LILA
Logan me agarró del brazo mientras salía por la puerta, claramente frustrado.
—Te equivocas, Lila.
Intentando liberar mi brazo, respondí:
—Olvídalo, Logan. ¿Qué importa?
Me giró hacia él. Mirándome a los ojos, dijo:
—No sé si es importante para ti, pero hay algo que quiero decirte.
Ahh, esa curiosidad dentro de mí. Estaba aplastando cualquier otra emoción que pudiera sentir. Pero esta vez no iba a sucumbir, ¿o sí?
—¿Qué me vas a decir?
Sí, lo admito, sucumbí.
—Vayamos a algún lugar y sentémonos.
Hace dos días me decía que no podía sentarme porque era mi jefe, y ahora quiere sentarse a hablar.
—¿Qué ha cambiado, Señor Logan?
—Lo que ha cambiado, Lila, es que sigo sin quererte, pero ahora creo que el niño es mío.
—Bueno, no me creíste durante todo este tiempo, ¿por qué de repente me crees ahora?
Y ahí estaba. Lo que había esperado escuchar durante tanto tiempo, pero llegó cuando ya no tenía esperanza. Ah, bebé, si no fuera por ti, le habría gritado a este hombre y me habría ido. Pero no pude.
—Vamos a algún lugar, pero salgamos del hospital cuanto antes.
No pude resistirme porque de repente quería pastel otra vez.
—Vamos a una pastelería —dije.
Entramos en una pastelería colorida. Al ver las parejas que estaban allí, sentí un nudo en el corazón. Quizás ellos estaban casados, comprometidos, eran amantes. Mientras tanto, nosotros éramos una mujer embarazada y un hombre que era el padre del bebé. Dos personas completamente separadas. Él y yo. Eso era todo.
Cuando nos sentamos, una chica se acercó.
—Hola, ¿qué les pongo?
Levanté la vista. Era muy guapa, con su larga melena rubia y su rostro delicado. Pero estaba mirando a Logan. Aunque me repetí que no me importaba, su forma de mirarlo me estaba sacando de quicio. Cuando miré a Logan, noté que él me estaba mirando.
—¿Qué pedimos? —dijo, claramente para romper el silencio—. Tú querías venir aquí, así que probablemente tienes antojo de algo dulce.
Ah, sí. Inteligente, pero estúpido al mismo tiempo.
—Sí, quiero algo dulce. Tráeme un pastel de frutas. No quiero ninguna bebida.
Le dije a la chica, que seguía sin apartar la vista de Logan.
—¿Y usted? —le preguntó a él.
—Un café solo, por favor.
Añadí:
—Un favor más.
—Sí, claro.
—¿Podrías dejar de mirar a mi marido ahora?
Oh, lo dije. Me cabreé y lo solté. Fue bueno. Ella se quedó atónita, por supuesto. No lo esperaba de alguien tan "educada" como yo.
—Lo siento, es que no veo un anillo...
Me giré completamente en mi silla.
—Ah, así que dices que primero miras los anillos de los clientes y, si no tienen, ¿Los enamoras?
—No, yo no...
—Sea lo que sea, por favor trae nuestro pedido. Estoy embarazada y, aunque puedo esperar, mi bebé no. Y está empezando a molestarme.
Cuando se fue, me giré hacia Logan. Me estaba mirando de nuevo, con una expresión desconcertada.
—¿Qué? Me molesta que los demás miren a las personas que están conmigo como si quisieran devorarlas.
—¿Estamos casados en tu mente?
—No le des la vuelta al asunto. Puedes ver mi barriga. No quería más palabras innecesarias aquí.
—¿Tu embarazo es una broma?
—Te mudas a un barrio con tu familia, estás embarazada y no tienes marido. Es una broma, por supuesto.
—Escuché que Ethan vive contigo también. ¿Cómo lo llaman?
Oh, míralo, intentando poner palabras en mi boca. Pero ya verás.
—Lo conocen como mi marido.
Logan abrió los ojos, desconcertado una vez más. Bajé la mirada al pastel que me trajeron y luego levanté la vista. Alguien más lo había traído. Claro que nuestra rubia estaba molesta. Me sumergí en el pastel de inmediato. Qué cosa tan curiosa es este antojo. Antes, cuando quería algo, el deseo desaparecía al comerlo. Ahora, disfrutaba cada bocado.
—Si has terminado tu amorío con el pastel, ¿podemos volver al tema, Lila? Ethan, ¿cómo es tu marido?
—Solo lo es.
Exhaló profundamente, claramente enfadado. Pues bien, que se enfade. Yo estaba disfrutando mi pastel. Oh, se levantó. Déjame pensar en otro pastel. ¿Tendría otro antojo? Um… No, creo que ya no.
Cuando miré a Logan, había terminado su café.
—¿Nos levantamos?
Me miró y se puso de pie.
—Vale, ve al coche. Yo pagaré la cuenta y volveré.
—De acuerdo.
Mientras caminaba hacia la puerta, vi a la rubia. La miré mal y salí. Empecé a caminar hacia el coche sola.
Cuando subí al coche, Logan también se metió. Al sentarse, me miró de reojo.
—Abróchate el cinturón.
Iba a hacerlo de todos modos, pero el hecho de que me lo ordenara me ponía de los nervios.
—No me importa.
—No es por ti, es por mi bebé.
Qué disgusto. "Su" bebé, decía. ¿Qué pasa con el padre falso?
—¿Acabas de pensar en el bebé? Obviamente no te importa, ni siquiera preguntaste cuál es el sexo.
—Porque ya lo sé.
—¿De dónde?
—El día que hablaste con mi Yesenia, fuiste a una revisión médica y después llegaste a la cita cargando ropa rosa. Eso significa que voy a tener una hija.
—¿Cómo te atreves a llamarla tu hija? Es mi hija.
—¿Crees que lo hiciste sola?
Arrancó el coche y pisó el acelerador con fuerza.
—¡Despacio! Estoy embarazada, jodidamente embarazada. Y aunque no lo hice sola, la criaré sola.
—Ella tiene un padre, y yo cuidaré de ella. No crecerá sin un padre por tu culpa.
—Mira, todavía te haces llamar su padre. Parece que olvidas que cuando vine a ti por primera vez, me acusaste de ser una cualquiera. Dijiste que era obvio que el bebé no era tuyo. Luego insinuaste que podría ser de tu primo. ¿Qué ha cambiado ahora para que lo aceptes?
—Acabo de decidir creerte, ¿de acuerdo? ¿O hay algo en lo que no debería confiar?
Le gritaba mientras él me gritaba, y nuestras voces se elevaban más y más.
—Mira, sigues haciendo insinuaciones. Si no confías en mí, no te quedes conmigo ni un minuto más. ¿Te he llamado yo? Es culpa mía por aceptar hablar contigo. Quiero que pares el coche ahora mismo.
—Cállate.
—¡No me callaré! No me voy a callar, ¿entiendes?
—Lo harías maravillosamente si las circunstancias fueran otras, pero reza por mi hija.
—Oh... es mi hija.
No creo que lo entienda, señor Desquiciado. Era un gatito en el hospital, y ahora es un tigre.
Cuando llegamos al barrio, me sorprendí.
—¿Cómo sabes dónde vivo?
—¿Vives en la misma casa con mi primo, o debería decir el marido de tu mejor amiga, aunque tenga novia?
—¿Sigues con eso?
—No quiero seguir, pero no puedo avanzar porque no dices nada.
—Me mudé aquí con mi bebé. No tengo marido ni padre ni nada parecido. Lo único que sé es que tu primo averiguó dónde estaba, y mientras te esperaba, no eras tú, sino Ethan, quien me cuidaba. Estaba ahí para mí. Y lo único que hago es dejar que crean lo necesario para poder quedarme en el barrio sin una palabra más. ¿Entiendes?
—¿Me esperabas?
Paciencia, debió ser lo único que entendió de todo lo que dije. ¿Acabo de decir algo así? Pensé que había dicho otra cosa. De todos modos, ese no es el punto, Lila. Ese no es el punto.
—Vale, no pases frente a la casa. Me bajo aquí.
—Has cambiado de tema, pero volveré a eso. ¿Qué problema hay si te dejo frente a la casa?
Dijo, burlón.
—No, porque si me preguntan quién eres, no tengo respuesta.
Se le borró la sonrisa de la cara. Pero aun así, le dije que lo sentía de verdad, que no quería causar problemas.
—Diles que soy el padre de tu bebé.
Así de simple era para él.
No me importaban ni el barrio ni un grupo de tías chismosas. Lo que realmente me importaba era el bebé que surgió de ese error, ese error que fue el más grande de mi vida.