—Eh... amigo. —Roy se paró a un lado de la cama para despertarlo sin tocarlo y evitar empeorar las cosas. —Einar, despierta. —Los gritos de su amigo lo preocuparon, siempre es lo mismo. —¡Einar!— El aludido se sentó en la cama sudoroso, jadeante y aterrado. Su mirada aun pérdida vaga por cada esquina de la habitación. —Tranquilo, soy yo. —Roy trató de calmarlo en cuanto lo miró. —Mierd4. —Einar gruñó furioso, queda como un tonto por esas maldit4s pesadillas. —Vas a tener que retomar las sesiones con el psicólogo. —Einar negó, ya está harto de intentarlo todo. —Es lo mismo, los sueños nunca acaban. —Cerró los ojos para tratar de controlar su ritmo cardíaco y quitar esa extraña sensación de su cuerpo. —Trabajar hasta tarde y dormir solo cinco horas no te ayudan. —Le recordó su falta