Esa misma mañana, Dominic recibió la visita de su abuelo Belmont en su oficina.
Mientras firmaba algunos papales, su abuelo levantó su bastón y lo puso sobre la hija, haciendo que Dominic se detuviera al instante.
—He oído que quieres despedir a Juliette— Dijo Belmont en un tono tímido.
—No la quiero como secretaria, de hecho desearía no verla jamás— Confesó sin guardarse nada para si.
Belmont que tenía siempre una risa burlona, no la ocultó y se rió de sus palabras.
En ese mismo momento, Juliette entra a la oficina, llevaba algunos papeles en manos, pero se quedó estática cuando vio que Belmont estaba allí.
—Señor Belmont, no esperaba verlo aquí— Dijo un poco asombrada.
—Vine porque me di cuenta que mi nieto quería echarte, y por supuesto, no se lo iba a permitir.
Dominic apretó el botón de su silla eléctrica y se acerca a ambos con una cara de pocos amigos.
—No quiero ver a Juliette en mi empresa— Decía Dominic mientras seña ama a Juliette con el dedo acusador.
—Ha. No se irá y de hecho siempre estará en tu vida. Para tener todos mis bienes tienes que casarte y no veo que aún lo hayas hecho, peor no te preocupes, ya tengo esposa para ti— Respondió Belmont mientras miraba a Juliette.
Dominic se quedó helado ante las palabras de su abuelo. El silencio en la oficina se volvió pesado, cargado de tensión.
Juliette, aún con los papeles en las manos, miraba a ambos hombres sin saber cómo reaccionar.
—¿Qué estás diciendo, abuelo? —preguntó Dominic con incredulidad.
Belmont sonrió con astucia, apoyándose en su bastón. —Es simple, Dominic. Para heredar mis bienes, debes casarte. Y ya he decidido quién será tu esposa. Juliette es la candidata perfecta.
Juliette dio un paso atrás, su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y desconcierto. —¿Yo? —dijo en un susurro, incapaz de creer lo que oía.
—Exacto, querida —afirmó Belmont, volviéndose hacia ella—. Tú. Conozco a tu familia desde antes que nacieras y creo que serás una influencia positiva para Dominic.
—Esto es ridículo, abuelo —protestó Dominic—. No puedes obligarme a casarme con alguien. Y menos con ella.
—Tienes razón, no puedo obligarte. Pero si decides no hacerlo, perderás todo lo que te corresponde por derecho. —Belmont hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran hondo—. Piénsalo bien, Dominic. Tienes una decisión que tomar.
Juliette miró a Dominic, sus ojos buscaban alguna señal de lo que él realmente sentía. —Dominic, yo… no sabía nada de esto. Nunca quise que las cosas llegaran a este punto.
Dominic la miró, sus sentimientos en conflicto reflejados en sus ojos. Había una mezcla de ira, frustración y algo más.
Belmont suspiró y se dirigió a la puerta. —Tómense el día para pensar. Mañana quiero una respuesta definitiva. —Antes de salir, se volvió una vez más—. Recuerden, no se trata solo de negocios. Se trata de familia.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, la oficina quedó sumida en un silencio incómodo. Dominic miró a Juliette, quien estaba visiblemente afectada.
—Juliette, ni creas que me voy a casar contigo, eres una mujer que no mereces que te mire y menos que me case contigo.
Juliette estaba sin saber exactamente qué decir. —Lo sé, Dominic. Sé que me odias y aún no lo entiendo—
Dominic cerró los ojos, tratando de calmar la tormenta en su interior. — Por supuesto que te odio, Juliette.… Jamás uniría mi vida a una mujer como tú.
Juliette no entendía porque razón Dominic la odiaba tanto, no después de jurarse que se amarían siempre cuando eran niños.
Cuando llegó la noche, Juliette se disponía a marcharse, sin embargo, Dominic la detuvo.
—Si serás mi secretaria tendrás que hacer todo lo que te diga cuando yo quiera y a la hora que quiera— Le dijo con palabras firmes y duras.
—¿Qué deseas Dominic?— Preguntó sumisa.
Dominic salió de la oficina mientras que Juliette lo seguía, hasta que llegaron al parqueo de la empresa.
La puerta de su auto se abre, una especie de rampa se deslizó, el auto estaba hecho a su medida, a la medida de sus piernas inmóvil.
—Entra ahora— Le ordenó.
Juliette entró en silencio, no pudo pronunciar una sola palabra, después de un día tan complicado parecía que había decidido aceptarla.
Poco tiempo después, llegaron a un club nocturno exclusivo.
—No sabía que te gustaban estos lugares— Finalmente rompió el hielo y se expresó.
—Ha. Hay muchas cosas que no sabes de mí— Respondió mientras se deslizaba en su silla hacia dentro.
El lugar parecía tranquilo, no era un simple club. Estaban las personas más ricas del país.
—Señor Dominic, no pensé verlo algún día por aquí— Dijo un aparente colega.
—Solo vengo a relajarme un poco, ha de cuenta que no estoy aquí— Le pidió en tono de sarcasmo.
—¡Dominic!. Qué bueno verte, toma una copa de whisky conmigo— Dijo una joven mujer.
—¡Ana!. Por supuesto que si— Respondió con una sorbete amabilidad.
Dominic se movilizó hasta la mesa donde estaba aquella mujer, dejando a Juliette frente a la barra.
No podía evitar sentir celos y hacerse muchas preguntas dentro de si.
“¿Cuando fue que dejaste de amarme Dominic?”. Se preguntaba con respuestas incoherentes.
Dominic no solo tomaba con Ana, sino que también reía con ella y parecía ser que la seducía.
Cansada de verlo en aquella situación, Juliette decide ponerle un alto con palabras ocultas en intención.
—Dominic creo que es hora que de volvamos a casa, es decir, tú a tu casa y yo a la mía— Dijo con la garganta reseca.
Dominic la mira y sonríe, no le responde pero si lo hace cuando besa a Ana sin que ella misma lo esperara.