Julián sintió que tenia una pequeña muñeca de porcelana entre sus brazos, hacia mucho tiempo que no trataba a una mujer así. De hecho ninguna de sus mujeres parecía disfrutar de un sexo común, nunca se lo habían pedido, porque lo que buscaban en él era la adrenalina, el sadismo y sumisión que él siempre ofrecía en la cama o a veces sin necesidad de una, pero eso solo ocurría cuando el deseo era irresistible, porque debía guardar las apariencias, ese era la única regla que se debía respetar, tanto él como sus chicas.
La habitación principal podía pasar desapercibida para quien solo buscara dormir ahí, pero realmente escondía los juguetes favoritos de Julián, pero para su mala suerte esa noche no pasaría mucho, sin embargo ansiaba que la siguiente vez intentaría mostrarle uno de sus juegos.
