Margaret
Como mi esposo me había dicho que tenía programadas sus vacaciones para dentro de dos semanas, me sentía ansiosa por pasar tiempo de calidad con él. Había organizado un viaje a la playa y tenía todo listo. Lo extrañaba demasiado y anhelaba estar en sus brazos. Hacía mucho que no sabía lo que era sentir el calor humano y satisfacer los deseos de mi cuerpo. Para eso también era el matrimonio, no solo para compartir bienes, sino para disfrutar de compañía y placer.
Pasaron las tan anheladas dos semanas. Me conformaba con las pocas y breves videollamadas que me hacía mi esposo, todo era un sacrificio, y sabía que me esperaba una buena recompensa.
—Hola, mi amor. ¿A qué hora sale tu vuelo mañana? ¡Estoy ansiosa de verte, querido! —le digo a mi esposo durante nuestra videollamada rutinaria. Gerónimo se pone las manos en la cabeza y hace unos gestos exagerados que me confunden.
—Amor, ¡olvidé decírtelo! No pude sacar los tiquetes a tiempo y, además, un compañero tiene una incapacidad médica. No podré tomarme mis vacaciones por ahora, lo siento, cariño. Creo que viajaré hasta dentro de dos semanas.
Cuando mi esposo dice eso, siento como mi rostro se palidece, la presión me baja y el pulso se me acelera. ¡Desgraciado! Tanto que me esforcé, programé mis vacaciones también para estos días, y ahora me sale con esto.
—Pero si lo estuvimos hablando casi todos los días. Se suponía que llegabas mañana. ¿Por qué no me habías dicho nada? ¿Estás loco? Yo también tomé mis vacaciones para este tiempo y, y… —mi voz se quiebra, incapaz de continuar mientras la frustración y la tristeza me invaden.
—Querida, lo siento mucho, perdóname, amor. Te llamo mañana a esta misma hora. Te quiero —Gerónimo corta la videollamada. Se había mostrado tan descarado, haciendo gestos de compasión fingidos, sin importarle ni un segundo lo que yo pensara o sintiera. Intento llamarlo de nuevo, pero ya no hay conexión. Suelto un grito de dolor, entierro mi rostro en la almohada y me echo a llorar como una niña pequeña. Mi marido me había hecho el peor de los desplantes y ahora iba a pasar dos semanas sola. Al menos tenía el consuelo de trabajar con la señora Wistons , el señor Eder, el señor Parker. La frustración se apoderaba de mí, uno de los sentimientos más devastadores.
Antes de que mi voz comenzara a quebrarse producto del más profundo de los llantos, tome mi telefono e hice una llamada, la única persona que podía ayudarme en este momento, era mi mejor amiga, ella, ni siquiera tardó dos minutos en responder.
—¡Amiga! ¿Cómo estás? Por fin decidiste hablar conmigo.
Suspiré.
—Ginna, tengo dos semanas de vacaciones y ese desgraciado de Gerónimo no vendrá. Me dejó esperándolo.
—¿Qué te extrañas de ese? No comprendo cómo aún puedes seguir casada con ese hombre. Ni siquiera es bueno en la cama, además no hace más que viajar y dejarte sola todo el tiempo. Es como si te hubieras casado con él solo en tu imaginación. No puedo creer su descaro —Ginna ha sido mi mejor amiga desde la universidad. Ella es soltera, se la pasa de fiesta en fiesta y viaja con frecuencia. Se ha dedicado a ser masajista corporal, afirma que así se gana la vida y es libre. Siempre dice que elegí la peor carrera, que la medicina va a acabar conmigo, y parece que tiene razón.
—Lo sé, lo sé. No necesitas recordármelo cada vez que hablamos. No te llamé por eso, solo necesitaba desahogarme.
—¿Quieres desahogarte de verdad?
—Sí, eso es lo que quiero.
—Entonces tengo la solución. ¿Qué te parece si salimos a beber unas copas de vino en algún bar nocturno de la ciudad? Necesitas diversión, amiga. Salir de esas cuatro paredes que te tienen ahogada —miré a mi alrededor y era cierto, eran solo cuatro paredes. A pesar de que mi casa era grande, hermosa y lujosa, ni siquiera salía de mi habitación. Siempre pedía domicilios y, al vivir sola, mi casa permanecía limpia gracias a la señora que me ayudaba. No tenía familia cerca, absolutamente nada.
— No creo que esa sea la solución para mí. Quizás debería considerar ir a un spa y recibir unos buenos masajes. ¿Qué opinas al respecto?
— ¡Vaya, eres muy reservada! Para masajes relajantes, te los doy yo. Necesitas algo más emocionante, algo que te haga sentir viva.
— No, lo siento, el alcohol no es para mí. Es malo para la salud, definitivamente no quiero.
— Entonces no me llames para quejarte de tu vida tan complicada. Ve al spa, relájate con un buen masaje, deja que te quiten esos nudos de la espalda, suavicen tus piernas y te hagan sentir bien. ¿Quién sabe? Puedes terminar la noche en casa, disfrutando de ti misma. ¡Eso es vivir! — Ginna siempre fue franca y directa. Aunque su sugerencia sonaba descabellada y sabía que podía ser una mala influencia, me estaba tentando.
— Está bien, ¿Por qué no? No bebo, y eso es todo.
— ¿Entonces paso por ti esta noche?
— Sí, claro que sí. — Corto la llamada, me doy una ducha rápida, arreglo mi cabello, me pongo unos jeans cómodos, una blusa que realza mis atributos, unos zapatos de tacón elegantes, y maquillo mis labios con un brillo suave y mis mejillas con un ligero rubor. Estoy lista y me siento perfecta.
Al llegar la noche, Ginna apareció para recogerme, vestida de manera extremadamente sensual e insinuante. Su ajustado vestido dejaba poco a la imaginación con un escote pronunciado, y sus tacones la hacían parecer unos veinte centímetros más alta. Su maquillaje y peinado estaban impecables, como si fuera a una pasarela.
—Nena, ¿y tú qué? ¿Vas a una fiesta de cumpleaños de un niño o qué? ¡Ugh, qué ropa la tuya! —Ginna me miró de arriba abajo con desdén.
—Así es como me visto, Ginna. Por cierto, tú vas vestida como si fueras a...
—No, mi amor. Si vamos a divertirnos, prefiero estar así. Si quisiera ser una amargada cubierta de pies a cabeza, me uniría a un convento. Regula tus chacras, querida.
Las palabras de mi amiga no me sorprendieron. Siempre había sido extrovertida, mientras que yo tendía a ser más conservadora, cumpliendo con expectativas y evitando riesgos. Vivir plenamente no era realmente mi estilo.
Ambas tomamos un taxi. El conductor no hacía más que mirar a Ginna con deseo, pasando su lengua por los labios de manera sugestiva. A mí me causaba repulsión, pero Ginna solo veía diversión. Al llegar al bar, ella pagó y le tomó la mano al conductor.
—Esto será lo único que podrás tener de mí—, Ginna le arrojó un beso al aire, haciendo que al hombre casi se le chorrearan las babas.
— ¿Aquí es donde vamos a estar esta noche? — le pregunté boquiabierta al ver la fachada del bar, "Erotics Men".
— Claro, aquí es donde están los mejores hombres de la ciudad, unos chicos, ay no amiga, colágeno puro y diversión asegurada. ¿Has traído buen dinero verdad?
— Sí, pues lo normal para unas copas, sabes que tengo mancomunadas las cuentas con mi esposo, manejo solo el efectivo de mi salario.
— Ay qué exagerada eres, tampoco vas a pagarle al chico VIP de la noche, vamos amiga ¡vamos! — Ginna y su ansiedad me desesperaban, pero ya estaba ahí, ya que podía pasar.