Capítulo 21. Apoyo entre hermanos

2350 Words
Tanto Zuberi como Brida se encontraban completamente desnudos. Esta vez, el rey se colocó boca arriba y dejó que Brida se sentara sobre su abdomen, bajando poco a poco en la zona de la entrepierna mientras apoyaba las manos sobre sus pechos. - Esto… se siente bien – susurró Brida, mientras movía las caderas lentamente. - Debemos relajar las tensiones causadas por la reunión – dijo Zuberi – así es que será una larga noche. ¡Me siento estresado! - Entonces no hablemos de trabajo, cariño – dijo Brida, tomando a Zuberi de su mano para besarla por el dorso – Por esta vez, seamos solo marido y mujer. Zuberi asumió con la cabeza y tomó los brazos de Brida con fuerza, estirándola hacia sí para que sus torsos se encontraran en contacto mientras comenzaba con las embestidas. Brida gimió y sintió que la piel se le erizaba. Zuberi le besó el cuello, luego pasó por su oreja y, por último, hacia su boca. Olió su aroma y la sintió a flores y hierba. Era dulce y agradable, pero a la vez fresco y salvaje, tal como lo había sentido cuando la presentaron por primera vez en la Corte. En aquel entonces, ellos dos eran apenas unos adolescentes. Sus padres conversaban sobre los detalles del compromiso, mientras ellos se miraban atentamente. Zuberi se sintió hipnotizado por esos cabellos de fuego, que lo incitaban a sucumbir a sus instintos rápidamente. Brida, por su parte, lucía muy distraída, como si su mente estuviese perdida en cualquier otra parte. En pleno coito, la mujer de la cual se enamoró, comenzó a murmurar: - Z… z… z… Zuberi se detuvo y quedó sin aliento. Sus ojos se abrieron y se mordió los labios, ante el temor de que pronunciara el nombre de aquella persona que se interpuso en su camino a la felicidad. - Z… Zu… Zu… La vocal sonaba distinta. El rey sintió que su corazón estaba a punto de salírsele de su boca. Esta vez, la rodeó con sus brazos para sentir su desnudez y, acercando sus labios al oído, le susurró: - Te amo. Brida dejó de gesticular y cerró los ojos. Hundió su cabeza sobre su hombro y sintió cómo la barba de su marido le hacía cosquillas en el cuello. En el fondo, se alegraba estar casada con un hombre que la amaba por como era y no por ser una reina. Pero, a la vez, sentía culpa, debido a que, aun con todo lo que pasaron, aun con lo dispuesta que estuvo de olvidar a Zaid y borrarlo para siempre de sus recuerdos, no podía amarlo con la misma intensidad que él la amaba. Por eso pensaba que, mientras estuviese a su lado, se sentiría plena y segura. Como si solo con él pudiera lograr sus propósitos y demostrarles a todos que era la mejor reina del mundo. - Te quiero – le dijo. Zuberi la miró. Brida le estaba sonriendo, con las mejillas coloreadas. Ella le expresó lo que sentía por él, aunque en el fondo esperaba un “también te amo” de su parte. Aun así, estuvo conforme con esas palabras y le dijo: - Te amo y siempre te amaré. Nunca lo olvides, mi amor. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………… La duquesa Mila estaba leyendo los informes sobre nuevos ataques de piratas en las costas. Esta vez, la zona más afectada fueron los pueblos fronterizos con el reino del Sur. Quería apoyar a su hermano en esto, pero sabía que pronto debía regresar junto a su esposo para verificar el estado de cobre en sus tierras. En un momento, se topó con una nota que el príncipe Abiel le escribió antes de dirigirse al palacio. Pensó que se le había traspapelado entre tantos documentos, así es que los apartó y dedicó su tiempo para leerlo. “Esposa mía, pienso que podemos usar el cobre combinado con los diamantes para fabricar armas más avanzadas. Estoy intentando convencer a mi madre para que me provea de la infraestructura necesaria, pero ella me exige un gran porcentaje de material para su propio ejército. Aunque, siendo sincero, considero que lo mejor sería aliarnos para invadir la isla de los piratas y capturar a la duquesa Sonia desde su base. Esta amenaza no solo perjudica el comercio interno del reino del Oeste, sino también a las demás naciones del continente Tellus. Hay personas que han perdido sus trabajos y venden lo poco que les quedan debido a que invirtieron los diamantes dando todo lo que tenían. Y tras los saqueos y robos, los diamantes perdieron su valor y causaron una gran inflación a nivel global. Estoy seguro que, tarde o temprano, mi madre cederá y, así, contaremos con una mejor infraestructura para iniciar el ataque. Quedo atento a tu respuesta.” De inmediato, la duquesa Mila se dirigió a la oficina del rey Zuberi para hablarle de la propuesta que el príncipe Abiel le hizo. Por suerte, el monarca se encontraba libre y pudo atenderla. La mujer le mostró la nota y él la leyó atentamente. Luego, se la devolvió y le dijo: - Los del reino del Este cuentan con los mejores aviones de guerra para combates. Claro, no superará en infraestructura militar a los del reino del Norte, pero como te has casado con un príncipe del Este, entonces nos conviene aliarnos más con los de su reino. - Solo espero que a la reina del Este no se le ocurra cobrárnoslas por acceder a apoyarnos – dijo Mila. - Bien. Entonces queda en ti persuadir a tu querido esposo para que se ponga de nuestro lado el día que haga falta. - ¡Es demasiada presión, hermano! Zuberi dio un suspiro. Él sabía que su hermana tendía a ser muy mañosa, pero era la persona en quien más confiaba y no precisamente por ser familia. Supuso que la reina Brida se percató de sus capacidades y, por eso, decidió elegirla para que contrajera nupcias con el príncipe Abiel y, así, seguir manteniendo control sobre el territorio del cobre. Ambos hermanos se acercaron a lord Aries quien, en esos momentos, estaba analizando los planos de la isla. El rey Zuberi le mostró la nota del príncipe y le preguntó: - ¿Qué te parece, capitán? Tenemos los planos y la distribución del lugar gracias a los rehenes rescatados. Si logramos usar los aviones de guerra del reino del Este, podremos invadir esa isla y detener las acciones de la duquesa Sonia contra nosotros. - Puede ser factible – dijo lord Aries, leyendo la nota – sin embargo, temo que no podremos hacer un ataque directo, majestad. Hay todavía muchas personas inocentes ahí y sospecho que, a estas alturas, la duquesa Sonia ya habrá trasladado a los cautivos en otro lugar. - ¡Ah, cierto! ¡Olvidé a los secuestrados! – dijo Zuberi, dándose una fuerte palmada en la frente. La duquesa Mila tomó el plano y miró atentamente. Ahí figuraban distintas localizaciones como la zona de las naves, la residencia de la duquesa Sonia, la sala de reuniones de los piratas, en qué parte tenían sus casas donde iban a dormir y dónde tenían mantenido a los cautivos. Notó que marcaron la localización de un mirador por la zona este de la isla, en mira hacia el reino y con la nota de “muchos vigilantes”. Y, al otro extremo, de cara al extenso océano del lado oeste, había un lugar vacío y sin vigilancia. En el mapa figuraba como “playa”. Y, con eso, se le ocurrió una gran idea. - ¿Y si en lugar de atacar por aire, atacamos por tierra? Zuberi y Aries la miraron, sin comprender. Ella señaló la zona de la playa y dijo: - Podemos traer botes hasta aquí, lejos de la mira de los piratas. Los aviones sobrevolarían hacia la costa este de la isla donde se encuentra su mirador – esta vez, tomó un mapa del reino del Oeste que estaba sobre el escritorio de lord Aries y continuó – los aviones vendrían desde los territorios de mi marido, cruzarían el mar en línea recta hasta la isla – trazó con su dedo por el largor del mapa hasta el mirador – los vigilantes advertirán a la duquesa Sonia del ataque aéreo y todos se centrarán en las naves voladoras. Es ahí que debemos aprovechar para acercarnos en botes hasta la playa – movió su dedo indicando la zona - ¡Y atacamos! - Pero el lugar que indica está lejos del alcance de nuestros barcos, señora – le señaló lord Aries – la corriente es muy inestable, no llegaríamos a tiempo y podrían detectarnos al instante. - No saldrían los barcos directo de nuestro puerto – dijo Mila y, esta vez, señaló hacia el reino del Norte – tienen que venir de aquí, hacer un trayecto en línea curva y desembocar en un terreno lejano a la isla para enviar los botes hacia la playa. - En ese caso, habría que hablar con la reina Abigail del reino del Norte para que nos deje embarcar desde su puerto – dijo el rey Zuberi – según mi esposa, ella es diferente a su madre, es más flexible y espontánea. Pero eso es algo que deben negociar las reinas para llevar a cabo esta operación. - En verdad eres brillante, duquesa Mila – dijo lord Aries, genuinamente sorprendido – jamás se me habría ocurrido ese movimiento. - Fue gracias al plano que nos detallaron las víctimas rescatadas y los espías de mi marido – dijo Mila – nunca me habría arriesgado a elaborar estrategia alguna sin un buen material visual. El rey Zuberi sonrió, debido a que se sentía orgulloso por su hermana menor. Aun así, debía elaborar un plan de contingencia en caso de que la reina del Norte se negara a cederles su puerto para atacar una isla lejana. Así es que tomó el mapa del continente Tellus, marcó los trazos establecidos para atacar la isla de los piratas y añadió una nueva línea, que iniciaba por debajo de la isla y se acercaba a ella en forma de espiral. - Se me ocurrió que podemos camuflar los barcos en blanco y azul. Así, distraeremos a los vigilantes y, cuando estemos cerca, los atacamos desde la distancia. Es el plan de contingencia que se me ocurrió en caso de que los del reino del Norte se nieguen a apoyarnos. - Tu plan es bastante arriesgado, hermano – en caso de alguna tormenta, la embarcación podría desviarse y se arruinaría el plan. - Entonces, recemos a la Diosa para que la reina Abigail nos apoye desinteresadamente. Mila asumió con la cabeza. Luego, regresó a su dormitorio para poder despejar la cabeza después de estar largo tiempo en la oficina de su hermano. Cuando llegó, recibió una llamada del príncipe Abiel desde su dispositivo comunicador. Así es que lo atendió y, cuando se proyectó su rostro en forma de holograma, le dijo: - ¡Esposo! ¿Sucedió algo? - No pasa nada – dijo Abiel, mostrándose extrañamente nervioso – solo quería saber… bueno… ¿Leíste mi nota? - Sí, la leí – respondió Mila – mi hermano está de acuerdo con atacar la isla con los aviones de tu madre. ¿Qué dijo ella al respecto? - Tengo buenas y malas noticias. Abiel se interrumpió, como si se sintiera culpable por la situación. Mila dio un suspiro y le dijo: - No me enfadaré. Recuerda, no debemos mezclar los asuntos privados de matrimonio con nuestro trabajo. Aunque cada uno le juramos lealtad a nuestra respectiva reina, ahora somos familia y debemos respetar nuestros espacios. Por eso, no me enojaré si me dices que no podemos usar los aviones. - Ah, entiendo – dijo Abiel, mostrándose un poco más relajado – bueno, mi madre se niega a cederme sus naves, pero me enviará a unos técnicos para que ellos mismos construyan mis propias naves en mi territorio. Me dijo que podía encargarme personalmente de nuestra alianza entre reinos si es que accedes a hablar con ella en persona. - ¿Qué? ¿La reina Jucanda quiere verme? – dijo Mila, con los ojos bien abiertos - ¿Pero por qué? ¿No estaría más interesada en mi hermano, que es un rey? - Para ella, el rey Zuberi es solo una “propiedad” de otra monarca, no lo puede “tocar” – dijo Abiel – pero contigo es diferente, porque eres mi esposa y mi “dueña”. Son cosas de mi reino, no entremos en detalles. Lo único que sé es que, si accedes a reunirte con ella, estará encantada de proveernos de los técnicos necesarios para tener nuestros propios aviones. - ¿Y quiere verme ahora? – preguntó Mila. - Solo quiere una confirmación favorable. La fecha de la reunión se puede establecer más adelante. Como reina, tiene la agenda muy apretada, así es que probablemente se vean el año que viene. - Lo entiendo. En ese caso… En el fondo, Mila se sentía nerviosa. Si bien era la hermana de un rey consorte, no le otorgaron el título de princesa porque “no cumplía con los requisitos”, según la corte. Aunque no se quejaba, estaba a gusto con su título de duquesa porque le permitía gestionar sus propias tierras y ejército. Pero sabía que un ducado no era tan atrayente para llamar la atención de una reina de otra nación, al menos que estuviera emparentada con sus hijos o familiares cercanos. Si bien sospechaba que había una intención oculta, en esos momentos no podía ponerse quisquillosa con el tema. Zuberi ya estaba lidiando con muchas cosas como rey y, por eso mismo, como su hermana, debía apoyarlo para llevar adelante el desarrollo de la nación. Así es que mostró la sonrisa más calmada que pudo conseguir y respondió: - Está bien. Acepto reunirme con tu madre. Aguardaré que me confirme fecha y hora para anotarlo en mi agenda. - Muchas gracias, esposa mía. Se lo informaré y te haré saber su respuesta.

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