Prólogo

2944 Words
Suelto un suspiro cansada y retomo la marcha a la mesa 3. Llevo en mi mano la charola con un par de desayunos completos. Los entrego con amabilidad y regreso a la cocina en busca de otro pedido de comida, así paso toda la mañana, rodeada de gente, llevando comida de aquí para allá. Al final de mi turno no siento los pies, pero no puedo descansar, ya que voy corriendo hasta la clínica del Doctor Silver donde trabajo de intendente de dos de la tarde a ocho de la noche. Termino muerta. Antes de irme a mi tercer trabajo, me cambio en el baño de la clínica, me pongo ropa un poco más ajustada y peino mi cabello soltandolo sobre mis hombros. Uso un poco de maquillaje, donde voy lo necesito. —¡Nos vemos mañana Doctor Silver! —Me despido tomando el sobre de mi paga. —¡Nos vemos Cat! —Escucho antes de salir. Ocho y media de la noche, me encuentro en el centro nocturno MUNBAI, donde sirvo tragos. El ambiente se encuentra tranquilo por el horario, pero no tarda en llenarse de gente. Saco de mi mochila los dos sobres de las pagas del día. Hago unas cuentas. Aún con el dinero de esta noche no podré completar para el alquiler del mes, y menos para el medicamento que le han recetado a mi mamá para su enfermedad del corazón. Por más que me esfuerce, el dinero no me alcanza para nada, los tratamientos para el corazón son cada vez más caros y los medicamentos, ni se diga, eso sin contar el alquiler del mes, los préstamos que debo, los servicios de la casa y comidas. De seguir así tendré que buscar otro trabajo. Resoplo cansada. —Cat, sírveme un Mai Tai plis. —Jessica me pide al sentárse en unos de los bancos de la barra. Se nota alegre mientras pone sobre el mármol su cartera Channel. Sus labios rojos combinan muy bien con el vestido n***o que no puedo ver por completo, pero que puedo jurara que es corto y acentúa su figura. —Hola Jessica. ¿Que te trae por aquí? —Guardo los sobres de nuevo en mi mochila y la dejo de bajo de la barra. Empiezo a llenar una copa con hielos para verter el Ron oscuro, licor de cassis y jugo de piña —Ya sabes corazón, negocios. —Arqueo una ceja, curiosa y le entrego su bebida. La toma con una sonrisa bebiendo de ella por el sorbete y hace un gesto encantada. Si Jessica es conocida en este lugar, es por lo mucho que "Trabaja" Poco después un sujeto con fino traje, joyería escandalosa y sobre peso se sienta junto a ella, por sus rasgos marcados y la notoria calvicie, puedo decir segura que tiene unos cincuenta años o más. Observo como el sujeto saluda a Jessica de beso en la mejilla y la abrasa como si fueran más que solo conocidos, mientras limpio los vasos y copas junto a la barra. No es que sea chismosa pero no tengo nada más que hacer por el momento... Además de que la curiosidad es mi debilidad. Los ojos de Jessica brillan cuando lo ve y algo me dice que no es precisamente por que el señor sea un galán. —Buenas noches Señor Smith. —Le sonríe socarrona, haciendo que él niegue con la cabeza. —Llámame Arthur, por favor. Me haces sentir viejo. —Me río por lo bajo, pues viejo ya es—. ¡Ey chica!... Puedes darme un coñac triple seco. Casi me caigo para atrás al pensar que ha escuchado como me he burlado de él. Gracias a Dios no es así. Rápidamente sacó el vaso con hielos y el coñac. —Aquí están las fotos de las chicas. —Jessica le entrega un fólder color n***o con engargolado. —Aquí tiene. —Le extiendo el vaso por la barra, el me mira curioso y hasta coqueto cuando toma la copa rozando mis dedos, me hace sentir extraña, aunque ya esté acostumbrada a tipos como él. Baja la mirada después de eso para abrir el fólder. Me quedo parada en mi lugar, donde puedo apreciar a simple vista las fotos de mujeres jóvenes con atuendos muy provocativos. Conozco el negocio que maneja Jessica y por que tiene tantas cosas costosas y un auto de ensueño. Todos lo saben aquí, solo que nunca la había visto trabajar de cerca. Cuando cumplí veinte años, mi mamá me pidió que jamás me acercara a ella, nunca me dijo la razón, pero años después lo supe por simple coincidencia. Jessica es la proxeneta más cotizada de la zona y puedo asegurar, que de la ciudad entera. Tiene a su disposición a cientos de mujeres hermosas que se venden por dinero, en Nueva York son más conocidas como prepagos. Sus clientes más frecuentes son los políticos, empresarios y mafiosos, todos buscando solo una cosa, alguien que satisfaga hasta su más asqueroso deseo s****l. Joder de solo pensarlo se me eriza la piel... ¿Como pueden ser capases de vender su cuerpo sin una pizca de vergüenza o remordimiento? ¿Como pueden acostarse con personas así, como el señor Smith? Señores que les doblan la edad y los kilos. —¡Esta niña está muy hermosa! —dijo Smith tocando con sus regordetas y arrugadas manos la foto de una chica que parecía de mi edad. —Es Samanta, una niña encantadora y muy complaciente. —Sonríe coqueta y toma otro sorbo a su bebida. —La quiero... Pero también me interesa esta. —Ahora mira la foto de otra chica, es igual de hermosa que la anterior, su cuerpo es más curbilineo y es de tez morena. —Ella es Karen, una chica muy cautivadora y poco usada. Es de las nuevas que acaban de llegar del caribe. —Se alisa coqueta su cabello largo. ¿Tendría algo de raro si digo que me está dando asco su conversación? Pobres chicas... Aunque es su decisión, nadie es obligada a convertirse en prepago, al menos no con Jessica. Muchos la buscan por sus servicios, pero muchas más llegan a ella para pedirle trabajo. —Las quiero a las dos mañana en mi casa, a las nueve de la noche —termina por decir tomando el último trago del coñac triple seco—. Espero la información de tu número de cuenta lo antes posible para que te deposite el adelanto, el resto lo tendrás cuando termine con ellas. —Claro, se los proporcionare a tu secretaria por mensaje. —Jessica sonríe y asiente satisfecha cuando Smith se va. Se acomoda sobre su asiento y suelta un suspiro, hojeando las fotos del fólder. Levanta su vista notando como la observo. —¿Algún problema? —Me mira con recelo y me encojo de hombros restándole importancia, no era mi asunto después de todo—. ¡Ay Catherine!... Eres una tonta. —Frunzo el ceño. ¿Por que dice eso? —¡¿Perdona?! —¿A caso no te has visto al espejo? ¡Niña por Dios! Incluso el señor Smith se dio cuenta. —Parece exasperada por mi falta de razonamiento. —No te entiendo, explícate —Le exijo confundida. —Tienes un hermoso rostro y un cuerpo de encanto, serias una excelente prepago. Te aseguro que si tu foto estuviera aquí... —Señala el fólder—. Arthur te hubiera escogido al instante. Abro mis ojos estupefactos, mientras se me forma una sensación de asco en mi estómago. ¿A caso esta loca? —¡¿Que?! ¡No! ¡Yo jamás...! —Si, si...Jamás vas a venderte, es algo horrendo, indecente, bla, bla, bla. Ya me lo han dicho... Pero dime. ¿Ya cubriste los gastos del tratamiento para tu madre?. —Mierda. Si no podía ni siquiera pagar un mes de renta, ya pagaría lo de la enfermedad de mi mamá—. Lo vez, con una noche que trabajaras para mí, tendrías para el tratamiento de un mes de tu madre más sus medicamentos. —Estoy más que sorprendida. Pero a caso... ¿Paga tanto? Es mucho dinero, ni haciendo tiempos extra en cada uno de mis trabajos juntaría para lo de una semana de tratamiento. —Yo... —Voy a negarme, si, estoy desesperada, pero tampoco caería tan bajo, solo de imaginarme con un tipo como esos, no, que asco. —No digas nada. —Me dedica una sonrisa ladina, toma su cartera y saca un billete de Cincuenta dólares—. Ya sabes donde encontrarme si cambias de opinión. —Los pone sobre la barra y me mira penetrante antes de irse contoneado sus caderas. Resoplo cansada. Esta loca si cree que la buscaré. Miro el reloj. Ya casi es media noche, poco a poco se puede ver más gente en el lugar. —¡Cat! —Laura me saluda con alegría, mientras preparo un cosmopolita, me toma por atrás de la cintura depositando un beso casto en mi mejilla—. ¿Como ha estado el ambiente? —me pregunta mientras se pone el mandil sobre su regazo y se lo amarra a la cadera. —Mmm, lo de siempre —digo tratando de aparentar desdén y le entrego el cosmopolita a la chica a mi lado. Lo único diferente de la noche fue la muy indeseable propuesta de Jessica. —¿Segura? —Frunce la mirada y yo desvió la mía. —Si, solo Jessica... —Suelto para contarle lo sucedido, pero me calla soltando un alarido. —¡¡Ash!! A Esa ni me la menciones, no la soporto. — a Laura no le agrada Jessica y se de sobra por que—. Es una vividora explota personas. Odio cuando ocupa mi lugar de trabajo para su tráfico de blancas. Opto por quedarme callada al respecto, era mejor no hablar del tema, solo era una tontería de todas formas. —Ya, ya, si sigues así se te explotará una vena. —Me quito el mandil y empiezo a tomar mis cosas, es hora de ir a casa a descansar al menos unas horas antes de volver al trabajo. —¿En serio no vino nadie más interesante? —Mueve sus cejas sugerentes y yo la escudriño con la mirada, esperando que no se le vuelva a ocurrir la mala idea de buscarme un pretendiente, apenas si tengo tiempo para mi. —No —digo tajante. Laura suelta un puchero decepcionada y se pone a limpiar la barra como si nada. —Me voy, te veré mañana —me despido de ella con un beso en la mejilla. Camino hacia la salida y alzo mi mano antes de salir. Tomo un taxi, ya que a esa hora los autobuses ya no pasan, tampoco es que viva muy lejos, pero estoy demasiado cansada para caminar. Gastaré un poco de dinero en el p**o del transporte, pero aun así no he completado para la renta y le ruego a todos los dioses para no toparme con la señora Saltzman. Cuando llego al edificio de cuatro pisos, me adentro sigilosamente por las escaleras, estoy a punto de llegar a la puerta del departamento cuando escucho la voz de mi arrendadora. Mierda, me quedo estática. —¿Catherine, ya tienes mi encargo? —Se escucha molesta. —Aún no señora Saltzman... Pero prometo tenerlo mañana. —Estoy dándole la espalda, no quiero voltear y encontrarme con su rostro furioso. Da mucho miedo cuando se encuentra en ese estado. —¡Mañana, Mañana! Eso me dijiste hace una semana... Si no tengo el p**o mañana a primera hora te echaré a ti y a tu madre a la calle, no me importa que esté enferma, esto es un negocio no una casa de beneficencia. —Me sobre salto cuando azota la puerta de su apartamento al entrar. Cierro mis ojos por un segundo, ¿Ahora que voy hacer? Si no tengo para mañana lo de la renta nos echará a la calle, y estoy segura de que lo hará...Por un momento Jessica llega a mi mente recordando su propuesta. ¿En que diablos estás pensando Catherine?... ¿A caso quieres venderte? Niego enseguida con la cabeza. Retomo mi camino hasta entrar al pequeño cuarto de cuatro paredes que me rodea, todo se encuentra en penumbras a excepción de la poca luz que se filtra por la puerta entre abierta del cuarto de mi mamá. Ella se ha quedado dormida esperándome, le he dicho muchas veces que no se preocupe por mí, pero para ella siempre seré su bebé, aun cuando me case y tenga hijos, sonrío con nostalgia, dudo mucho que llegue a casarme y formar una familia, apenas tengo tiempo para dormir, no tengo ánimos ni fuerzas para pensar en el amor en este momento. Solo estoy dedicada a cuidar de mi mamá, ella es todo lo que tengo después de que papá muriera hace diez años, y luego de eso le detectaran la enfermedad en su corazón, yo soy el sustento para ambas. Le doy un beso en la frente y se remueve al sentirme. —¿Caty?... —susurra entre abriendo sus ojos somnolientos. —Shhh... Duerme ya estoy aquí —le digo con ternura. —¿Vas a cenar?. —Trata de pararse, pero la detengo. —No te preocupes ya cené. —Miento. La verdad solo desayuné lo que me dieron en el café, pero no importa, no es como si fuera la primera vez que me quedo sin comer. Hay unos cuantos huevos hervidos que serán su comida de mañana, no quiero quitárselos, ella los necesita más que yo—. Duerme, yo iré a dormir igual. La beso de nuevo, se recuesta y apago la luz antes de salir a la sala y acostarme en el único sillón viejo que tenemos, donde duermo desde hace mucho. Me tapo con una manta delgada mirando la oscuridad del cuarto, pequeñas lagrimas empiezan a rodar por mi mejilla, mi vida es una mierda. ¿Por que es tan difícil querer estar bien? Un techo donde vivir, donde no falte un plato de comida en la mesa, donde mi mamá no esté muriendo por una maldita enfermedad. No importa cuanto me esfuerce o cuanto trabaje, no puedo tener lo que quiero, no pido lujos, ni cosas ostentosas solo pido sobrevivir. El sonido de mi mamá pidiendo ayuda hace que me pare a toda prisa. Sin tiempo de poder ponerme los zapatos. Se sacude en la cama mientras lleva una mano a su pecho y abre los ojos desesperada. Es otra de sus crisis, busco en la encimera donde se supone tiene que estar su medicamento, pero al abrirlo no hay nada, la sangre baja estrepitosamente de mi cerebro al sentirme impotente. No hay, ya no hay más medicamento. Miro a mi madre, apenas han pasado unos segundos, segundos donde ella está sufriendo y no sé que hacer, ahora soy yo quien siente el corazón estallar por la impotencia. Puede morir si no le doy su pastilla, maldigo mil veces, tenia que comprársela hace días, pero sin dinero. ¿Qué podía hacer? Joder. Salgo a toda prisa a la cocina donde están otros medicamentos, busco en los envases pero todos están vacíos, hasta que encuentro una pastilla, la última, sirvo agua en un vaso y regreso al cuarto a toda prisa, sostengo a mi mamá para que pueda tragar la pastilla y luego un poco de agua. Después de otros segundos, empieza a regularizarse poco a poco y siento como mi alma regresa a mi cuerpo, suspiro aliviada. —Ya pasó mi amor, tranquila —susurra con su voz ronca al verme llorar. Me acaricia la mejilla limpiándola con sus dedos, no puedo contenerme ante ella y llorar después a solas, me aterroriza la idea de que muera. ¿Que haría sin mi mamá? —Lo siento. —Le pido y la abrazo con mucha fuerza. —¿Por que lo sientes mi amor? —me dice con ternura. —Debí comprarte el medicamento —digo entre sollozos. —Tranquila cariño... Yo lo siento más, soy una carga para ti. —La miro y está llorando igual. No, no quiero verla así, no quiero que piense que es una carga, por eso siempre me guardo el dolor para mi sola—. Tú deberías de estar terminando una buena carrera y no estar trabajando hasta tarde por una vieja enferma como yo. —Por favor no digas eso... Eres todo lo que tengo... Lo único que me importa, si tú me faltaras... —¡Shh! Ya pasó, no pienses en cosas tristes. —Asiento para tranquilizarla pero estoy muy preocupada, no tiene medicamento. ¿Si le da otra crisis y no estoy? Aunque si estuviera no serviría de mucho si no hay como controlarla. Mierda, me muerdo el labio. —Ve a dormir hija, estoy más tranquila. Es mejor que descanses. —Me retiro cabizbaja para dejarme caer sobre el sofá. ¿Que debo hacer?... De nuevo la conversación con Jessica vuelve a mi mente, niego. ¿Pero si mi mamá vuelve a tener otra crisis? Si no debiera la renta podría comprar su medicamento con el dinero que tengo ahora, pero si no la p**o mañana nos echaran a la calle, estaba en un maldito dilema. "Tendrías para un mes de tratamiento de tu madre más medicamentos" Me siento en el sofá y me pongo los zapatos, salgo del apartamento, solo hay una solución a mis problemas y aunque me duela admitirlo esa solución era convertirme en prepago. . . . . .
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