Una pelinegra corría, saltaba y brincaba de la emoción mientras llegaba a la dirección que le había dado Andew momentos anteriores.
Se había parado un instante para llamar a sus padres y contarles que ya había encontrado apartamento, que cuando lo tuviera todo listo, cuando pudieran; podrían hacerle una visita.
Cuando llegó, se encontró a Andrew delante de unos enormes pisos modernos del centro de Londres. Se abrazó a él y le volvió a dar las gracias por todo lo que la había ayudado, aunque no se conocieran de mucho.
—Vamos, ¿tendrás ganas de verlo, no? —dijo abriendo el enorme portal de entrada.
—¡Claro! —dijo siguiéndole.
Cuando entraron, las luces se encendieron solas, dejando atónita a Madison: la entrada parecía la recepción de un hotel de cinco estrellas.
Andrew la esperaba sonriente dentro del ascensor, en el que por lo menos cabían quince o veinte personas. Se metió, fijándose en que Andrew le daba al botón que señalaba al último piso.
"¡Veinticinco plantas! ¡Por Dios! ¡Este es un edificio de lujo!
—¿Andrew? ¿No me estarás gastando una broma, verdad? —dijo admirando los acabados y detalles del enorme ascensor.
—¿Por qué debería? Esta es una de las cosas más serias que he hecho en mi vida, te lo aseguro —dijo divertido.
¡Más que seria iba a ser la cara de su hermano cuando se enterara de toda la movida!
Llegaron al último piso y las puertas empezaron a abrirse, dando lugar a un solo recibidor con una puerta. El suelo estaba enmoquetado, igual que en los hoteles y la cerradura de la puerta era plana, como si tuvieras que entrar una tarjeta para abrirla.
Andrew introdujo una llave, no una tarjeta, pero era plana y de metal como todas las demás. Al instante se escuchó un ruido metálico y se abrió la puerta.
—Bienvenida a tu nuevo hogar, Madison —dijo Andrew, apartándose a un lado para que pudiera pasar.
Aquello era un sueño: grandes ventanales que daban a la mejor vista de Londres, sin duda, se podía ver toda la ciudad desde allí; una cocina que daba al enorme salón, similar a los que se veían en las películas americanas; grandes y largos pasillos que daban a m******d de habitaciones…
—¡Es todo el piso entero! —exclamó Madison, a punto de darle un infarto.
—Sí, ocupa toda la última planta —dijo orgulloso Andrew, que salía de uno de los pasillos.
Había ido a cerrar la puerta de la habitación de Carter, para que Madison no la confundiera con la suya. Así evitaría preguntas innecesarias antes de que llegara el verdadero propietario.
—Veo que te ha gustado. Ven, te voy a decir cuál es tu habitación —dijo, haciéndole un gesto con la mano para que le siguiera.
Atravesaron casi por completo el pasillo principal hasta llegar a una puerta que estaba al fondo. Andrew la abrió y dejó que pasara la chica primero.
Era una habitación moderna, equipada con una cama doble, equipo de música, escritorio, armario, lámparas, mesillas y una gran ventana que daba al mismo paisaje que había visto en el salón, y una puerta que seguramente daba al baño de la habitación.
Madison se tiró en la cama, chillando de alegría. Esto era más de lo que podía haber esperado.
Se acercó a Andrew, quien se había apoyado en el marco de la puerta.
—Muchísimas gracias por todo, Andrew… De verdad, si no hubiera sido por ti, supongo que hubiera tenido que volver a Bristol con mis padres… muchas gracias —agradeció emocionada.
—Eh, tranquila, peque… Eres una de las pocas personas que conozco que en realidad valen la pena —dijo cariñoso Andrew, mientras que ponía sus manos en los hombros de ella.
Madison se limpió las lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos y sonrió amable al más alto.
—Madison, tengo que ex… —empezó a decir Andrew con voz un poco culpable, cuando empezaron a oírse voces que venían del recibidor.
—¡Ya verá Andrew cuando lo vuelva a ver! ¿¡Quién se cree que es!? ¡Se pensará que tiene derecho a llevarse las llaves de mi auto! —gritó alterado un castaño entrando en el penthouse, junto a un rubio que venía con una mano en la frente, por el dolor de cabeza que tenía.
Ya se habían despejado más o menos de los efectos del alcohol: a Carter por saber que su hermano se había llevado las llaves de su preciado coche sin saberlo y a Chris, por los incesantes gritos que daba su mejor amigo.
—Ya Carter… relájate, ¿sí?… Sólo se las habrá llevado para que no condujeras en ese estado… —dijo Chris cansado, tirándose en el sofá del salón.
Madison miró expectante a Andrew, quién sonreía culpable.
—Creo que ya ha llegado… —murmuró él.
—¿Ha llegado quién? —dijo Madison con los brazos en jarras.
—Ven —dijo agarrándola de un brazo y llevándola a la entrada.
Cuando Andrew entró en la sala, Carter le señaló amenazante y le dijo:
—¡Tú! ¡m*****o ignorante! ¿¡Quién te crees que eres para…!? —paró al recibir la mirada alarmada de su hermano para que dirigiera su mirada a su lado izquierdo, viendo así a una sorprendida pelinegra.
—¡Por fin han parado los gritos! —dijo aliviado Chris, volviéndose hacia su amigo y quedándose igual de petrificado al ver a una chica allí.
Andrew suspiró y miró a Madison, poniendo una de sus manos en la espalda de ella y estirando el otro brazo para señalar a Chris.
—Madison, te presento a Chris —dijo mirando al aludido.
Éste, al escuchar su nombre, se levantó y sonrió con su sonrisa zorruna como él sólo sabía hacer. Se acercó a la susodicha y le acercó la mano.
—Encantado de conocerte, Madison —dijo amistoso.
Madison pareció darse por aludida y decidió responderle a aquel simpático rubio.
—I-Igualmente, Chris —dijo todavía un poco desconcertada, pero sonriendo de la mejor manera posible.
Andrew suspiró aliviado. Por lo menos Madison había conocido a la parte amable de este asunto y presentía que la otra parte no iba a ser para nada amable, ni por supuesto tan divertida como él supuso que fuera cuando su hermano estaba borracho.
—Madison, este es mi hermano menor Carter y… tu nuevo compañero de apartamento —dijo rascándose la cabeza, mientras sonreía nervioso.
Chris hizo lo mismo y se apartó de su amigo Carter, que parecía que iba a explotar de un momento a otro.
—¿¡QUÉ!? —gritaron Carter y Madison, mirando furiosos a Andrew.
—Jejeje —rió éste nervioso, mientras Carter y Madison se acercaban despacio hacia él. Vio que Chris se iba directo hacia la puerta de salida, pero sólo bastó una mirada de Andrew para que se quedara quieto en el sitio—. Chicos, tranquilícense un poco… Vamos a hablar de esto…
—¿¡Hablar de qué, eh!? ¿¡De que me has engañado!? —espetó Madison primero.
—¿¡De que haces lo que te viene en gana, eh!? —espetó a continuación Carter.
Andrew no sabía dónde meterse… pero entonces se le ocurrió otra idea… enfadarse él también y salir por patas junto con Chris para que resolvieran ellos dos el problema. Claro, se iban a quedar fuera por si acaso Madison necesitaba ayuda con el insensible y bruto de su hermano.
—¿¡Saben qué!? —gritó Andrew con enfado fingido, dejando sorprendidos a los dos acusantes y al pobre Chris—. ¡Sólo lo he hecho por ayudarlos! ¡A ti, Carter, para que dejaras de ser tan egocéntrico y arrogante, y para que te dejaras de juntarte con tantas putas! —le gritó a la cara, dejándolo sin palabras—. ¡Y a ti, Madison, encima de que lo he hecho con la mejor intención, vas y me lo echas en cara! ¡Pero si lo único que tienes que hacer es ignorarlo y punto! ¡Es lo que hace él siempre! —le gritó a la chica a la cara, dejándola igual que Carter—. ¡Pero nada, aquí el culpable soy solo yo! ¡Por querer ayudar a la gente! ¡Hay que joderse! ¿¡Pues saben qué!? ¡Hagan lo que les dé la gana! ¡Cómo hago yo siempre, ¿no?! ¡Vámonos de aquí, Chris!
El aludido pegó un respingo y siguió inmediatamente a Andrew, quién ya había abierto la puerta y se disponía a salir, pero en el último momento se dio la vuelta y encaró de nuevo a su hermano.
—¡Y tengo todo el derecho para tomar las llaves del auto! ¿Por qué? ¡Porque soy tú hermano mayor! —y acto seguido cerró la puerta de un portazo, dejando a los dos con la boca abierta, después de aquel discurso tan deplorable de Andrew.
***
—¡Wow! ¡Andrew, ha estado genial! —dijo entusiasmado Chris, dándole unas palmaditas en la espalda.
—¡Uf! No sé si me habré pasado, pero me he podido desahogar de lo lindo —dijo volviendo a agarrar el aire que había perdido con su discurso.
—Oye, y es verdad que Madison es preciosa —dijo Chris feliz—. Haber si Carter sienta cabeza ya de una maldita vez.
—Seguro que lo hará… Con una chica como Madison, se verá pronto teniendo que cambiar su forma de ser.
—Jajaja… ¿Crees que será capaz de echarla? —preguntó Chris preocupado.
—Para eso estamos aquí, amigo, para que eso no ocurra —dijo guiñándole un ojo.
Se encontraban dentro del ascensor, sentados en el suelo, pendientes de si ocurría algo.
Aunque conocía suficientemente a Carter como para saber que no la iba a dejar marchar.
***
Carter y Madison seguían los dos estáticos, uno al lado del otro.
Éste sonrió de medio lado y comenzó a reírse, haciendo que Madison le mirara extrañada.
Tenía una risa grave y ronca, muy atrayente. Su sonrisa dejaba ver sus dientes blancos, impolutos y perfectos. Su nariz era alargada y recta, y sus labios finos y delineados.
No tenía aquellas ojeras que caracterizaban a Andrew, pero se podía percibir que Carter era más guapo que él, y eso ya era decir mucho.
No sabía qué hacer, así que se dirigió al pasillo donde se encontraba la habitación que había sido suya durante unos momentos, dispuesta a recoger su maleta e irse de allí lo más rápido posible.
Pero nada más llegar a la entrada del pasillo, la risa de Carter paró.
—¿Qué haces? —preguntó tranquilo, con voz grave. Se le notaba un tono de curiosidad.
Se dio la vuelta despacio y vio que la miraba.
No se había percatado antes de sus ojos, suponía que eran iguales a los de su hermano y así eran… aún así, más bonitos grises y profundos que los de Andrew, realzando así su nívea piel y su hermoso talante.
Su pelo era más corto que el del mayor, y lo tenía despuntado, junto con el flequillo liso, de color castaño y la luz hacía que le arrancara destellos dorados. Era muy alto, y parecía tener un buen cuerpo, notándose por los dos o tres botones que tenía desabrochados de la camisa.
—Voy a recoger mi maleta —dijo un tanto nerviosa.
—¿Por qué? —preguntó Carter.
Madison le miró incrédula, haciendo parecer que su pregunta no tenía ningún sentido. En ese momento se fijó en ella.
Era alta, con un cuerpo bonito, con curvas muy delineadas, piernas y brazos delgados y finos.
Tenía un color de pelo oscuro como la noche, pero que a él le pareció bonito. Lo tenía largo, le llegaba hasta la cintura, y tenía ondulaciones que parecían darle más volumen y el flequillo al lado.
A la luz de las lámparas, su piel era blanquecina y parecía de melocotón. Sus manos tenían largos y perfectos dedos, acabados en una uñas largas pintadas de un bonito verde. Su boca entreabierta dejaba ver unos labios carnosos y rosados y sus ojos eran como dos esmeraldas.
Las facciones afiladas y detalladas de su cara hacían que para él, fuera la mujer más hermosa que había visto.
Eso… o que todavía estaba borracho.
—Porque todo esto es un malentendido… Sé que tu hermano lo ha hecho con buena intención… Cómo para no saberlo —dijo murmurando y recordando el discurso de Andrew—. Pero este es tu apartamento, así que me voy —dijo dándose la vuelta.
—Espera, quédate —dijo impasible Carter.
Madison se dio la vuelta, sorprendida.
—P-pero, Carter…
—¿No me digas que te has creído el teatro de Andrew? —dijo cruzándose de brazos. Al ver que Madison le miraba sin decir nada, suspiró cansado—. Mi hermano ha hecho esa escenita para no tener que cargar con el sermón y supongo que Chris también estaba en todo esto —dijo poniéndose una mano en la frente.
Le estaba empezando a doler la cabeza de tantas tonterías.
—Aún si ha sido así, yo me voy. No puedo quedarme aquí, así por así —dijo Madison.
—Y no te vas a quedar así por así… No te vas a ir porque quiero que mi hermano vea que sí soy capaz de vivir con alguien —dijo tumbándose en el sofá.
—¡Ah, claro! ¡Así que sólo me vas a utilizar por salvaguardar tu orgullo! Pues ahora sí que me están dando ganas de irme —dijo molesta.
—Pues tú verás. Te quedas aquí o vives en la calle, te estoy dejando quedarte en la habitación de invitados por las buenas, pero si tú no quieres… —dijo sonriendo divertido.
Madison iba a replicar, pero se calló.
Tenía razón. De momento necesitaba un apartamento y no iba a pasar nada por tener un compañero…
—Bueenoo, pero por lo menos déjame pagar algo de las facturas del apartamento … No podría vivir a gusto si sé que estoy viviendo aquí sin tener que pagar nada —dijo resignada.
—¿Con qué dinero? —dijo divertido Carter.
A Madison se le subieron los colores de la humillación y enfado que le habían inculcado aquellas palabras.
—¡Eres un idiota, ¿sabes?! ¡Tú eres un niñato rico! ¡Pero hay gente que no lo es! —dijo iracunda, mientras que se encerraba en su habitación de un portazo…
Fin de flashback.
~•~•~
Un año después…
"¡Será el hombre más guapo que he visto en mi vida, pero es el más imbécil e idiota de todos los que he conocido!", pensó Madison molesta. "Debería haberme ido como iba a hacerlo desde un principio… ¡Pero no! ¡Porque me dejé llevar por sus palabras! ¡Ahhhhh! ¡Qué se muera!"
En ese momento' escuchó un fuerte puñetazo en la puerta y a Carter que gritaba:
—¡Me largo! ¡Estoy harto de tus malditos berrinches de niña pequeña! ¡Harto de que me digas que soy el culpable de todo! ¡Ahora te las apañas cómo puedas tú solita! —después se escucharon sus rápidos pasos alejándose de la puerta.
Sonaron las llaves y el sonido que hace la puerta al abrirse, pero no se escuchó cómo se cerraba.
Madison se levantó extrañada por no escuchar aquel portazo que hacía temblar todo el edificio cada vez que Carter se marchaba cabreado.
Salió de la habitación sin hacer ruido y se acercó de puntillas hasta el final del pasillo.
Cuando llegó, vio a Carter plantado en la puerta, con las llaves en una mano y la chaqueta en la otra.
—¿Qué haces, Carter? ¿Te has arrepentido, o qué? —él seguía sin moverse, así que comenzó a caminar hacia la puerta—. Jajaja, perece mentira que… ¡Pero qué demonios! —gritó Madison con una mano en la boca cuando se colocó al lado de Carter y vio lo que le había quedado paralizado.
Era una cesta, pero no contenía dulces, ni pan, ni otras cosas variadas… ¡Era un bebé!