Capítulo 4

1548 Words
Entro al baño de mujeres y cuando verifico que no hay nadie me doy la oportunidad de soltar una fuerte carcajada. Me he burlado de mi jefe en su cara. Pongo mis manos en la cadera haciendo un extraño baile. Arreglo mi pelo y guiñándole un ojo a mi reflejo salgo a mi puesto. El teléfono suena dos minutos después. —¿Necesita algo, señor? —Pregunto al descolgar. —Sí, necesito que me traiga un café bien cargado - responde con voz fastidiosa. —En un momento se lo llevo - me levanto y camino hasta la cafetera. Preparo el café y luego voy hasta su puerta y toco. —Puede entrar - escucho su voz. Entro con la taza de café y se lo dejo en el escritorio. —¿Algo más, señor? —Pregunto de manera amable. Él me mira mientras bebe un poco de café y luego lo escupe y me mira furioso. —¡¿Qué diablos es esto ?! - grita con aires de los mil demonios. —Café - respondo obvia y confundida. —¿Desde cuándo a mí me gusta el café lleno de azúcar? —Pregunta y me cruzo de. No sé cómo le gustaba el café así que le traje como le gustaba a su padre - respondo confundida. —Lárguese de mi vista y tráigame un café que valga la pena su empleo - salgo como alma que lleva el diablo maldiciendo a mi estúpido jefe en todos los idiomas que conozco. ¡Qué tipo tan arrogante! Me lleva quien me trajo este día. ¿Puede mejorar?, Al parecer el mundo se divierte con todo lo que me pasa porque, ¡solo es cosas malas j***r! Cuando termino camino nuevamente hacia su oficina. Sin molestarme en tocar abro y le entrego el café de mala manera. —Aquí tiene el café, bajo en azúcar señor - digo gruñendo y me quedo a esperar que lo beba. —¿Qué espera?, ¿Un premio a la secretaría del año ?, retírese - agárrenme que lo mato, ¡lo mato! —Con permiso - mis tacones suenan fuerte contra el suelo y mi cara debe de ser una idéntica a la de lucifer en estos momentos. ¡Maldito Inuyasha! Me siento a redactar cientos de cartas que me dio. ¿De dónde salen estas cosas? Cuando era su padre que trabajaba, el trabajo de un día que me da su hijo, él me lo daba en una semana. Maldito imbécil. Mis ojos duelen y mis manos están que se caen del cansancio. No puede salir hasta que no hay término de redactar todo - ordena Inuyasha y miro el reloj. ¡Es mi hora de almuerzo estúpido! —Pero señor, es mi hora de almuerzo - le digo confundida. —Cuando termine las cartas puede ir a almorzar—y se marcha todo glamuroso. Me agarro del pelo para no correr y darle un fuerte batazo en esa cabeza de Ken que tiene, para que lo lleven a un hospital y descubran que lo mandé a un coma de por vida. Resoplo y trato de mantenerme serena, pero al parecer el plan de este tipo es joderme la existencia. Miro las cartas y me llevará todo un día redactarlas. Me dispongo a trabajar cuando alguien se asoma delante de mi escritorio. —¿En qué puedo ayudar?—pregunto sin despegar la vista de las cartas. —¿Por qué no estas almorzado?—miro al frente y me encuentro con unos ojos idénticos a los de Inuyasha que me miran con diversión. Al parecer soy el juego de los hermanitos Taisho. Genial, mi suerte es la mejor, de secretaría a juguete. Gran plan de vida Kagome. —Su hermano me dejó redactando estas cartas—respondo sin despegar la vista del computador. Escucho su risa escandalosamente leve. —Ya te está esclavizado—me dice divertido. —No quiero ser grosera, pero tengo mucho trabajo que hacer así que... Permiso—pongo mis auriculares ignorándolo por completo. Un rato después miro al frente y agradezco al cielo que no este. Mi estómago ruje del hambre y yo solo quiero cortar en trozos con una navaja a Inuyasha por ser tan maldito conmigo. No es mi culpa que sea un maldito amargado. Luego veo a todo el mundo llegar a sus puestos con cara de satisfacción. Y yo solo tengo cara de hambre que me delata. Lo veo llegar con una enorme sonrisa que quisiera quitar de su cara a golpes. Medito interiormente para no lanzarme y darle fin a su patética vida. —Veo que avanzó mucho señorita Higurashi—siento la burla en cada una de sus palabras. Sonrío hipócrita. —Tiene una cita a las dos—miro el reloj y son las 1:56—en la empresa de el señor Américo—él me mira furioso. —¿Por qué hasta ahora me dice?—pregunta arreglándose frente a mí. —Tal vez porque no sé dónde estaba y no tengo su número—mi tono irónico se escucha a kilómetros. —No se irá de aquí hasta que no termine de redactar cada una de esas malditas cartas—ordena y cuando se da la vuelta para caminar hacía el ascensor me levanto y le muestro mi dedo corazón. Como desearía hacerlo de frente. Me concentro en redactar las malditas cartas. Uy, es que quisiera tirarlo de un puente. Tendré que ir a una iglesia porque el día de hoy he maldecido más que nunca y tengo unos pensamientos muy peligrosos sobre como matar a mi jefecito. —Te traje algo de comer—miro frente a mí y una Sango con una bolsa de comida me mira. La miro maravillada mientras tomo la bolsa. —Comida—susurro y miro todo como si fuera la primera vez que veo comida en mi vida. Comer está prohibido a horarios de trabaj,o pero, ¡al diablo! Tengo hambre y el señor maldito no me ha dejado ir a comer. Devoro todo rápidamente saciando mi hambre. Sango solo se burla cuando maldigo a Inuyasha. —Te amaré de por vida Sango—ella solo me sonríe y toma toda la basura. —Por cierto, tu amigo trajo tu coche— y se marcha. Me arreglo y sigo en lo que hacía, cuando termino queda 10 minutos para que acabe mi turno. Me levanto sintiendo mi cuerpo adolorido. Hoy no iré al bar y menos con Inuyasha husmeando cerca. Tomo mi bolso y voy hasta donde Sango, la cual está apagando la computadora. —¿Y haz visto al jefe?—gruño molesta de solo recordar que ese ser existe. Ella suelta una carcajada al ver mi cara. —Odio a ese ser—comento. Y busco con la vista mi coche, pero no lo veo. Camino hasta donde el guardia de seguridad. —Buenas, ¿dónde está mi coche?—pregunto al no verlo por ningún lugar. —El señor Taisho ordeno que lo quiten ya que iba a poner el auto de su amiga donde estaba el suyo—siento como una energía endemoniada me atraviesa. ¡Dónde está mi salten! —¿Y se puede saber dónde diablos esta mi coche? —no quería sonar brusca pero el jefecito me está sacando de mis cabales. —Junto a las chatarras—abro mis ojos sorprendida. Me marcho de mala manera a buscar mi auto. Ya entiendo porque llevo todo el día maldiciéndolo, es un maldito de lo peor. Le llamaré señor maldito. Le queda bonito y hasta podría decir que combina a la perfección con el carácter del infierno que tiene. Ya hasta me estoy haciendo la idea de renunciar. Este tipo se le ve que me joderá mucho la existencia. Sigo caminado cuando un auto casi me atropella en el estacionamiento. Frena bruscamente frente a mí y yo siento como la sangre deja de circular en mi cuerpo. Me tiento a ver si sigo completa y lo hago. El personaje que casi me mata sale del auto y solo resoplo. —¿Ahora quiere que la atropelle de verdad?—pregunta molesto. —Aprenda a conducir y le aseguro que no matará a nadie—es lo único que le digo y sigo buscando mi auto porque solo quiero llegar y dormir toda la noche. —¿Terminó su trabajo?—pregunta burlón. —Sí, esta todo perfectamente redactado—me meto al coche y arranco de manera rápida. Lo veo con una sonrisa y lo pierdo. Quiero matar a ese ser. Cuando llego a casa decido hacer una pijamada. Hace mucho que no hago más que trabajar y trabajar. No me he detenido hacer algo para mí. —Kagome, ¿por qué tardaste tanto?—pregunta Sango colocando la mesa. —Resulta que Inuyasha mando mi coche al lado de las chatarras porque su amiga tenía que estacionar su coche donde estaba el mío—ella suelta una carcajada y yo la fulmino con la mirada—voy a tomar una ducha, luego bajo—subo a mi habitación y me doy una suave y relajante ducha. Bajo con una pijama puesta donde está Sango y veo a Ayame arreglar su bolso. —Ayame, Sango y yo haremos una pijamada, por si quieres venir—ella me mira sonriente. —Preparo las palomitas—le guiño un ojo de acuerdo cuando Sota se me lanza dejándome caer. Ya puedo escuchar mi espalda morir. ¿Sabes que eres muy dramática? La verdad a veces eso un poco dramática y todo demás. Levanto la mirada y él me mira con una gran sonrisa. —Hola hermanita—saluda sonriente. —Saluda a mi espalda la cual acabas de masacrar—todos sueltan una carcajada ayudándome a levantarme del suelo. —¡Familia ya volví! —Ayame entra como toda una diva a la casa. Lleva unas gafas de sol puestas y un traje de... ¿Cenicienta? La mesa se llena de carcajadas mientras ella cierra la puerta y cae al suelo a causa de que tropezara con una caja de juegos. —Luego tendrás tiempo para ser diva—le digo y todos luego cenamos burlándonos de Ayame la cual nos ignora y nos saca la lengua de manera madura. Una cena muy amena. Cuando ya terminamos limpiamos todo el desorden y mando a los chicos a dormir. —Traje alcohol—Sango suelta un grito de fiesta mientras yo me olvidaré de las responsabilidades.
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