, usted la escogió, está con nosotros después que Josiah se fue— comento serenamente Brandon.
Brando hablaba por mi lo cual agradecí, el terror psicológico que me daba me dejo de manera que no podía ni hablar. Según tenía entendió Josiah renuncio porque no aguanto el estrés y los insultos de aquel hombre. Uno de estos era que si le ofrecían el pastel de este o veneno el aceptaría mil veces el veneno porque era un inútil, solo escuche que el pobre chico maldecía y le pedía que se fuera al diablo de una manera no muy educada.
—Ya veo, tu limpia esto y busca otras copas atrás antes de que ponga esa copa en tu paga—aludió aquel hombre dejando la cocina.
Mordí mi labio por nervio limpiando con rapidez aquellos vidrios mientras aquel maniaco demonio seguía insultando mientras caminaba por la cocina. Me corte levemente uno de mis dedos a lo cual Manolo se bajó junto conmigo para ayudarme.
—Tu tranquila, vamos a ponerte una bandita para que no sangres.
—Gracias….en serio gracias.
Manolo fue super cariñoso conmigo a comparación de todos los otros chefs, como ambos adorábamos los pasteles compartíamos recetas, como nunca me daban la oportunidad de hacer los míos termine regalándole dos de mis recetas a Manolo los cuales fueron un éxito en la tienda.
—Ven yo te desinfecto la herida—comento agradablemente.
Nos dirigimos a la parte trasera donde Manolo me ayudo y me coloco la bandita en mi dedo índice. Le agradecí y volví a mi trabajo, pasando las horas hasta que llego mi hora de salida mientras llegaban los otros chefs hacían los relevos. Usualmente los pasteleros entrabamos alrededor de las diez de la mañana y salíamos a las seis, el otro turno de los chefs era para el restaurante. Iba a mi casa donde ya Tyesha me estaba esperando, tras ducharme esta se encargó de colocarme una peluca de cabello castaño para cubrir mi largo cabello rubio. Me hizo un maquillaje muy coqueto, pero complicaba tapar el lunar debajo de mi ojo izquierdo.
—Bien, ahora ponte este vestido.
Hice una leve mueca mirándolo, luego miraba a Tyesha.
—Se supone que debo terminarlo, este vestido es una invitación—aniquilaba con desprecio al vestido.
—Se supone que tu serás yo, y sabes que visto así.
El vestido coctel rojo me llegaba hasta las rodillas. Un amplio escote que revelaba mis pechos además de un abierto en mis piernas que llegaba casi a mis muslos. Me colocaba los zapatos y al verme parecía otra persona ¡Parecía una cazafortuna de la vida facil!
—¡Que linda te ves! —agregaba de manera jovial aquella morena.
—Intentas convencerme de esto ¿no? Me lo voy a quitar.
—Vamos Lea no seas así, te queda precioso, mira tus piernas que bonitas quedan.
—Pero esta no soy yo, parezco una de esas mujeres que van a buscar personas mayores en cambio de gustos económicos —murmuraba con algo de desconfianza al solo pensar que me pondría ese vestido.
—¡Mejor! Lo vas a espantar mas rápido.
—Miraba mi teléfono notando que eran casi las nueve. Tambien notaba en mi teléfono que Tyesha me había hecho la transferencia la cual rápidamente comencé a programar diferentes pagos para todos mis préstamos. Tan distraída estaba que al notar la hora hable algo sorprendida.
—¡Oh mierda! Llegare tarde.
—Mejor, mas motivos para que termine contigo, bueno te pido un taxi, ve y avísame, además hoy no voy a volver ire a disfrutar con Cristian.
—Ok, diviértanse.
Tomaba el taxi mientras yendo hacia el restaurante donde mi amiga me aviso que debía ir, al dar el nombre de esta me condujeron a la única mesa disponible pues todo el restaurante parecía haber sido alquilado en su totalidad.
—Lamento llegar tarde, pero esto será rápido, vine solamente para terminar lo nuestro —hablaba de manera segura detrás de aquel aquella persona.
Con total seguridad abatía mis pestañas al quedar en visión. Debería sacar mi actitud de perra rompe corazones en ese momento. Me sentaba en la mesa de frente al total extraño con total seguridad hasta que me di cuenta de quien era ¡Nickolas Bailly! El no decía nada, solo analizaba las palabras que le dije mientras me miraba de arriba abajo deteniéndose en mis piernas por un buen rato. Me sentí ligeramente incomoda carraspeando para que se diera cuenta que me incomodaba. Después de unos momentos me miro desafiante directamente a los ojos, luego con una sonrisa totalmente picara como si comenzara a entender que estaba pasando dijo con un tono tan profundo que podía hacer temblar a quien fuera.
—¿Quien eres?—comento vivaz aquel hombre.