─Sí, Kilian, ¿Tienes tiempo? Necesito hablar contigo─ su voz suena seria.
─Claro, ¿de qué quieres hablar?
─Me he enterado de tu compromiso. Y como somos socios, debo de saber si este asociamiento seguirá después de que firmes los papeles de matrimonio─ sus palabras me sacan de orbita.
─Todo seguirá igual, solo… que mi esposa, también estará a cargo de mis acciones, por lo tanto, ella podrá negociar directamente contigo─ comienzo a suponer lo que sería sí realmente esa boda se llegara a realizar, cosa que no pasará.
─Oh, me alegra escuchar eso. ¿Podría realizar una reunión con ustedes? Así quedamos bien informados con lo que se realizará a partir de ahora─ propone rápidamente.
─Claro, dime cuándo.
─¿Te parece mañana?
─Está bien, allá estaremos.
─Bien… Kilian, felicitaciones por tu compromiso─ su voz comienza a suavizarse.
─Gracias.
─Nos vemos, en la empresa. ─Dice finalmente, colgando la llamada.
Me quedo observando la pantalla. ¿Es posible que esto llegue tan lejos?
─¿Señor?─ Pregunta el chico, atrapándome en medio de un pensamiento.
─¿Todo listo?─ Inquiero velozmente.
Pasando por una tienda de flores, aprieto el volante en medio de una decisión.
─¿Estás seguro, Kilian?─Me pregunto, observando la pequeña tienda.
─Pues… son solo flores, no es como si estuviera diciendo algo más.
─Sí, son flores inofensivas, solo eso.
Abro la puerta con decisión, acercándome a la pequeña tienda con aspecto agradable y un olor fatigante a flores.
─Un ramo de rosas rojas, por favor─ le pido a la ancianita sonriente, quien llevaba rato observándome de forma acosadora mientras me quedaba en blanco, viendo las flores.
¿Qué? Nunca sabes lo que el dragón de Lauren pensará, además, las rosas rojas son lo suyo. El color rojo al parecer es su favorito, a parte del blanco.
─Espere… también uno de rosas blancas─ le detengo rápidamente.
Es mejor prevenir. Supongo, dejando una curvatura nerviosa en mis labios.
Llegando a la puerta de la casa, observo el cielo a punto de oscurecerse. Súbitamente, una sutil música que proviene del interior me mueve a entrar con más velocidad.
Mis ojos vislumbran las velas y la decoración cambiada de la sala, camino hacia la cocina con las cosas en mis manos, junto a los dos ramos de flores llamativos, que comienzan a hacerme dudar de mí mismo.
Pasando el umbral de la cocina, mi cuerpo se detiene de repente. Al ver a Lauren con un vestido rojo ceñido a su cuerpo, mientras se mueve al ritmo de la canción alrededor de la cocina. Como si estuviera dentro de su zona de confort, haciéndolo con naturalidad. Trago grueso, al escanear su cuerpo.
Ella se da la vuelta, sobresaltándose.
─Hola─ murmuro, sin dejar de observarla.
Su rostro se encuentra levemente maquillado, dejándome el placer de ver todas sus pecas plasmarse en su nariz. Sus labios, tornados de un pálido rosado y sus osos resplandeciendo en su color chocolate, dándole un brillo grisáceo. Dios, esos ojos me tienen excitado.
─Deberías de avisar─ suelta, de forma tajante.
Una sonrisa inmediatamente aparece en mis labios.
─Es mi casa, si no se te ha olvidado.
Dejo las cosas en la encimera con su mirada en ellas.
─¿Qué son esas cosas?─ Pregunta cruzando los brazos.
─Cosas─ respondo con picardía.
─Eres todo un genio, Kilian Valech─ su voz suena esplendida al pronunciar mi nombre de forma musical.
─Lo sé.
Ella tuerce los ojos ofuscadamente.
─¿Y… esas flores?
Su pregunta, me hace encoger los hombros con gracia.
─¿No me digas…?
─Tampoco te imagines cosas locas en esa cabecita. Son solo flores, Lauren─ le interrumpo rápidamente.
Sus labios se separan levemente. ¿Le he sorprendido?
─¿Qué cocinas?─ Pregunto para evitar el silencio incómodo. Ella se da la vuelta, observando lo que está en la cocina.
Me acerco a ella, evitando la distancia que nos separaba.
Inclinándome, observo, tomando una olfateada.
─Exquisito─ murmuro.
Ella suelta una risa suave.
─¿Qué?─Inquiero frunciendo el ceño.
─Estás oliendo el agua sucia─ pronuncia, haciendo que me aparte rápidamente.
─¿De cuándo acá se cocina el agua sucia?
─Estaba por botarla. Calma, no comerás eso… o sí.
Sus comisuras forman una sensual sonrisa. Dejándome atónito.
─Lauren…
Sus ojos se abren en atención a mi llamado.
─Olvídalo─ me direcciono rápidamente a la salida de ese lugar en donde su imponente presencia me descontrola.
Subo a mi habitación, para darme una ducha fría con rapidez involuntaria.
Me apoyo de los azulejos de la ducha, encontrando una estabilidad, mientras mi respiración comienza a nivelarse. Mi corazón golpea mi pecho con furor.
¿Qué está ocurriendo conmigo?
Levanto la mirada, tomado una bocanada de aire. Coloco mi mirada fría en un punto fijo, dejando que todo lo que se estaba descontrolando, vuelva a su estado natural.
Luego de abrocharme la camisa sin los gemelos. Bajo las escaleras, para encontrarme con los padres de Lauren, hablando con ella efusivamente. Su madre levanta su mirada, hacia mí. Esbozo una sonrisa cuando ella se da cuenta de mi presencia. Me acerco a ellos, saludándoles.
Su madre me abraza de forma maternal, haciéndome sentir un poco incómodo por el inexistente afecto de ese gesto que nunca he recibido.
─Que guapo te ves─ murmura de forma alegre.
Su sonrisa sincera, me hace obsérvala con perplejidad.
─Oye, amor, ¿Y yo qué tal me veo?─Le inquiere su esposo con gracia.
Sonreímos por eso.
Lauren, sorpresivamente, se acerca a mí, acomodando mi corbata. Observo su rostro cercano al mío, colocándome en una posición comprometida. Se aparta, dándome sus ojos, un placer indiscutible por supuesto.
─Estaba un poco desordenada─ explica, apartándose.
Sus padres nos observan con gran entusiasmo, ¿qué hermosa mentira, no?
─¿Tienen hambre?─ Inquiere Lauren efusivamente.
Todos aceptamos comenzar a comer. Y sentándonos en la mesa que no había sido utilizada desde que fue comprada, y arreglada, solo hasta que Lauren se adueñó de todo. Podría decirse, que hasta mi mente, le comienza a pertenecer, ella comienza a destruirme la falta de atención.
La comida que se encuentra en la mesa se ve exquisita; falafel con crema de garbanzos, asado n***o y otras delicadeces árabes. Sorprendiéndome en desmedida por su elección.
─Esta es una cena singular─ pronuncia su padre.
─Es que… a Kilian le gusta mucho las comidas y tradiciones árabes─ habla Lauren, dándome una mirada rápida.
─Oh, sí─ murmuro, comenzando a comer.
Un gesto de ternura se oye de parte de su madre.
─Es muy bonito que hayas preparado la cena pensando en tu futuro esposo, en serio, esto es indudablemente puro amor─ las palabras de su progenitora me llevan a levantar la mirada de mi plato con perplejidad.
─Bueno, es que… por eso nos vamos a casar, porque nos amamos─ agrega Lauren, un poco nerviosa.
Otra mentira.
─¡Que emoción!─ Exclama su madre efusiva.
─Hablando de la casarse ¿Cuándo será la boda?─ Inquiere su padre con atención.
Nos miramos mutuamente, tratando se adivinar qué decir. Esto no lo habíamos llegado a negociar.
─Dentro de un mes─ suelta Lauren.
Frunzo el ceño ante la fecha extensa.
Durante la comida, se habla de la boda. Me quedo sin oír los detalles del evento épico.
─Kilian ¿podrías traer el postre?─ Me propone Lauren.
Asiento con una sonrisa forzada. Para encaminarme a la cocina.
Vislumbro dos ramos arreglados en sus respectivos jarrones, sobresaltando en la cocina. Busco con gran atención el postre, encontrándome con una torta de chocolate. El olor es alucinante y su aspecto deja buenas expectativas. Esbozo una sonrisa inertica al ver el pastel. Lo sujeto en mis manos, para encaminarme de vuelta a la mesa.
De repente, las voces de ellos en una conversación, detienen mi paso.
─Nunca pensábamos que ustedes iban a quedar juntos, y menos con lo que te hizo ese día cuando te visitó en Londres junto a Sebastián, su comportamiento dejó mucho qué decir… pues, pobre de Jean. Él solo quería salir contigo y él reaccionó de una forma escalofriante… ─ habla la madre, erizándome la piel.
─Pues, bien merecido que lo tenía… no sabíamos que después de unos años engañaría y le haría daños a nuestra Lauren… bien que lo tenía escondido ese desgraciado. Tal vez, Kilian lo quería evitar y nosotros dimos la vista gorda─ mi pecho comienza a elevarse por la respiración acelerada, los recuerdos comienzan a torturarme. Viniendo a mí como una tormenta irrefutable.
─ Papá, es suficiente... ─ Habla Lauren, como si no quisiera recordar aquello.
Doy un paso atrás casi perdiendo el equilibrio, los recuerdos empiezan a reproducirse en mi cabeza, como una especie de castigo tortuoso.
Caminaba por las calles húmedas de Londres, pareciéndome un lugar aburrido y sombrío.
Sebastián, llevaba en sus manos una botella de Bourbon, haciéndome esbozar una sonrisa mientras negaba con la cabeza.
─No creo que a Lauren le agrade nuestra llegada improvista, tal vez y ni se acuerde de nosotros─ dije, salpicando con mis botas negras el resto de agua que dejó una lluvia pasajera.
─¿Cómo crees que se va a olvidar de ti, si le escribes cartas diarias? Joder, lo que podría hacer es fastidiarse de ti─ soltó de forma burlona. Inmediatamente, le proporcioné un puño en su hombro, haciendo que él termine quejándose como siempre.
─Dejamos de enviarnos cartas hace un año─ murmuré observando el cielo gris.
─¿Te mandó a la mierda?
Le di una mirada furiosa por su comentario.
─No, simplemente, sus cartas dejaron de llegarme─ terminé diciéndole.
Un silencio nos invadió en el resto del camino.
Llegamos a una inmensa casa blanca, llamativa y lujosa. Hice un chasquido de dientes molesto.
─Tuvo suerte─ murmuré con un toque de envidia por la vida que a ella le pudieron dar. Todo lo contrario de lo que me pasó a mí.
─Sí, espero y tengan calefacción porque, joder que hace frío en este lugar─ Sebastián se quejó por enésima vez sobre el clima.
A mí me pareció agradable.
Las puertas se abrieron para nosotros, y un señor elegante nos recibió con una sonrisa. Diciéndonos que podemos entrar. La atención comenzó siendo confortadora.
Mi mirada, en cambio, permaneció en todos los alrededores de la exuberante mansión. Sebastián me dio un golpe con el codo, llamando mi atención.
Al direccionar mi mirada, chocó con Lauren, una Lauren desconocida para mí, con cuerpo de mujer y un rostro juvenil, lleno de sus pecas particulares, sus ojos misteriosos me observaron invadiendo la ansiedad que me producen.
Caminando en dirección a nosotros, mi corazón le reconoció inmediatamente. Al ver sus labios carnosos apretarse en una sonrisa.
─Que feos están─ pronunció en un perfecto español. Sorprendiéndome de que no ha perdido sus raíces latinas.
─No puedo decir lo mismo de ti, estás esplendida─ murmuró Sebastián efusivo.
Mi mirada permaneció inocentemente en su rostro.
─Hola, Kilian ¿Cómo has estado?─ Me preguntó con esa voz, ¿acaso se ha movido el piso?
─Hola, Lauren. ─Dije, en un hilo de voz.
Ella soltó una risa ronca. Dejándome embelesado por su sonido.
─Sigue siendo el mismo, el serio y calculador, Kilian─ la pronunciación de mi nombre en su boca, llegó hasta la más mínima parte de mi cuerpo.
─Pasen, están en su casa─ nos ofreció, dándose la vuelta.
La diminuta falda que cargaba me llamó la atención, dejándome observar sus piernas caucásicas y largas. Fue un placer observarlas.
─Sebastián─ le llamó, deteniéndonos el caminar.
─Deja la botella en aquella esquina, es para la fiesta de más tarde, mis padres no pueden saber que habrá alcohol─ le ordenó con una sonrisa sugestiva.
Él recibió la orden, haciendo lo que ella de mandó.
Sus padres nos recibieron con afectividad. Ellos nos conocieron en el orfanato. Solo, que no pudieron adoptarnos, a Sebastián, porque ya le estaban haciendo los papeles de adopción para una joven pareja que no podían tener hijos y a mí… nunca se supo la razón, quizás nunca fui suficiente para ellos.
Nos encontrábamos sentados en la terraza de su casa, observando cómo anochecía, mientras Sebastián tomaba una siesta. Yo observaba con atención la cabellera chocolate de Lauren, que se mecía con el viento.
─¿Por qué no me enviaste otra carta?─ Me preguntó descolocándome.
─Yo no recibí otra de las tuyas─ respondí, viendo cómo ella volteaba sorpresivamente.
─Te envié cincuenta, ninguna sin respuesta… después, decidí darme por vencida.
Le miré perplejo por sus palabras, pues, ninguna carta había llegado a mí.
─Nunca supe de esas cartas.
─Yo pensé… que simplemente… te habías olvidado de mi─ agregué, con un nudo en la garganta.
Sus ojos marrones me observaron intensamente.
─Nunca, nunca podría olvidarme de ti, Kilian… eres mi compañero de chocolate ¿te acuerdas?─Ella soltó una risa al recordar.
─Tuvimos una indigestión por ser compañeros de chocolate… nunca podré olvidar la cara del panadero al ver que le habíamos robado los chocolates─ esbocé una sonrisa al recordar, los traviesos que éramos.
─Siempre cuidaste de mí─ pronunció, mirando el cielo.
─Soy tu escudero─ dije, observando su nítido perfil.
─Yo soy la guerrera de la mandarinas─ canturreó, mordiéndose el labio.
Solté un profundo suspiro, al ver cómo sus labios se veían aprisionados.
─Ahora tienes diecinueve años, ¿qué es lo que quiere Kilian?─ Preguntó con gran entusiasmo.
─Quiero ser poderoso, tener control de muchas cosas… terminar de estudiar, poder pagar mis estudios con ese trabajo de medio tiempo de mesero… Y decirte…─Sebastián se movió roncando, interrumpiéndome de algo que me arrepentiría toda la vida por no decirlo.
Ella rió silenciosamente por eso.
─Serás poderoso, Kilian. Yo creo en ti─ me dio ánimos, junto a una curvatura sensacional.
─¿Y tú, qué quieres con dieciséis años?…digo diecisiete─ Inquirí recordando que era su cumpleaños.
─Tendré mi propia empresa y terminaré las estúpidas clases de etiqueta… quizás me case con la persona que ame incondicionalmente─ sus palabras sonaron efusivas.
─¿Casarte?─Pregunté confundido.
Ella asintió con la cabeza.
─¿Quieres ser mi esposo? Así me ahorro el trabajo de buscar esposo─ propuso ella de forma divertida.
Le miré sorprendido, mientras mi corazón se aceleró a por millón.
─Lauren…
─Era broma─ me interrumpió las palabras que llevaba tiempo en mi boca y querían salir.
Sebastián se despertó, haciendo ruido.
─¡Tenemos una fiesta que hacer par de imbéciles!─Exclamó levantándose, nos sobresaltó su comportamiento.
Supuse que estaba escuchando lo que estábamos hablando y quiso salvarme de un rechazo rotundo, al cual le tenía miedo.
Caminé entre la gente, que comenzó a abarrotar la mansión, los vasos rojos no faltaron y las personas extrovertidas, idiotas y golfas, estaban por doquier ¿acaso estos eran los amigos de Lauren, ahora? Sus lujos no pasaban desapercibidos, los autos que se estacionaban afuera, no era algo que podría costear ni en la mitad de mi vida ahorrando. Sus miradas despostas hacia mí, no faltaron ¿Qué hacia un chico sin nada en los bolsillos caminando entre nosotros? Seguro se preguntaban.
Terminé llegando a donde Sebastián se encontraba, con dos chicas debajo de los brazos y hablando en un inglés fluido. Que pude entender, gracias a mi decisión de tomar clases particulares de idiomas.
─¡¿Qué tal la estás pasando?!─Me exclamó en el oído.
─He estado en mejores fiestas─ respondí, cosa que era mentira. Nunca fui a fiestas, solo podía estudiar y trabajar.
Él se carcajeó con fuerza a causa del alcohol y haciéndome una seña que no entendí, se alejó de mi vista.
Decidí llenar un vaso con un poco de ponche. Cuando tomé un sorbo de él, unas manos se pasaron por mis hombros.
─¿Qué hace este aburrido tomando alcohol?─Susurró Lauren en mi oído, escupí el sorbo dándome la vuelta.
Ella se carcajeo por mi evidente gesto de torpeza.
Mi vista quedó congelada en ella, viendo lo hermosa que estaba con su vestido blanco y sus labios torneados de rojo. Estaba inevitablemente, esplendida.
─¿Acaso me veo mal?─ Inquirió dando una vuelta con un gesto triste en su rostro, a causa de mi boba observación.
─No, no… estás muy hermosa─ pronuncié con torpeza, regañándome mentalmente por no controlarme.
─¿Te parezco hermosa?─Preguntó sorprendida.
Acaricié mi nuca con nerviosismo.
─Bueno…
─¡Lauren!─ Exclamó un chico su nombre, interrumpiéndonos.
Su cabello rubio apareció junto a su sonrisa estúpida. Colocando su brazo encima de los hombros de Lauren. Al ver eso, apreté el vaso que llevaba en mis manos con fuerza.
─Oh, Jean… te presento a Kilian, un amigo de la infancia─ Lauren nos presentó rápidamente.
─¡Un huerfanito!─ Exclamó el estúpido con su acento patético.
─¡Jean, no seas un idiota!─ Le gritó ella en su exquisito inglés.
Él se carcajeó de forma explosiva, proporcionándole un beso en la mejilla. Ella le apartó en un empujón. Haciendo que él se fuera con sus amigos.
─Lo siento… por eso… él es…
─No te disculpes por las cosas de él, no hagas eso, por favor─ le interrumpí de forma tajante.
Odiaba que ella sintiera culpa por las cosas que hacían los demás.
Me dio una sonrisa dulce, tomando mi mano.
─¿Bailamos? ─ Me propuso, y mi corazón, se sintió feliz.
Sweet child o´mine sonó con fuerza, haciéndonos mover al ritmo de la guitarra. Su cabellera saltaba y se meneaba al ritmo de su cuerpo mientras su sonrisa permanecía exhausta en su boca.
Todo se movía en cámara lenta, cómo se movía ella, cómo su olor llegaba a mis fosas nasales embriagándome… todo era una tormenta de emociones si se trataba de ella.
Bailamos hasta extasiarnos del cansancio. Ella me pidió la próxima canción, después de que iría al baño. Decidí esperarla en un sofá, donde las chicas se sentaron a desmayarse del licor.
Los minutos pasaron, y tres canciones sonaron, sin ella aparecer por mi vista. Ella no volvió.
Súbitamente, vi al tal Jean, manoseando a una chica de cabello castaño, muy similar al de Lauren, solo, que no llegaba a ser tan exorbitante. Suspiré de alivio al ver que ella no tenía nada que ver con ese imbécil.
La busqué entre las personas, cada rincón de la casa fue un fracaso en la búsqueda, pasó una hora de haberse desaparecido de mi orbita… hasta que decidí buscarla en su habitación.
Subí las escaleras esperando no encontrarla ahí adentro. Cuando empujé la puerta, sus labios estaban presionados contra los de Jean… mi corazón cayó al piso, sintiendo cómo se derrumbaba el piso debajo de mis pies. La furia y la adrenalina del momento me invadieron por completo, hasta que no pude recordar nada… solo ver mis nudillos llenos de sangre y los llantos de enojo de Lauren hacia mí. Todo pasó rápido.
Las personas comenzaron a aglomerarse para ver lo que estaba pasando y el porqué de los gritos de Lauren. Reventarle la cara a golpes al imbécil, no era tan bien visto en la sociedad y menos si se trababa del hijo de un político importante y de la fiesta de la futura heredera de los Cordova.
─¡¿Qué te ocurre?!─ Me gritó Lauren.
Me quedé observándola, decepcionado de lo estúpida que estaba actuando, él la engañó y ella le defendió.
─Él no te conviene─ murmuré con enojo.
─¿Y quién me conviene? ¿Tú, un huérfano sin dinero?─ Soltó, tapándose la boca inmediatamente, como si le hubiera dolido decir la verdad.
Sus palabras me destruyeron.
─Sí, soy un huérfano sin dinero y sin clase como todos estos imbéciles sin cerebro. Pero, no soy ese pendejo quien se estaba manoseando con otra chica hace unos minutos─ le repliqué apretando mis puños, al observar que el chico se levantaba balbuceando palabras insultantes en su idioma.
─¡Es mentira! Tú solo estás celoso… de que él si pudiera besarme y tú no─ nuevamente me retó, me destruyó con sus palabras. Si hubiera sabido lo que sentía por ella, si yo hubiera sido valiente de decirle… todo esto no hubiera pasado.
─Te apuesto a que si yo te llegara a besar, te darías cuenta que ese imbécil no sabe besar.
Ella se carcajeó con lágrimas en los ojos. Se puso erguida delante de mí.
─Bésame─ le ordené, apretando mis labios.
Se acercó a mí, poniendo mi corazón a sufrir.
─Nunca te besaré─ murmuró. Clavando una espada en mi corazón.
Se dio la vuelta y caminó hacia el imbécil del inglés.
─Estoy saliendo con Jean y nuestro matrimonio ya está arreglado─ me pronunció, dándome en la herida sangrante.
─¿Serás la esposa cuernuda e infeliz de este idiota?─ Le escupí enojado, mientras el nudo en la garganta me mataba.
─Vete, Kilian─ me ordenó, con sus ojos brillosos en mí.
─Si es lo que quieres… nunca me verás de nuevo. ─Le pronuncié, como una promesa dolorosa.
Me di la vuelta, empujando a la gente expectante. Me alejé del lugar, a punto de morirme. Las lágrimas pecaminosas salían sin permiso, mientras salía de ese lugar. Sebastián, se encontraba fornicando en una de las habitaciones, decidí dejarle ahí. Tenía que salir, ese lugar indeseable, al cual nunca debí llegar. Donde la Lauren que conocía, me demostró ser otra.
Mi corazón decidió creer que todo lo que sentía él era una simple mentira, una nube pasajera y él tomó la decisión de no volver a caer. Se quedó dormido, esperando que otra persona pudiera despertarlo de misma forma en que lo hizo Lauren… pensó que eso nunca llegaría.
Yo tomé la decisión, de no volver a creer en el amor. Y menos en una tormenta como Lauren, que destruyó todo a su paso, sin piedad alguna.
La voz de la madre de Lauren me hace volver en sí, ya que, los recuerdos me habían domado por completo.
─¿Kilian, estás bien?─ Me pregunta dulcemente.