Juliette, empapada y temblando, apenas pudo articular una palabra mientras se aferraba al marco de la puerta. —Por favor, necesito ayuda —logró decir, su voz apenas un susurro. La anciana la miró con preocupación y la hizo entrar rápidamente. —Ven, niña, no puedes quedarte aquí fuera con este tiempo. Vamos a calentarte y a llamar a un taxi. Juliette se dejó guiar al interior de la cabaña, donde la anciana la envolvió en una manta cálida y le ofreció una taza de té caliente. Mientras Juliette bebía el té, la anciana tomó el teléfono y llamó a un taxi, explicando la situación. —No te preocupes, querida. El taxi llegará pronto y te llevará a casa —dijo la anciana, dándole una suave palmada en el hombro. Juliette sonrió agradecida, sintiendo que la calidez de la manta y el té comenzaba