—¿A dónde la ha enviado? —Roy bajó del coche y miró al bosque.
—A casa. —Sonrió el hombre al verlos tan desconcertados. —No tienen de que preocuparse jóvenes, mi hija estará bien. —Aquella información llamó la atención de Einar.
—¿Su hija? —Frunció el ceño, el hombre de cabello blanco, piel arrugada y estatura encogida por la edad, asintió. —¿Por qué viven en el bosque y no en el pueblo? Está a solo tres horas de aquí. —El hombre mayor agrandó su sonrisa, es primera vez que se encuentra con otras personas estando su hija presente y lo pone un poco nervioso.
—La humanidad puede ser muy perversa, y para un ser tan puro como mi hija, es muy peligroso. —La mirada azul del hombre, expresó su mal pensar. —Es mi hija, solo la estoy protegiendo. —Le aclaró rápidamente.
—Usted me va a disculpar. —Roy se acercó un poco más a él. —Pero ¿Cómo se supone que la va a cuidar después de su muerte? Usted no está muy joven que digamos. —El hombre, al contrario de ofenderse, carcajeó con diversión.
—Yo no me preocuparía, nadie sabe que vivimos en el bosque y ella sabe cómo valerse por sí misma. —Ahora fue Einar quien dio un paso más.
—¿Qué sucede si le da curiosidad? Ya nos ha visto y debo decir que llamamos mucho su intención. —El viejo se puso serio, no había tenido que lidiar con tantas preguntas y cuestionamientos antes.
—Ya hablaré con ella, su curiosidad jamás la hará alejarse mucho de casa estando sola. —El hombre miró el coche tras los hombres y los volvió a mirar. —Estas calles no se transitan desde hace muchos años, ¿Necesitan ayuda? —Roy olvidó a la chica y miró a su amigo con reproche.
—¡Te lo dije! Sabía que por aquí no era el camino. —Gruñó con desesperación.
—No lo sabía. —Einar lo miró y no se disculpó, mucho menos expresó su culpa. Si no hubieran pasado por ahí, no hubiera visto a esa chica que parece es un sueño.
—¿A dónde se dirigen? —Preguntó el hombre mirándolos. El chico de pelo rojo parece muy molesto y al otro parece no importarle el error que ha cometido.
—A la casa de retiro El Bosque.
—Puedo guiarlos, si me lo permiten. —Einar mostró esa sonrisa que no muestra casi nunca.
—Sería de mucha ayuda. —Respondió con rapidez. —Una vez lleguemos, mi amigo puede traerlo de vuelta.
—No hace falta. —El fuerte silbido del hombre los sobresaltó. Al mirar el campo que se une con el bosque, un caballo blanco corre hacia su dirección. —Eso es preciosa, eso es... —El hombre acarició el cabello del animal.
—No puede ser... —Susurró Roy, incrédulo de lo que veía, aquello parece una película. —¿Cómo es posible que ese animal salvaje le haga caso? —Cristian sonrió.
—Mi hija la salvó cuando era bebé y la criamos. Somos su familia, la hemos domado y está muy acostumbrada a nosotros. —Le dio un beso. —¿Me siguen? Por este camino queda una hora de recorrido para llegar a la casa de retiro. —Montando en la yegua, los miró.
—Sí... sí... claro, lo seguiremos. —Roy miró a Einar y cuando este montó al coche, Roy hizo lo mismo. —Lo seguimos. —Cristian asintió y sin más la yegua salió despavorida, dejándolos con la boca abierta. —No puede ser, ¿Cómo corre tan rápido? —Lo miró fascinado y arrancó el coche para seguirle la marcha.
Engla los miró desde lo alto de un árbol, ¿Por qué su padre habló con ellos como si no fuera la primera vez que hubiera visto a personas? ¿Existirán muchos como ellos? ¿Qué hay de las personas que se parecen a ella? Las preguntas como nunca bombardearon su cabeza.
Sin querer curiosear y desobedecer a su padre, decidió irse a casa y leer un poco. No debió alejarse mucho de casa.
Una vez llegó a la cabaña se sentó en el pasto con libro en mano y suspiró mirando a los conejos saltar despreocupados. Cuando esos ojos azules se vinieron a su cabeza, la sacudió, ¿Por qué la miró con tanta atención? ¿Habrá sido ella la primera persona que él ve? Entrecerró los ojos y recordó la enseñanza de su padre.
—Sí, yo soy una mujer, ¡Soy la primera mujer que él ve! ¿Por eso me miró con tanta atención? Vaya... —Sonrió feliz por finalmente ver a una persona. —Papá tiene que contarme más sobre las personas, nunca me dice nada de ellos. —Un conejito se acercó a ella. —Hola, ¿Cómo estás? —Lo tomó en brazos y lo besó. —¿Dónde está tu familia? —Miró al bosque y frunció el ceño al no ver a ningún animal más por ahí. —Creo que es mejor entrar. —Sin soltar al animal se puso en pie y entró a la cabaña. Su padre no está y es él quien investiga los ruidos extraños.
Al llegar a la casa de retiro, Cristian bajó de la yegua y esperó a que ellos aparcaran el auto. Roy bajó rápidamente y miró al animal impresionado.
—Corre muy rápido. —Se acercó lo suficiente para poder tocarla. —Es hermosa. —Cristian sonrió por los halagos del hombre.
—Por cierto, soy Einar Dankworth. —Se acercó con la mano tendida al hombre.
—Mucho gusto, soy Cristian Bengtsson. —Le estrechó la mano y lo miró directamente a los ojos. —Tu apellido no es muy común, según lo que he escuchado eres el único en toda Escocia. —Einar lo miró sorprendido. El hombre vive en medio de la nada, pero no es un ignorante.
—¿Qué llevó a un hombre muy bien informado a vivir en medio de la nada con su hija? —Cristian sonrió.
—Las decisiones que tomamos en algún momento de la vida vendrán a nosotros, ya sea para bien o para mal. —Soltando su mano dio un paso atrás sin dejar de mirarlo fijamente. —Y muchas veces esas consecuencias no son buenas y te obligan a arrastrar a lo que más amas contigo. —Einar profundizó más su ceño, ¿Qué tan mal pudo hacer ese hombre como para someterse a ese estilo de vida?
—Le invito a beber algo. —Roy lo miró. —Fue de mucha ayuda y deseo agradecerle. —Cristian montó a su yegua y los miró con amabilidad.
—No podría quedarme aunque quisiera, mi hija está sola y últimamente los cazadores se están acercando mucho a casa. Ella odia que lastimen a los animales y no puedo arriesgarme a que ellos sepan de su existencia. Buena estadía, señores. —Con un gesto de cabeza inició a cabalgar.
—¿Nadie sabe de esa chica? —Roy miró a su amigo y alzó las cejas. —Todo lo que estás pensando, sácatelo de la cabeza. —Einar ni siquiera lo miró, inició a caminar al interior del lugar.
—Buenas tardes. —La recepcionista de pelo rubio los recibió con una coqueta sonrisa. —Bienvenidos a la casa de retiro El Bosque, ¿Me permiten su documentación, por favor? —Roy rápidamente sacó su identificación y se la tendió a la chica.
—Señor Blacach, usted reservó una de nuestras cabañas. —Inició a buscar en la libreta. —Dos semanas de estadía con todo incluido. Me confirma, por favor.
—Así es, una cabaña de lujo y todo incluido. —La mujer anotó en otra libreta y eso llamó la atención de Roy. —¿Cómo es que se hacen las reservaciones por teléfono y aquí no hay ni siquiera luz? —La mujer sonrió ante la curiosidad y la tontería del hombre, se le hizo muy tierno.
—No seas idiot4. —Einar lo miró como a un ignorante. —Toman las llamadas en el pueblo y después la traen aquí. No me avergüences de esa manera. —La mujer desvió la mirada para no reír y avergonzar al hombre más de la cuenta.
—Ella es Rosell. —Señaló tras de ellos al escuchar a su compañera. —Será la encargada de llevarlos a su cabaña y darles los horarios. Sus maletas se les estarán llevando a su habitación. —Roy dejó la llave del auto y siguió a la pelirroja.
—Eres un imbécil, ¿Por qué me has dejado en vergüenza frente a esa chica? —Einar enarcó una ceja.
—Debes buscar otra manera de ligar, pareces tont0 cuando te pones plan ignorante. —Roy no dijo nada, solo le gusta ser simpático.
Tras caminar por unos minutos, llegaron a una hermosa cabaña cerca de un lago. El lugar es enorme y muy pacífico.
—Por favor. —La chica abrió la puerta y los invitó a pasar. —Aquí están los horarios, una vez nuestros servicios cierren, no abrirán más hasta el día siguiente. —Einar leyó algunas de las actividades y estuvo muy satisfecho, son bastante flexibles.
—Gracias, señorita. —Recorrió el recibidor con la mirada. Todo es acogedor, el olor a madera, las luces tenues, los muebles rústicos y el calor que la casa brinda es excepcional. —Gracias por la ayuda. —La mujer hizo una pequeña reverencia.
—Cualquier cosa pueden ir a recepción, aunque yo me estaré pasando para estar al pendiente de ustedes. —Al abrir la puerta vio a su compañero cargando las maletas. —Te ayudo. —Mantuvo la puerta abierta, el nerviosismo lo oculta muy bien, pero que esos hombres no dejen de mirarla la está sofocando mucho.
—Gracias. —Roy sacó un billete de veinte euros y se lo entregó al muchacho una vez tomó las llaves.
—Muchas gracias, señor. Tengan buena estadía. —Sonriendo y ocultando su cansancio, se despidió de los hombres, al igual que la mujer.
—Creo que esto no ha sido una buena idea. —Roy se internó a la cabaña. —Amigo, tú no puedes estar sin trabajar un solo día y aquí nos alumbramos con lámparas de fuego. —Golpeó una.
—Por eso exactamente quise venir a este lugar y no me arrepiento. —Einar se sentó en uno de los sofás, su gesto pensativo hizo enarcar una ceja a Roy. —Mañana mismo iremos a donde nos encontramos a esa chica y buscaremos esa casa. —Roy rápidamente negó.
—Ya has oído al hombre, nadie sabe de la existencia de su hija. Dejemos al hombre en paz, no buscaremos nada y nos quedaremos aquí a relajarnos. —Einar no le prestó mucha atención, aquel cabello, aquellos ojos, esa sonrisa y toda esa inocencia lo dejó nulo. No puede sacársela de la cabeza, él jamás se paraliza ante una mujer y debe remendar esa estupidez que hizo demostrando que ella puede ser sumisa de todas sus órdenes.
—Mañana mismo irás al pueblo a contratar a algunos cazadores, solo así podremos dar con ella. —Poniéndose en pie lo miró. —La quiero y la voy a tener, nada podrá detenerme. —Roy lo miró alejarse y maldij0, ¿Qué necesidad hay de querer a una chica que posiblemente no sepa nada del mundo?
—¿Te das cuenta de que se ve de solo dieciséis años? —Fue tras él, ahora puede decirle todo lo que se le venga en gana, no dejará que haga esa locura. —¿Dónde te dejaría eso a ti? —Einar frunció el ceño, no pensó ese detalle.
—Ese hombre se ve demasiado viejo cómo para ser padre de una chica de dieciséis años. —Roy carcajeó bastante ofendido.
—¿Debo recordarte a qué edad me tuvo mi padre? Amigo, deja a esas personas en paz. La recepcionista es rubia y está bastante buena, ¿Por qué no te la coges a ella y ya está? —Einar lo miró con intimidación.
—La recepcionista casi me come con la mirada, en cambio, esa chiquilla ni siquiera me prestó atención. Ella solo me miró con curiosidad y ya está, pasó totalmente de mí.
—Por supuesto... aquí está don me obsesiono con todo lo que no pueda tener. ¿Sabes que puedes enamorarte por jugar a esto? —Einar carcajeó como casi nunca carcajea.
—¿Enamorarme yo? Por favor, Roy, el amor es debilidad. No me he enamorado a mis treinta y cinco años y no lo haré ahora. Déjame en paz y planea todo para contratar a los cazadores. —Cerrando la puerta de la habitación, río un poco más. Su amigo es un tonto, él jamás se enamoraría y menos de una chiquilla que no conoce más allá del bosque.
Cristian llegó a la cabaña después de recorrer los alrededores, está muy nervioso al saber que aquellos chicos vieron a su hija. No les parecieron malos, pero el pelinegro se le ve bastante arrogante y el poder con la arrogancia en una sola persona es muy peligrosa.
—Papá. —Engla corrió hasta él. —¿Estás bien? ¿Por qué te has ido con esos hombres? Ellos... ellos no son como me los imaginé. —Cristian miró a su hija con preocupación, quiso creer que no tendría curiosidad, pero algo en él le dejó claro que tendría y mucha.
—Tranquila hija, tranquila. —La tomó de la mano y la llevó a la vieja silla hecha por él mismo. —Las cosas no son siempre como las imaginamos, y es ahí cuando nos sorprendemos. —Sonrió mirando los ojos dulces de su hija. —Los ayudé, estaban extraviados y los ayudé a llegar a su destino. —Engla ladeó la cabeza, jamás había tenido curiosidad por nadie más, pero ahora que los vio a ellos siente la necesidad de saber más.
—¿A dónde ellos fueron hay más personas? —Cristian se puso serio en el acto, su corazón inició a palpitar con fuerza.
—Ellos fueron muy lejos, hija y sí, hay más personas. —Se puso en pie. —vamos a preparar la cena.
—No quiero que lastimes a otro animalito, podemos comer frutas y vegetales. —Lo tomó por el brazo y lo miró con tristeza. —Por favor, no los lastimes. —Cristian sonrió y besó la frente de su hija.
—De acuerdo, comamos vegetales. —Ambos salieron de casa para cosechar su comida.
Cristian observó a su hija sonreír y jugar con los animales que se le acercan, pensó en el momento que ya no esté para protegerla del mundo que hay ahí afuera. Su preocupación aumentó cuando recordó la absoluta inocencia de su hija y su ignorancia con todo lo que existe en el mundo.
—Ven papá. —Su llamado lo sacó de sus pensamientos. —Hoy quiero seguir leyendo el libro. —Cristian siguió a su hija. Ahora piensa que debió permitirle leer libros que le enseñaran del mundo y no esos libros sosos donde apenas se habla de la interacción humana.
Solo le queda rogar que esos cazadores se mantengan lejos de su cabaña y que aquellos dos jóvenes lo olviden y vuelvan lo más pronto posible a su país.