Después de que Edward se despidiera del departamento, Juliette quedó en la sala, contemplando las flores que él le había traído. Sus pensamientos estaban revueltos, tratando de asimilar todo lo que había sucedido esa noche. En ese momento, Ana salió de su habitación, con una sonrisa radiante y una expresión de pura emoción. —¡Juliette!— exclamó Ana, casi brincando de alegría. —¿Qué fue lo que vi? ¡Edward y tú se besaron!— Juliette se sonrojó, bajando la mirada hacia las flores. —Sí...— admitió, mordiéndose el labio. —Supongo que fue un poco precipitado. Estábamos en el momento, y...— —¿Precipitado?— interrumpió Ana, con una risa suave. —¡Juliette, eso fue increíble! Edward es un hombre maravilloso, y es obvio que se preocupa mucho por ti. Se nota en cómo te mira y cómo te trata.— J
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