Capítulo 14 Un profundo desespero

981 Words
Margaret Salgo de la habitación de la madre de Jordano como si estuviera enloquecida. Él intentó seducirme, pero yo solo quería ayudar a su madre pagando la cuenta del hospital, sin que pensara que intentaba comprar su afecto. No quiero seguir pagando por cosas así; solo quiero que todo termine de una vez. Si 2000 dólares menos significan la caridad de la semana, así será. Decido cancelar mis citas de la tarde y regresar a casa; el cansancio físico y mental me está abrumando. Ya cumplí con mi deber. Además, la idea de que Jordano, ese descarado, haría feliz a la señora Wistons no deja de rondar mi cabeza... Pero ¿qué más da? Al fin y al cabo, es su trabajo. **Jordano:** Mi madre está ahora en un hospital que puedo costear. Solo me queda pagarle a Margaret lo que me prestó y estaré en paz. No quiero que piense mal de mí. Me pongo mi mejor atuendo, me perfumo y me arreglo lo mejor que puedo. Antes de ir al trabajo en el bar, salgo para cumplir mi cita con la señora Wistons... Prefiero no imaginar cómo terminará esa hora de placer. Llegué a su dirección y toqué la puerta. Un altavoz se activó a la distancia. —Oh, querido, pensé que rechazarías mi oferta. Pasa, por favor —dijo la voz. La puerta se abrió automáticamente, y al entrar, me encontré en una mansión preciosa, aunque lúgubre, mostrando los signos del paso del tiempo y la soledad. —¿Por qué razón no vendría, señora Wistons? —No lo sé, querido. Es mi primera vez con un hombre como tú. Ven, pasa, el tiempo es oro y solo tenemos una hora de placer —dijo, tomándome de la mano y llevándome hasta su habitación. Era un lugar inmenso con un jacuzzi, una cama gigante y finas decoraciones. Había puesto sábanas de satén y velas para ambientar el lugar. —Desnúdate, bebé, hazlo frente a mí —me pidió. Comencé a hacer un dulce y sencillo striptease, y vi en su rostro una felicidad pura, especialmente cuando quedé completamente desnudo. —¿Quiere que me ponga un outfit, como me dijo antes? —No, bebé, quédate desnudo y ven hacia mí —respondió. Me acerqué a la señora Wistons, quien comenzó a acariciarme suavemente. Afortunadamente, ya había tomado mi medicina, así que fue fácil responder a sus caricias. —Bebé, tienes algo gigante entre las piernas. Nunca en mi vida había visto a un hombre como tú. Ponte un preservativo y ven, hazme tuya. Sigo sus instrucciones y me pongo un preservativo. Me acerco a ella y comienzo a acariciar su cuerpo. Sus senos, aunque afectados por el paso del tiempo, aún conservaban una belleza y tersura notable. No había muchas arrugas, lo que hacía su piel sorprendentemente suave. Antes de tomarla, toco delicadamente su intimidad y noto que está húmeda, lista para mí, lo que me indica que la tarea será fácil. La tomo por las caderas y, tras darle unos tiernos besos en los senos, empiezo a penetrarla. Ella no deja de mirarme con una expresión de éxtasis, sin decir una palabra, pero sus gestos me indican que estoy logrando lo que ella desea. —Así, muchacho, así por favor, lo estás haciendo de maravilla —gimió con un sonido gutural, colocando sus brazos detrás de su espalda. Sus caderas se movían al compás de las mías y, en menos de cinco minutos, la señora Wistons alcanzó un verdadero orgasmo. Pude darme cuenta porque sus contracciones envolvieron mi m*****o, provocando mi eyaculación. Gemí fuerte para ella, aunque no había sido un orgasmo tan intenso como el que tuve la otra noche con Margaret. Al menos había terminado. Aún quedaba media hora... —Bebé, ¿cómo te sientes? —me pregunta ella, mirándome con una ternura casi maternal. —Muy bien, señora Wistons. Me encantó. Ya me estoy preparando para el segundo asalto. —No, claro que no. Me fascinó, pero ya me siento demasiado mayor para tanto. Sin embargo, tengo una propuesta para ti. —¿Qué propuesta, señora Wistons? —esperaba que fuera algo beneficioso para mí. —Quiero que seas mi gigoló personal. Dos veces por semana, te pagaré los mismos 300 dólares por una hora de placer. La miro y, si lo que acababa de hacer era todo lo que se requería, acepté encantado. Salgo de su casa feliz con mis 300 dólares y una clienta fija, una clienta que conseguí gracias a Margaret, sin importar su apellido. Me dirijo directamente al bar, decidido a ganar la mayor cantidad de dinero posible para pagarle los 2000 dólares. No permitiría abusar de su confianza; ella había hecho demasiado por mí. Debía reconocer que Margaret era una mujer espectacular, y no quería aprovecharme más de su generosidad. **Margaret** Un mensaje llega a mi teléfono... ¿Será la señora Wistons? Seguro se enfermó a última hora, y yo que quería dormir. "Doctora, gracias por presentarme al joven de hoy, el gigoló. Es un chico fascinante. Este mensaje es para cancelar las citas de esta semana. Ya no necesito sus servicios médicos por ahora, le avisaré cuando requiera una nueva cita. Hasta luego." ¿Qué? Siento una ola de ira invadir mi interior. Ahora mi gigoló no solo le dio placer a mi clienta, sino que también me la quitó. Imagino que el dinero que gastaba conmigo en el consultorio ahora será para él. Pero me va a escuchar. Espero que me pague lo que me debe; después de todo, para eso trabaja. Sin embargo, ya sabía que era un aprovechado. ¡Qué día! No podría sentirme peor. Mejor me acuesto y finjo que no he visto ese mensaje. Solo de pensar que ese hombre había estado con la señora Wistons, me da náuseas. No quiero ni imaginarlo... Él debería estar aquí, satisfaciéndome a mí, no a ella.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD