El departamento de juegos era el santuario de Julián, pero no solo por el sexo y porque ahí podía liberar a la bestia perversa y sedienta de placer que escondía en lo mas oscuro de su ser, sino porque había invertido en ese lugar varios miles de pesos para comodidad y placer visual de todas aquellas que cayeran en sus encantos y estuvieran dispuestas a jugar con él toda la noche. Camila camino con la cabeza inclinada y la mirada sobre el suelo, solo podía andar siguiendo los pasos de Roberto ya que este le había prohibido mirar los alrededores para evitar que pudiera reconocer la zona donde se hallaba el apartamento porque aunque Camila lo visitaría con frecuencia la ubicación exacta debía permanecer en el anonimato para salvaguardar la carrera que Julián había construido durante mucho ti