Nancy se compadeció de su hermano y le preparó el desayuno aun cuando significó romper varios potes de aderezos. Los últimos días ha sido un patán como siempre, pero eso ya es él y nadie se lo va a quitar, además, lo está pasando mal por sentir algo que nunca antes ha sentido y eso no es para nada bonito. —Oh, aquí estás. —Se acercó a él. —Te he hecho el desayuno para que te lo lleves, sé que 0dias comer fuera. —Einar estuvo realmente agradecido, pero como el obstinado que es, solo tomó el recipiente. —Ya era hora de que hicieras algo por mí, quizás te deje salir unas horas con tus amigos. —Nancy sonrió, es un maldit0 imbécil y no puede creer que lo quiere tal cual es. —Con un gracias hubiera bastado. —La abrazó. —Es bueno expresarse de vez en cuando. Llevas treinta y cinco años repr