Capítulo 4

1551 Words
Madison miró a Carter, pero éste estaba como en un estado de shock del que no saldría hasta después de varias horas. Un poco nerviosa, se agachó y agarró la cesta donde el bebé estaba dormido, tapado por una mantita amarilla. Carter pareció reaccionar ante el movimiento de Madison y le preguntó alarmado: —¿¡Pero qué se supone qué haces!? —le dijo mientras que la seguía con la mirada. —Cargarlo, ¿no te parece? No voy a dejarlo aquí —rodó los ojos. Se encaminó dentro del apartamento intentando no mover mucho la cesta—. ¿Y quieres hacer el favor de hablar más bajo?, ¡lo vas a despertar! —susurró molesta. Carter hizo un movimiento de desesperación y puso los ojos en blanco. Después, en un movimiento de cerrar la puerta, ésta dio un portazo haciendo que el profundo sueño del bebé se rompiera. El pequeño empezó a llorar y Madison pegó un pequeño chillido de rabia mientras cogía al bebé en brazos. —¡Genial! —dijo Carter—. ¡Maldita puerta! —gritó mientras le daba una patada. —¡Carter! ¿Quieres hacer el favor de tranquilizarte? ¡Vas a empeorar las cosas! —medio gritó Madison, balanceándose de un lado a otro con el bebé llorando. —¡¿Más de lo que están?! ¡No me jodas! —gritó desesperado. Estaba en tal estado de estrés, que ya no sabía lo que decía ni hacía. Además, sumado con los altos y chillones lloros del bebé y a Madison mandándole que se callara, la cosa no mejoraba. Entonces, Madison se acercó a él con gesto serio e hizo algo que él no se esperaba: le pegó un tortazo. —A ver si te tranquilizas de una vez, ¿de acuerdo? —dijo con tono controlado. Carter se la quedó mirando con cara neutra y con una mano en la zona golpeada. Madison tenía una fuerza impresionante, tanto, que seguro que tenía la mejilla, no roja, lo siguiente a rojo, así lo sentía. Aunque si era verdad de que aquello le había ayudado a recuperarse de la pequeña crisis de histeria por la que había pasado momentos atrás. Veía cómo Madison lograba poco a poco que el bebé se quedara otra vez dormido. La chica sonrió al ver que se habían acabado los lloros y lo colocó lo mejor que pudo entre sus brazos. Todo se quedó en silencio y Carter no podía pensar en otra cosa aparte de que Madison podría ser una buena madre. Se fijó un momento en el bebé y hubo algo que le llamó la atención. Inclinó un poco la cabeza y entrecerró los ojos para poder fijarse mejor. Madison seguía mirando tiernamente al bebé, mientras que con un dedo le acariciaba la carita. —¿No ves? Hay que tomárselo con calma. Supongo que se ha pegado un gran susto —explicó, mientras levantaba la mirada sonriente hacia Carter, pero él estaba concentrado en alguna otra cosa—. ¿Carter? Carter se acercó a Madison y cogió una de las puntas de la mantita amarilla que arropaba al bebé. —¿Qué es, Carter? —preguntó Madison, mientras miraba unas letritas grabadas en la tela amarilla al igual que Carter. —¿Steve?... *** —Sí, sí, tranquilo Andrew… Sí, de momento no ha pasado nada… Un rubio se encontraba escondido en uno de los salientes de una pared que había justo al lado le apartamento de Carter. Hablaba muy bajito para que nadie se diese cuenta de que había alguien escondido. —Está bien. De todas maneras, entra ahora para comprobar que todo marcha bien, ¿de acuerdo? —preguntó Andrew desde el otro lado de la línea—. Chris, te lo pido por favor, vigila a mi hermano, éste es capaz de darlo en adopción y todo —dijo medio sarcástico—. Llámame si pasa algo. Acto seguido, colgó. —Puf, ni siquiera me ha dado tiempo a responderle —guardó el celular en sus pantalones y mientras se acercaba a la puerta, se imaginaba la cara fría de Carter mientras daba en adopción al pequeño Steve. Le dio un escalofrío tan solo pensarlo—. No, no puede hacer una cosa así —se dijo así mismo. Después de todo, el plan está pensado para no fallar, para eso estaba Madison, pero siempre tenían que contar, por si acaso, con el factor de improviso, que era el que representaba Carter y que consistía en improvisar sobre la marcha si algo malo pasaba. Que lo más seguro es que pasara… Con estos pensamientos, Chris tocó el timbre del apartamento de su amig, y cuando Carter le abrió la puerta con cara de malas pulgas, se le vino a la cabeza el porqué de por qué estaban haciendo todo esto. FLASHBACK: Hace 2 meses… Andrew y Keyla junto con su hijo Kevin, estaban de visita en la casa de los padres de Andrew y Carter. Tanto Madison, Chris e Amelia fueron invitados a la cena familiar. Todos mantenían una conversación agradable, pero el ambiente estaba un tanto tenso. ¿El porqué? Muy simple: Carter y Madison habían tenido una discusión antes de la cena. La verdad es que ya se conocían todos muy bien, pero aquella relación que mantenía la pareja empezaba a poner de los nervios a todo el mundo. Desde que Madison llegó al apartamento de Carter, todo habían sido quejas y disputas entre ellos, por nada menos que durante dos años. Hasta los padres de Madison, que habían venido a visitarla un par de veces, le dieron las gracias a Andrew por haber ayudado a su hija, pero se preguntaban si vivir con su hermano menor no iba a ocasionar muchos problemas. Dos años, dos malditos años soportando peleas y más peleas… ¡Dos años!", pensó desesperado Andrew. Aquello tenía que cambiar ya. Andrew presentaba la mesa y pudo observar las miradas enfadadas y desdeñosas que se enviaban Carter y Madison. Estaban sentados uno enfrente del otro, y parecía que lo había hecho a posta, como si quisieran hacer saber que no se sentarían jamás juntos pero que tenían derecho a justificar su enfado poniendo estúpidos gestos de enfado. Parecían dos niños pequeños. —Discúlpenme un segundo… Chris, ¿puedes venir conmigo? —interrumpió amablemente Andrew, mientras se levantaba, haciendo que todos los comensales se le quedaran mirando. El aludido se levantó sin tener que responder a la pregunta e hizo un gesto de cabeza para pedir disculpas. Después, los dos salieron a la terraza y mientras que Andrew se encendía un cigarro, Chris preguntó: —¿Estás seguro de que hicimos bien en ponerles a vivir juntos? —preguntó con voz neutra, mientras se metía las manos en los bolsillos. —Todavía no me he arrepentido, pero mi paciencia se está agotando —dijo Andrew entre dientes. —Entonces, ¿tienes un plan? —preguntó interesado Chris. Él también estaba muy harto de la situación, incluso Amelia llega preocupada a veces, porque Madison llega de muy mal humor al trabajo. Amelia trabajaba como enfermera en el mismo hospital que Madison. Cuando ésta llegó, las dos se llevaron muy bien y hasta ahora son mejores amigas. Y que menos que tu mejor amiga se preocupara de que llegaras hecha una histérica todos los días al mismo trabajo que tú, porque vive con un idiota que no da el brazo a torcer en las discusiones. —No, por eso te he llamado… —se giró para hablarle de frente—. ¿Se te ocurre algo que les pudiera unir? ¿Algún plan infalible del que mi hermano no pueda escapar? Lo que sea, lo que sepas de mi hermano que no sepa yo, serviría de mucho —suplicaba medio desesperado a Chris. Este se quedó pensativo. Cada minuto que pasaba, iba frunciendo más y más el ceño, mientras que Andrew acumulaba esperanzas para que su amigo encontrara una solución. Finalmente, Chris puso gesto sorprendido y dijo: —No, no se me ocurre nada —dijo de repente. —¿Nada? ¡Vamos, algo habrá que podamos utilizar! —gritó exasperado Andrew. Le dieron vueltas y vueltas durante un rato más, pero no conseguían nada factible que propusiera una futura buena relación entre su hermano y Madison. Cuando ya iban a entrar, Chris comenzó a cambiar de tema para subir un poco el ánimo de Andrew. —¿Sabes algo de Patrick e Isabel? Hace mucho tiempo que no sé de ellos… Seguro que Steve está grandísimo, jajaja —dijo Chris sonriente. —No, la verdad, no, pero hace nada me mandaron una foto juntos con Steve… Steve… ¡Eso es! ¡Steve! —volvió a gritar Andrew, mientras que cogía a Chris de los hombros y lo volvía a dirigir a la terraza. —¿Qué pasa con Steve? ¿Le ha pasado algo? —preguntó preocupado Chris. —¡No, tonto! ¡Steve va a ser el protagonista de nuestro plan! —sonrió Andrew lleno de felicidad. Chris se quedó mirándole un momento, pensando que su inteligente y prudente amigo había perdido la cabeza, hasta que por fin cayó en la cuenta de sus palabras y abrió de par en par sus preciosos ojos color cielo.
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