“Arvid, me hicieron daño aquel día”
Digo en mis pensamientos. Solo de recordar ese momento, mi corazón se destroza. Quiero decírselo, quiero explicarle porque razón no sé si mis hijos son suyos.
Pero ¿Cómo contar ese momento caótico sin remembrarlo? ¿Cómo decirle que tres infelices me tomaron por la fuerza e hicieron con mi cuerpo los que se le dio la gana? ¿Cómo hablar de eso sin tener que derramar una lágrima?
Quiero llorar fuerte, abrazarme a él, explicarle por lo que pasé, pero nomas las palabras parecen haberse perdido, ahora mismo parezco una muda, alguien que carece de movimiento lingüístico, que solo puede llorar y llorar.
Aprovecho el momento en que aparece su hermana y me escapo de su interrogatorio, creo que si me quedo un minuto más terminaré devastada frente a él. Y no quiero, no quiero terminar llorando a mares frente a él.
Corro sin parar, quiero escapar, quiero estar lejos de toda la multitud. Antes de llegar a la pista me detiene Ben, el amigo con el que bailé minutos atrás—. ¡Sácame de aquí, por favor! —suplico.
Ben me lleva de la mano por los alrededores de la plaza, llegamos hasta su motocicleta y rápidamente la enciende, subo en ella y cierro los ojos tratando de olvidar las imágenes de aquella mañana dónde mi vida cambió para siempre.
Agradezco a Ben por llevarme a casa, sin decir nada a los que están ahí a fuera ingreso, quiero ir hacia mi cuarto, pero mi madre me increpa.
—¿Por qué no regresaste con tus padrinos?
He controlado las lágrimas para dejarlas salir cuando estuviera en mi cuarto, pero al mirar a mi madre las derramo como agua en fuente, voy hacia ella y me abrazo, me abrazo fuerte como deseaba abrazarme a él.
—No sé cómo decirlo, no sé cómo explicarle lo que me pasó, sin tener que traer esos recuerdos a mi cabeza, madre.
—Cálmate mi niña, debes calmarte para que puedas explicarme que fue lo que pasó porque no te entiendo nada.
Me lleva a la sala, seguido me sirve un vaso de agua, se sienta a mi lado y abrazada a ella le hago saber lo que pasó en esa fiesta—. Arvid quiere saber si son sus hijos.
La escucho suspirar mientras acaricia mis cabellos.
—Tendrás que decirle lo que pasó.
¿Cómo se lo digo si lo que menos quiero es victimizarme? No puedo confesarle aquello, no voy a decirle nada, lo que haré es marcharme apenas amanezca para así no tener que darle explicaciones. Estando en la ciudad es difícil que me encuentre. Además, no creo que se tome el tiempo de buscarme, tiene a su linda esposa a su lado, e imagino que volviendo a la ciudad estará ocupado en los preparativos de su boda. Dijo que esa mujer no era su esposa legal, entonces significa que pronto la hará su esposa, quizás solo vinieron a eso, a casarse.
Lo más conveniente es que esté lejos de él, muy lejos, donde no pueda encontrarme.
Llorando estoy por dormirme cuando escucho su voz fuera de la puerta. Siento como mi corazón se acelera, el miedo me invade y las planta de las manos y pies me hormiguean.
—Quizás este sea en momento para hablarlo.
Musita mi madre y yo niego.
—No puedo. No hablaré con él sobre eso, ni ahora ni mañana. Tiene una mujer con la que se va a casar, si le digo que hay la posibilidad de que sean sus hijos, quizás vuelva a arruinar su vida como lo hice en el pasado.
—No arruinaste la vida de nadie, mi niña. Lo que hiciste fue lo que te nació.
—Cómo sea mamá, pero lo lastimé y no puedo arruinar su perfecta relación diciéndole que mis hijos pueden ser suyos. Es mejor que creo que no lo son, y así continúe con su vida como lo ha hecho hasta ahora —con la mirada puesta en la ventana informo—. Me iré apenas sale el sol. Si viene a buscarme, solo dile que me marché. No quiero que se le informe donde vivo, menos que se le diga lo que pasó.
Solo mi familia y la de mis padrinos sabían lo que me sucedió, nadie de ellos hablaría de este tema sin mi consentimiento, de eso estaba completamente segura.
Terminando de hablar con mi madre voy a mi recámara, por la ventana de esta, en la rendija que deja la cortina y el marco, lo observo partir. “Adiós Arvid, espero que seas muy feliz, que esa mujer te dé el hogar que siempre quisiste tener”
Apenas canta el gallo levanto a mis hijos, los preparo para salir, los llevo al comedor y les doy de comer, cuando el sol sale nos dirigimos al helipuerto. Estando sobre el aire suelto un suspiro. Ya está hecho, no volveré a ver a Arvid Mehmet ni mañana ni nunca más.
Al llegar a nuestra casa, lo primero que hacen los niños es correr a su habitación, debieron extrañarla tanto. Yo reviso los sobres que encontré en el buzón, la gran mayoría son de pagos.
Lunes por la mañana me llega la mujer que he contratado para que cuide de mis hijos. Es una chica que trabaja o más bien trabajaba en casa de mis padrinos, pero ahora trabajará conmigo así que, es alguien de confianza, y puedo irme tranquila al trabajo.
—Ya están comidos, solo faltan que se quiten el pijama. Por favor, que lo hagan en cuanto termine ese programa, y que no pasen todo el día en la tableta o televisión.
Le pido antes de salir. Ella pide que no me preocupe, que los niños no tendrán tiempo ni para mirar la televisión. Confiando en ella voy hacia la cochera, subo al auto y salgo en dirección a la constructora.
“Veamos que tal me va hoy, porque hace unos días, tuve varios inconvenientes con el amargado de Eze”
Al llegar la secretaría del presidente me informa que esperan por mí—. No sabía que teníamos reunión —digo preocupada.
—Fue de última hora.
Le agradezco y voy hacia mi oficina, dejo la cartera y seguido me voy a la oficina del presidente, que es el hijo de mi padrino, a quien mi progenitora quería meterme como su hija.
Toco lentamente la puerta, escucho la gruesa voz del señor Adiel, pues lleva el mismo nombre de mi padrino.
—Adelante —abro la puerta y fijo la mirada en los dos hombres sentados en frente, uno dándome la espalda, el otro mirando su reloj de mano. El idiota ese está controlándome el tiempo—. Silvia toma asiento —Doy un saludo general mientras me acomodo al lado del tempano de hielo de Eze—. Están aquí, porque quien se iba a encargar de la obra tuvo un percance, así que, hasta que se recupere, ustedes dos estarán al frente. Esta obra es muy importante, no quiero fallas ¿Entendido?
Ambos asentimos. Le agradezco que ponga su confianza en mí, más que todo para algo tan importante como la obra de la que habló. Junto a Eze salimos de la oficina del presidente, mientras caminamos a la par empieza a ordenarme que haga tales cosas, al llegar al ascensor le digo.
—Dijo que ambos estaríamos al frente, no que yo sería tu asistente.
—Es para lo que puedes servir.
Dice mientras se va. “Ya veremos si solo sirvo para eso, idiota” Digo para mí misma. A este cretino hay que taparle esa boca.
Voy a mi oficina y recojo la cartera, llego a la planta baja y subo al coche donde ya se encuentra Eze. Esté lee el periódico mientras nos dirigimos al aeropuerto. Vamos hacia Madeuga, una ciudad vecina, donde se realizará la construcción. Eze no ha dejado que revise el proyecto, el muy idiota se cree el jefe.
El señor Adiel no pudo explicarnos más porque tenía cosas que hacer, dijo que Eze me lo explicaría todo.
—¿Puedes dejarme revisar el proyecto? —Parece que hablo con la pared, porque ni un murmullo escucho—. ¡Al menos puedes explicarme lo que dijo el señor Adiel que me explicaras! —pasa la siguiente página, cruza la pierna sobre la otra y masculle.
—No hay nada que explicar.
—Veo que el cuerno que te puso tu novia te dejó más amargado.
Di en el clavo. Baja el periódico y me mira con esos profundos ojos. El azul de estos se encandila, pero su pinche mirada no me aterra. No dice nada, sacude el periódico y vuelve a concentrarse en este.
Cuando llegamos al aeropuerto y subimos al avión decido cambiar de asiento, no pretendo compartirlo con ese idiota. Llegamos dentro de tres horas, a un lugar alejado de la ciudad, en medio de unos bosques.
¿Qué harán aquí?
No sé si sea el encargado, pero se acerca y nos saluda haciendo su presentación—. Mi nombre es Noah Cyrus ¿Son lo que estarán al frente de la obra? —asentimos—. Acompáñenme.
Lo seguimos. Mientras lo hacemos nos va explicando de que se trata, cuando menciona la aeronáutica, sobre todo, cuando lo veo venir en nuestra dirección, me sostengo de Eze. Este me mira de forma fulminante, pero cuando se percata de mi palidez relaja su rostro fruncido y me mira preocupado.
—¿Te sientes mal? —regresa la mirada al frente, al ver a Arvid sonríe—. Ya entiendo —me agarra la mano y la cruza por entre su brazo y costilla—. Relájate, nunca le des a notar a la persona que te gusta tus sentimientos —aconseja dejándome más que sorprendida. El idiota mayor aconsejándome.
Joder, y yo que creía que no lo volvería a ver, que no sabría nada más de él, sin embargo, lo tengo en frente de mí. Y ahora ¿Dónde me escondo? ¿Para qué lugar corro? No tengo escapatoria, no hay salida, tengo que enfrentar mis miedos, mi dolor y ese pasado.