Capítulo 24: Sentimientos encontrados

1904 Words
La luz del amanecer se filtra por mi ventana, y tengo la sensación de que lo vivido la noche anterior fue solo un sueño. Sin embargo, al volver la vista hacia mi esposo y reencontrarme con la realidad, me siento destrozada. —Buenos días, mi bella esposa. ¿Cómo amaneces? — Siento un beso de mi esposo en mi mejilla. —Buenos días, Gerónimo. Estoy bien—. Me levanto de la cama sin más, aunque nunca me había comportado tan fría con él, me resulta imposible no ser indiferente. —¿Estás bien, amor? —Su voz suena falsamente suave. —¡Perfectamente! Solo que tengo que irme de inmediato al trabajo—. Cierro la puerta del baño y dejo que el agua caiga sobre mí. Un nudo se forma en mi garganta, y siento una inmensa necesidad de llorar, como cuando sientes que alguien a quien amas profundamente ha muerto y nunca volverás a verlo. Así me sentía, como si alguien que amaba hubiera muerto. Me dolía el pecho, sí, en ese instante podía decir que me dolía el corazón, pero no era un simple dolor; me estaba quemando por dentro. Era tan difícil describir lo que sentía, que como médica, podía jurar que mi corazón estaba dejando de bombear sangre y pronto se detendría. Abro más la ducha para ocultar los sollozos de mi llanto y que ese miserable no los escuchara. Respiro profundo y, después de unos veinte minutos bajo el agua, decido salir. Quería irme lejos de esa casa, lejos de todo lo que me recordaba los últimos diez años, y empezar de nuevo, en otro planeta, en otro mundo donde la tristeza no existiera, y mucho menos la posibilidad de enamorarme de alguien más. —Mi amor, de verdad, ¿te sientes bien? —Gerónimo me mira sorprendido. Mis ojos estaban hinchados y enrojecidos de tanto llorar. Me quito la toalla del cabello, me desnudo frente a él y comienzo a vestirme. Me pongo cada prenda con tanta lentitud que puedo ver cómo se le antoja, cómo se despierta su deseo por mi cuerpo, cómo su entrepierna no puede evitar reaccionar. ¡Hipócrita infiel! —Sí, me siento perfectamente bien. ¿Por qué? —Amor, me estás provocando demasiado, eres tan hermosa. Anoche no pudimos estar juntos porque estabas dormida. Quisiera estar contigo antes de que te vayas. Mi vuelo es esta tarde y…— lo interrumpo, alejándome de él. —Ah, ¿sí? ¿Te vas hoy? No lo sabía. Lo siento, querido, pero ya se me hizo bastante tarde. Te quiero. Espero que tengas un buen viaje—. Me recojo el cabello en una coleta, sin siquiera peinarme o maquillarme. En ese momento, solo quería huir de él, pero, sobre todo, escapar del dolor que me estaba causando. —¿Así nada más te despides? —me pregunta, completamente sorprendido. —Querido, es que estoy muy apurada, besos—. Le lanzo un beso con la mano y salgo casi corriendo. No entendía qué demonios me pasaba en ese momento, pero las lágrimas seguían cayendo contra mi voluntad. Mi marido, mi esposo, quien fue mi compañero por más de diez años, me estaba siendo infiel, y no mostraba ni una pizca de arrepentimiento. En ese instante, todo comenzó a tener sentido: sus ausencias, su indiferencia, las muchas veces que tuve que ahogar mis deseos en una taza de café porque él no era capaz de responder como hombre. No podía sacar de mi mente los peores pensamientos, me estaba volviendo loca. Durante el día me costó atender a mis pacientes, deseaba que la tierra me tragara, y aunque había dicho que lo haría, tuve que escribirle a Ginna, solo ella sabría escucharme. —Amiga… te necesito—. Dos minutos después, su respuesta ya estaba en mi pantalla. —¡Hola! ¿Te recojo para ir al bar? —. Al leer su mensaje, recordé que habíamos acordado ir a hablar con el presunto padre de su hijo, y se me heló la sangre al también recordar el mensaje de jordano que nunca respondí. —Claro, ven por mí a las seis—. Simplemente le envié eso. Solo faltaba eso para hundirme más en mi depresión, ir a ese maldito bar de mala muerte. Llegó la hora, y mi amiga me recogió en un taxi. Estaba completamente hermosa; al parecer, el embarazo no estaba causándole los estragos hormonales que sufren otras mujeres, y me alegraba por ella, aunque yo no podía decir lo mismo de mí. —¡Por el amor de Dios! ¿Qué te pasa, querida? ¿Por qué estás vestida así? No puede ser, Margaret, ni siquiera te has peinado ni maquillado. ¿Te bañaste al menos hoy? —No me digas nada, no tienes idea por lo que estoy pasando. —Definitivamente no tengo idea, porque para estar en ese estado... mírate, pareces recién salida del manicomio. —No me ayudes tanto. —Quisiera ayudarte, pero definitivamente no te dejas. Bueno, dime, ¿qué te pasa ahora? ¿Por qué estás así? —Gerónimo me es infiel. Lo comprobé anoche cuando llegué a casa; lo encontré hablando con su amante. El muy desgraciado... no sé cuánto tiempo lleva engañándome. En la conversación, lo escuché decir que no podía separarse de mí por el dinero que tenemos en común, los negocios, las cláusulas. Le decía cuánto la amaba y lo mucho que me aborrecía—. No puedo evitar que las lágrimas caigan mientras hablo. —Margaret, de verdad lo siento. Lo que me estás diciendo es muy grave y, sobre todo, muy triste. ¿Qué piensas hacer al respecto? —No me esperaba una respuesta tan compasiva de parte de Ginna; por lo general, siempre respondía con un "te lo advertí". —Es que, Ginna, no tengo idea de qué voy a hacer. Sabes que también le fui infiel a Gerónimo. Tenemos cláusulas de infidelidad, y tengo que demostrar que él realmente me ha engañado; no basta con simplemente decirlo. —Él también tiene que probar que tú le has sido infiel. Lo mejor de todo esto, Margaret, es que finalmente, después de 10 años, has despertado. Ya era hora, querida. No quería decirte "te lo advertí", pero ahora ya no importa. Por ahora, acompáñame a hablar con Jonás. Todo el tema del embarazo también me tiene desesperada. —No lo sé, amiga. ¿Crees que ese hombre va a creer que el bebé es suyo, especialmente considerando tu frecuencia en el bar? —Me importa un comino si me cree o no, simplemente quiero que lo sepa y ya está. —Te entiendo, querida. Tienes toda la razón. Además, solo necesitas que lo sepa. ¿Estás dispuesta a asumir la responsabilidad por tu cuenta? —No lo sé. Lo he pensado bien y es posible que entregue al bebé en adopción. No creo que sea capaz de asumir esta responsabilidad. —¿Qué? ¿Estás loca? —Posiblemente, pero no pienso arruinar mi vida—. En ese momento, el taxi nos deja en nuestro destino. Estoy más confundida que nunca y, sobre todo, extremadamente triste. Al entrar, no siento ni un atisbo de emoción por el espectáculo que ofrecen los bailarines. Mi única preocupación es encontrar a mi gigolo; si me había enviado un mensaje, posiblemente quería verme. —Margaret, ¿ves a Jonás? —Honestamente, no. Tampoco veo a Jordano. Probablemente están ocupados en lo suyo—. Respondo con ironía. En ese instante, un mesero pasa ofreciendo alcohol. Mi amiga, a pesar de su estado, acepta una copa y me ofrece una. Aunque la miro con desdén, no me niego; también la necesito. Siento cómo el alcohol quema mi garganta y anhelo más, así que antes de que el hombre en tanga se aleje, tomo otra copa y me la bebo en segundos. Un mareo instantáneo se apodera de mí, y comprendo que el alcohol ha comenzado a hacer efecto. —Mira, Margaret, ahí viene Jonás. Esta vez le diré la verdad. No te vayas de aquí. —No te vayas con él, por favor. Aquí te estaré esperando. Hoy hemos venido simplemente a hablar con él y tengo un deseo inmenso de irme pronto. —No te preocupes, amiga. Necesito salir de este lugar ya mismo—. Mi amiga se toma el último trago de su copa y sale al encuentro con Jonás. Al verlo, sus ojos se iluminan con el signo de pesos. ¡Desgraciado! Me siento en la barra del bar, afligida por todo lo que ha ocurrido. Me bebo otra copa y empiezo a sentir calor. Mi amiga está sentada en una mesa con Jonás, y parece que ya le ha contado algo, porque su expresión ahora muestra terror y ella mueve las manos discutiendo. No puedo imaginar qué estará pasando. Llegué a pensar que Jordano no estaba trabajando esa noche, pero mi rostro se congela de terror al verlo regresar de las habitaciones de arriba acompañado de una joven. Es una chica de unos veintidós años, hermosa, rubia y voluptuosa, sonriente y feliz, cogida de su brazo, y no dejan de besarse con una pasión tremenda. Los veo llegar nuevamente a la sala principal del bar. Ambos se sientan en una mesa, y él no actúa como si ella fuera una cliente más; parece que es algo más especial. Comienza a acariciarle el rostro con ternura, y ambos están tan sonrientes. Dios mío, no puedo creer lo que estoy viendo. Quiero ir y matarlo; me siento aún peor que la noche anterior, cuando descubrí que mi esposo tenía una amante. ¡Desgraciado! Impulsada por las copas que he tomado, y con mi aspecto desaliñado de ese día, decido enfrentar a jordano. —¡Hola, Jordano! ¿Cómo estás? —. Su rostro se pone completamente pálido al verme, como si hubiera visto un fantasma. —Hola, ¿qué tal, señora Guerra? ¿Cómo está? —. Nunca me había saludado de manera tan cortante, y la chica que está a su lado me examina de arriba abajo. Su mirada es tan despectiva que no hacen falta palabras para entender lo que piensa. No era un secreto que estaba completamente horrenda. —¿Podemos hablar? — le digo mientras miro de reojo a la mujer que lo acompaña, que también tiene pinta de ser prostituta. —Ahora no estoy trabajando, estoy en plan de diversión— sus palabras eran secas e hirientes, la chica que estaba a su lado le acariciaba su pierna, me miraba humillante, al igual que él, lo que me acababa de hacer jamás iba a perdonárselo —¡Ah, está bien! Buscaré a otro de tu clase. Con permiso—. Me alejo de su vista, profundamente humillada y triste. Dos noches, solo dos noches bastaron para que mi mundo se desmoronara a mis pies. Los hombres son la peor especie, bueno, en realidad, los seres humanos en general somos la peor especie. Pero Jordano me lo iba a pagar. De él sí podía desquitarme inmediatamente, y en ese lugar había hombres que podrían darme lo que unos cuantos billetes podían pagar. Sí, era una cualquiera, pero era una cualquiera muy triste, desolada, sin consuelo, sin nadie que la amara, sin nadie que la cuidara, sin nadie que me hiciera sentir importante. A decir verdad, preferiría morir, pero en lugar de eso, optaría por comprar compañía.
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