La mañana era ajetreada, ya que a Sandy se le había ocurrido la brillante idea de ir a hacer sus compras navideñas, y además de ir por una munición de regalos para los pequeños del orfanato. Seth se encontraba conduciendo la lujosa limosina de la joven, ya que ella le pidió al conductor que él manejaría. El joven trataba de concentrarse en el trayecto, pero Sandy se lo impedía con sus ocurrencias y comentarios graciosos, que por poco lo hacían sonreír, pero logró contenerse. Casi caía de nuevo en esa telaraña melosa y colorida de la que quería mantenerse al margen, él no estaba allí para entablar amistad con nadie, ni siquiera le había hablado a quienes sí fueron sus amigos en la niñez. Al llegar al centro comercial Seth bajó y le abrió la puerta a una risueña e ilusionada joven que iría