Capítulo 1
Las lágrimas siguen bajando por mis ojos, qué fácil pierdes a lo que más amas de un momento a otro. Espero en el mismo parque de siempre que llegue. La única persona que sé muy bien que me apoyará en este momento, al hombre al cual amo. Sé que encontraremos la solución a este problema. Que fácil la vida se llevó a mi madre y abuelo
Hoy murieron en el accidente automovilístico, estoy sola con mi pequeño hermano de 3 años, tan solo tengo quince años. El sol se está ocultando y se me hace extraño que no haya llegado hace horas.
—¿Tú eres Kagome?—una pequeña niña se me acerca preguntando.
—Sí, soy yo—contesto con voz ahogada.
—Me enviaron a darte esto—dice entregándome un sobre—adiós—se marcha antes de que pueda preguntar quién lo envió. Como soy demasiada curiosa abro el sobre y descubro un papel doblado en dos, rápidamente lo desdoblo y leo el contenido.
Kagome, si estás leyendo esto quiere decir que me encuentro muy lejos de ti. ¿Sabes que cuando te conocí me enamoré de ti? Pero al parecer no era tan fuerte ese amor como para no engañarte. Te engañé varías veces, no solo una, cada vez que impedía que nos encontráramos eran una vez que te engañaba. Lo siento, pero siento por ella algo más fuerte que yo mismo. Estoy siendo sincero contigo, espero que seas feliz y alguna vez me perdones.
Para: Kagome
De: Koga
En este preciso momento es que mi mundo se termina de desmoronar. Lágrimas y más lágrimas son las que me acompañan en mi dolor.
Despierto agitada y sudando. Hace mucho que no soñaba con lo que pasó hace cinco años atrás. Salgo de la cama y hago mis necesidades matutinas, cuando salgo con una toalla envolviendo mi cuerpo, busco en mi clóset una camisa blanca manga larga con una falda de tuvo negra, hago una coleta alta a mi cabello azabache y me maquillo natural.
Bajo para preparar el desayuno de Sota y el mío. Mientras lo hago pienso en el sueño-recuerdo, suspiro pesadamente. Cuando termino de hacer el desayuno me doy cuenta de que ha pasado más tiempo del que debería.
—¡Sota!—grito porque el dormilón de seguro de quedó hasta tarde despierto.
—¿Si hermana?—Sota baja limpiando la baba que hay en su mejilla, reprimo la risa que quiere brotar de mis labios y pongo cara enojada.
—Es tarde, vete a vestir, tengo que llevarte al colegio—él asiente temeroso de mi reacción.
—Claro hermana, en seguida bajo—sale corriendo escaleras arriba y me permito reír de su reacción. Cuando Sota se arregla nos vamos los dos en mi choche, en el camino estamos hablando.
—Te quedaste jugando anoche cuando dije que te duermas—miro de reojo como traga saliva y asiente—¿qué te dije de no dormir tarde?—solo faltan tres cuadras para llegar al colegio de Sota.
—Lo que pasa es que pierdo la noción del tiempo cuando juego, y no me fijé en la hora, discúlpame—lo miro seria y asiento.
—Aceptaré tus disculpas, pero el juego queda olvidado por esta semana, nada de videojuegos—él asiente triste y baja del coche—Sota—llamo cuando lo veo alejarse.
—¿Si?
—Toma—le paso su desayuno—sabes que te amo—veo como eleva la comisura del labio.
—Yo también hermana, que te vaya bien todo el día—beso su mejilla y pongo el auto en marcha hacia mi trabajo.
Trabajo como secretaría hace dos años en la empresa Senguko dirigida por mi jefe Inu No Taisho. Es buen jefe, aunque demasiado frío. Espero que la luz del semáforo cambie de color para avanzar, cuando lo hace acelero y también veo como un auto viene hacia mí. Cierro los ojos y siento el impacto, los abro lentamente y me reviso. Si, sigo viva, salgo como la niña del exorcista.
—¡Está loco!—grito enojada y veo a un joven salir del otro auto. Su cabello plateado y sus ojos dorados me dejaron idiotizada por algunos segundos.
—¿Cómo se atreve a dañar a mi auto?—se queja el muchacho y yo arqueo una ceja.
—¡Le recuerdo que era usted el que estaba manejando como un loco!—le reprocho exaltada—es usted un irresponsable, casi me quita la vida y me pelea por su estúpido auto, ¡por su auto! El mío quedo peor y no estoy llorando como una mujer en sus días—me desahogo.
—Pagaré los gastos para la reparación de su—lo mira asqueado—su auto—yo lo miro enojada.
—No sé ni cómo tiene licencia, maneja como un retrasado mental, no se crea que estamos en rápido y furioso—le digo con burla.
—No es muy buena con los chistes señorita—lo miro molesta.
—No era un chiste—digo sacándolo de su error.
—Ya, como digas, ¿cómo se llama señorita chistes malos?—pregunta burlón.
—Eso a usted no le interesa y me largo, voy tarde al trabajo—digo cuando veo la grúa venir por mi coche.
—La llevo a donde sea que trabaje—propone él.
—Yo con usted ni a la esquina—suelto y llamo a un taxi haciendo señas con las manos.
—Pero que pesadita—le muestro el dedo del medio y entro al taxi, le doy la dirección de mi trabajo l me lleva hasta la empresa. En el transcurso sólo pienso en ese idiota y en que por su culpa tendré más deudas, ¡agh! Maldito imbécil que parece ciego. Cuando llego entro a recepción camino a paso decidido hasta Koharu, la recepcionista.
—Hola Koharu—saludo siendo amigable, aunque me cae muy mal, porque siempre ha querido mi puesto de secretaría. Ella cree que nadie lo sabe, pero tiene un enamoramiento por Inu No Taisho, mi jefe.
—Hola Kagome—saluda mirándome de arriba hacia abajo—¿Qué se te ofrece?—sonrío muy hipócritamente.
—¿El jefe ha llegado?—pregunto nerviosa.
—Hace una hora y media—responde sonriendo con malicia, alguna mentira le habrá inventado a mi jefe.
—Bien, gracias—camino nerviosa hasta el ascensor. Cuando abre marco el último piso, rogando que mi jefe este de buen humor como para soportar mi tardanza. Las puertas se abren y unos impresionantes ojos dorados me reciben.
—Tarde—su voz fría hace que trague grueso.
—Buenos días señor Taisho—quisiera decirle que es maleducado por no saludar primero, pero quiero mi empleo además lo respeto demasiado. Tal vez es frío, pero en los dos años que tengo trabajando se ha preocupado por mí, y en cierto punto me tiene cariño.
—¿Razón por la cual llegó tarde?—suspiro.
—Tuve un pequeño accidente—me mira sorprendido y me inspecciona con la mirada.
—¿Está bien?—sonrío amable.
—Gracias a Dios, todo bien, lástima que hayan idiotas que conducen cómo locos—él me sonríe.
—Empiece con su trabajo—da unos pasos, pero se detiene—mis hijos llegarán en cualquier momento, si entran como Juan por su casa no se preocupe—asiento y me dispongo a hacer mi trabajo. Unos minutos después aparece con una enorme sonrisa mi mejor amiga Sango.
—Hola tonta—saluda y le sonrío, demasiado cariñosa.
—Hola bruja—le saco la lengua y ella rueda los ojos.
—Olvida eso—el año pasado Sango se vistió de bruja para una fiesta en el club donde trabajo cómo strippers. Su traje terminó hecho añicos en una pelea con otra chica, desde ese momento le apode así.
—Pero bueno—arregla un mechón de su cabello que le cae en la cara.
—Por cierto—me remuevo tratando de ponerme más cómoda en la silla—¿encontraste departamento?—su sonrisa se desvanece.
—Todavía nada—responde afligida—estoy muy asustada Kagome—confiesa—si no consigo nada este mes, Kohaku y yo estaremos en la calle—sus ojos se tornan vidriosos y una excelente idea surge en mi mente.
—¿Qué tal si se van a mi casa?—propongo emocionada—podremos estar más tranquilas—ella niega de inmediato.
—No puedo Kagome, eso sería abusar de tu confianza—la fulmino con la mirada.
—Nada de eso, mi casa es exageradamente espaciosa para solo dos personas. Sabes por qué no la vendo. Además, me podrías ayudar con los gastos y nada mejor que una mujer acompañándome—bromeo para que diga que sí.
—¿Tu hermano no se sentiría incómodo con todo esto?—pregunta preocupada.
—Nada de eso—respondo—de hecho, creo que se sentiría genial teniendo en cuenta que Kohaku también vivirá allá—ella asiente analizando la situación.
—Está bien—salto de mi asiento y la abrazo—¿cuándo crees que me puedo mudar?—pienso, hoy tengo el día libre en el bar así que podemos acomodar todo.
—Hoy mismo, después de que termine tu turno y el mío—ella asiente.
—Me tengo que ir a trabajar antes de que me despidan y a ti también—bromea y yo río.
—Vete—ella me saca la lengua y yo hago lo mismo.
Me siento y comienzo a teclear concentrada, proyecto todas las citas y juntas de mi jefe más los informes que me ordenó revisar y colocar en orden. Han pasado algunas horas porque siento mis dedos gastados, dos figuras entran cómo flash a la oficina de mi jefe, apuesto a que son sus hijos. Malditos maleducados, por lo menos debieron saludarme, no es cómo si estoy pintada ni nada por el estilo. Suspiro cansada y con hambre, el teléfono suena y lo cojo rápidamente.
—Los informes que le pedí, tráigalos—no me deja contestar y cuelga, me levanto arreglando mi vestimenta. Camino a paso decidido hasta la puerta la cuál toco y hasta que escucho un adelante, abro la puerta lentamente y respiro nerviosa, entro y todo está en silencio.
—Aquí tiene lo que me pidió señor Taisho—camino hasta colocar el informe en su escritorio.
—Gracias—asiento y miro a sus acompañantes, el oxígeno se marcha de mis pulmones al ver a la figura sentada.
—Pero que pequeño es el mundo—su sonrisa sarcástica provoca ganas de golpearlo—¿no lo cree señorita malos chistes?—respiro varias veces, no pensé que el idiota que chocó mi auto está mañana este justamente aquí y que sea hijo de mi jefe.
Mierda creo que estoy despedida