Una pequeña sonrisa sincera creció en los labios de Caden ante los quejidos que emitió Asher por sus palabras. Admirando el furioso tono rojizo que se apoderó de las nalgas bajo sus manos, el lobo de Caden aulló felizmente ante la marca que habían dejado en ese cuerpecito.
Acariciándolas dulcemente, el hombre lobo esperó el tiempo suficiente para que Asher calmara su respiración y el peligro de que llegara a su orgasmo cesara. Solo entonces, alejó sus manos de su pareja.
Por un momento, la incertidumbre apareció en Caden, cuestionándole si no estaba yendo demasiado lejos con su humano. Después de todo, la mayoría de sus antiguos amantes ya estarían quejándose por su exagerado castigo. Y el perfecto tono rojizo en esas perfectas nalgas le anunciaba al hombre lobo que no lo había golpeado
