Son pasadas las doce de la mañana cuando estoy en frente de su casa, ocupa casi todo la cuadra, es grande y bonita de dos pisos, color crema con acabados de madera y un portón de acero. Llamo varias veces hasta que la voz de Jessica suena por el parlante a mi lado.
—¡Carajo! ¡¿A caso no sabes que hora es?! —Jessica dice molesta.
Me siento indecisa, nerviosa por lo que pudiera pasar, que no tomo en cuenta el tono con el que me responde. ¿Y si regreso a casa y pienso en otra manera de solucionar mis problemas? Tiene que haber otra cosa que pueda ser. Joder. A quien engaño, no había más.
—Soy yo... Catherine —digo al fin.
¿Y si Jessica solo estaba jugando al proponerme ser prepago y ahora sale y se ríe en mi cara por la gran broma que me jugó? No soy tan bonita como dijo, ni tampoco tengo buen cuerpo. Jessica sale de su casa, cubierta solo por una bata de seda fina color rosa, y no se si me mira alegre o sorprendida.
—Vaya, no pensé que vendrías tan rápido —dice engreída.
¿Estaba tan segura de que vendría?
Me muerdo el labio, mis manos me sudan y estoy un poco temblorosa, me doy cuenta en ese instante que hace frío, por los nervios y las prisas no he traído suéter.
—Anda, entra —me dice abriendo el portón. No digo nada mientras camino detrás de ella.
Jamás he estado ahí antes, pero me sorprendo al ver lo bonita, grande y lujosa que es su casa, por un momento me pregunto si tendré algo así algún día.
—No preguntaré a lo que has venido por que es demasiado obvio, solo te diré que es la mejor decisión que has tomado en tu vida. —Me giro para verla y está sonriendo. Yo no pienso lo mismo, es la peor y más demente decisión que he tomado, pero no veo otra salida.
—Solo lo haré una vez. —Lo he estado pensado desde que salí de casa, no quiero esta vida para mí.
—¿Cómo? —Su sonrisa se borra y ahora me mira con el ceño fruncido. Confusión es todo lo que veo en su rostro.
—Eso... Que solo me rentare una vez y no lo haré más. —Poco a poco se van estirando la comisura de sus labios, hasta que suelta una carcajada escandalosa y se sienta sobre uno de los sofás de cuero, mientras se toma el estomago.
—Pequeña, eres tan ridículamente incrédula, no me hagas reír. —Cambia su expresión a una sería—. Una vez que entres a este tipo de vida será muy difícil que salgas así por que si, pero esta bien, lo respeto. Solo una vez... Si puedes. —Me mira desde abajo, de nuevo con su sonrisa burlesca.
Ruedo los ojos, yo seré la excepción ya lo verá.
—Bueno ya esta. ¿Cuanto me pagarás? —lo he dicho, el dinero es lo único que me importa.
—Vamos con calma, primero tienes que tomarte unas fotos subidas de tono, luego las promocionare por mi círculo de clientes y llegará el que quiera rentarte. —Suelto un mohín nada convencida. Jessica mira su celular, no pensé que tendría que esperar tanto.
—¿Y eso cuanto tardará? —Me mira, esta vez escudriñándome.
—No lo sé, dos, tres semanas.
Cierro mis ojos desanimada, es demasiado tiempo.
—¡Oh!... Debí imaginar que no vendrías a mi si no fuera un asunto de vida o muerte. ¿No es así? —Ha captado mi urgencia y para que le digo que no si, si. La salud de mi mamá es un claro ejemplo de vida o muerte.
—Necesito dinero —le explico avergonzada.
—¿Cuanto necesitas? —Se para yendo hasta su cartera, la cual se encuentra en la mesita junto a la puerta—. Mira, ten... Si necesitas más solo dime.
Me extiende un fajo grueso de dinero y no puedo aguantar el alivio que derrocha mi alma, estoy a punto de tomarlo, pero Jessica lo retira y me advierte.
—Tenemos un trato, que no se te olvide, si lo haces sabrás que no soy tan buena persona como parezco. —Asiento, trago grueso y tomo el dinero, no quisiera conocer su lado oscuro. Lo cuento y es más de lo que necesito. Mierda. Es demasiado. ¿No estará dándome de más? Con este dinero podría pagar el tratamiento de mamá, y la renta a la vez.
—¿Esto es lo que me pagarás por una vez? —pregunto incrédula, tal vez se ha equivocado.
—Corazón, eso solo es la mitad de lo que te pagaré por una vez. —Me abraza por los hombros y yo no puedo evitar estar boquiabierta, suelta una risita ante mi asombro.
—Gracias —le digo cuando me suelta.
—Nada de gracias, es solo un buen intercambio, tu cuerpo por dinero. —Por un instante la idea de venderme desapareció, pero es verdad tenía que pagar este dinero, nada es de a gratis —. Mañana tendremos un evento, es el cumpleaños del jefe de la mafia más importante en la ciudad y pidieron variedad. Puedo llevarte. Si tienes suerte tal vez te renten esa noche. —Saca un cigarrillo de su cartera y se lo lleva a la boca, prendiéndolo con el encendedor.
¿La mafia dice? Trago grueso, es uno de esos contravandistas de drogas y matones a sangre fría, me muerdo el labio preocupada.
—No pasa nada, ante todo siempre está la seguridad de mis chicas, jamás te obligaran hacer algo que no quieras. ¿Entiendes? —dice mientras inhala del cigarrillo sosteniéndolo entre sus dedos índice y corazón.
Asiento, pero aun así no me confío. ¿Que podría hacer ella contra un arma o incluso yo que podría hacer si me apuntaran con una? Ya no pienso en eso, no hay marcha atrás, ya acepté y no puedo regresar el dinero.
—Esta bien, lo haré. —Sonríe y me abraza de nuevo, entusiasta.
—Ya verás que se pelearán por ti. Tienes cintura pequeña y caderas anchas, pero lo que realmente va a llamar la atención de todos es el gran trasero que tienes, a los hombres los vuelve locos unas buenas nalgas, sin contar que eres muy hermosa. Una inocente rubia. —Me sonrojo, nunca nadie me había dicho algo así—. Te veré aquí a las ocho de la noche, te alistare para que vallas presentable al evento. ¿Entendiste? —Asiento de nuevo, un poco asustada por todo.
Ya estoy caminando de regreso al edificio después de ir por el medicamento de mi mamá a la farmacia 24/7, llego al apartamento donde verifico que ella se encuentre bien. Me alegra ver que se encuentra durmiendo tranquilamente, le pongo su medicamento en la cómoda, donde podrá tomarlo sin problema alguno.
Regresó al sillón mirando el reloj que cuelga de la pared, dormiré poco menos de cuatro horas, apenas tendré tiempo de alistarme para llegar al café. Me dispongo a descansar sin pensar demasiado en lo que estoy a punto de hacer, pienso en mi mamá pidiendo por su perdón, seguramente si supiera lo que voy a hacer la mataría del disgusto, pero prometí que solo sería una vez, solo una, después buscaré un trabajo extra y sacaré a delante mis problemas.
Me pongo el uniforme del café después de darme una despertadora ducha de agua fría, he salido muy temprano al súper, compré algunas cosas para la comida. Preparo el desayuno, unos huevos a la benedictina con salmón y un café con leche para mamá y yo, tenía que comer bien cuando la ocasión lo permitiera. Ella aún está durmiendo, así que le guardo la comida dentro del horno antes de salir.
—¡Catherine! —escuchó la voz austera de la señora Saltzman cuando sale de su apartamento.
—Aquí tiene. —Saco el sobre de la bolsa de mi chaqueta antes de que diga algo más y se lo entrego, a diferencia de lo que pensé, ella se queda boquiabierta y no dice nada. Bajo las escaleras alegremente y a pesar de que no he dormido me siento de ánimo, aún que todo ese ánimo desaparece al recordar como tengo que pagar el dinero que me dio Jessica.
Cada vez que lo recuerdo me obligo a reprimir el sentimiento de culpa, asco y decepción que siento por dentro. Sé que tarde o temprano o mejor dicho, hoy en la noche, tendre que afrontar mi realidad.
Camino directo al café, Laura ya se encuentra acomodando las mesas antes de abrir, también trabajo con ella ahí, además de hacerlo en el MUNBAI. Es por eso que nos llevamos muy bien, ella es un poco como yo, solo que sin problemas tan extremos de dinero.
—Que bueno que llegas. Sam sé está volviendo loco buscando las comandas de ayer. ¿Podrías ayudarlo? —Me pide suplicante, muy probablemente Sam ya le haya gritado por el extravío de los pequeños cuadernillos. Ruedo los ojos. Siempre es lo mismo con ese hombre.
—¿No te preocupes? —Le sonrío y me dirijo hacia la oficina de mi querido jefe.
Lo encuentro con un desastre a su alrededor, papeles esparcidos por todo el suelo mientras él parece dar un berrinche ahí mismo, ignoro lo que está a punto de decir y me acerco a la pequeña cajonera de la esquina, donde abro el último cajón sacando las comandas y se las arrojó en la cara, el mismo las guardo ahí y si no lo hubiera visto cuando lo hizo estaríamos como él, ahora mismo.
Me pongo en marcha, todo está listo, y poco a poco los clientes van llegando.
—Buenos días. ¿Que va a pedir? —miro de reojo al sujeto en la mesa, él se encuentra estudiando la carta sin levantar la mirada.
—Tráeme un café americano y un sándwich de pavo sin las orillas —me dice, aún sin mirarme. Apunto su pedidos y lo llevo a la cocina, en poco menos de diez minutos regreso a la mesa, ya con su pedido en mano.
—Que tenga buen provecho —digo amable, es ahí cuando él levanta la vista y me observa.
—¡Wow! —susurra. Ahora lo puedo ver mejor y el hombre párese mayor pero no por eso menos atractivo, unos treinta o treinta y cinco años, tal vez, viste casual con una camisa de vestir color azul marino, entallada y pantalones negros.
—¿Disculpe? —pregunto confundida.
—¿Trabajas aquí? —suelta con su voz gruesa mientras me escudriña de pies a cabeza mordiéndose el labio, su actitud me desconcierta.
—No es algo obvio. —Le señalo el uniforme—. Provecho —Estoy a punto de irme pero me detiene tomando mi mano. ¿Que le pasa?
—¿Como te llamas? —me pregunta pero no pienso darle mi nombre, es muy extraño—. ¿Sabes que? Mejor dame tu numero de teléfono y no se, tú y yo podíamos quedar y vernos en algún motel.
Esta totalmente fuera de si. ¿A caso me está proponiendo que me acueste con él? ¿Cree que esto es un burdel? Ni loca le doy mi nombre y menos mi número, que en realidad no tengo, pero que si lo tuviera no se lo daría.
—Es usted un idiota.
Me suelto de su mano, furiosa por su falta de respeto y él solo sonríe sinvergüenza. Me marcho dando zancadas hasta la cocina. Que tipo, ni que estuviera tan guapo para pretender que le haré caso, bueno, tal vez lo hubiera hecho si no me proponía acostarme con él en la primera cita.
—¿Que pasa Cat? —me pregunta Laura cuando me observa un poco inquieta.
—Mira ese tipo. —Señalo la mesa donde se encuentra desayunando tranquilamente, como si nada hubiera pasado—. ¡Puedes creer que me propuso que me acostara con él!
—¡¿Esta loco?! Espera aquí... —Esta a punto de ir a reclamarle cuando la detengo del brazo.
—No es necesario que le grites y reclames, no tienes por qué hacer más grande el problema.
—Yo que ustedes me quedaba quieta donde estoy —Sam dice a nuestras espaldas y nos giramos al escucharlo —. Aquel hombre... —mira detrás de mi—. Es de cuidado. No tienen ni idea de quien se trata y si aprecian algo sus vidas es mejor que no se le acerquen.
Laura y yo nos miramos expectantes sin entender nada. Regreso la mirada hasta el hombre misterioso de hace un momento y no creo que sea alguien peligroso, digo, a parte de ser un idiota se ve totalmente normal.