LILA
—¡Lila, levántate, vamos! ¡Lila!
Abrí los ojos y ahí estaba Ethan, zarandeándome.
—¿Qué pasa, Ethan? —respondí todavía medio dormida.
—Chica, levántate. Es lunes, hay que trabajar.
Le brillaban los ojos con esa expresión que mezclaba burla y urgencia. Aunque, para mi desgracia, el señor Ethan nunca pierde esa actitud de superioridad.
—¿Cuál es el problema ahora?
Me quité la manta de encima con un suspiro. Mientras corría hacia el baño, me detuve un segundo para mirarlo.
—¿Ethan, qué hago? ¿Qué se supone que hago ahora?
—Pues, normalmente mis asistentes no se arreglan mucho, pero tú eres más de pantalones y camisas y esas cosas medio formales.
—Eres un animal —le respondí, cruzándome de brazos—. Bueno, fuera de mi cuarto.
—Ok, tienes veinte minutos. Hoy invito yo al desayuno. Mira nomás, embarazada lenta.
—¡No te burles de una embarazada!
—Lo siento, señorita embarazada. Ahora, ¡apúrate!
—¡Vale, vale!
Entré al baño y me lavé la cara. Miré mi reflejo en el espejo. "Dios mío, ¿no se supone que una se pone más bonita estando embarazada?", pensé mientras analizaba mi figura. Salí y fui directo al armario. Escogí unos pantalones blancos y una camisa negra, algo clásico pero al revés, y ni siquiera me molesté con la chaqueta porque hacía calor.
Me dejé el cabello lacio y suelto, me puse unos zapatos cómodos y salí de la habitación. Ethan ya estaba en la cocina, con el desayuno listo.
—¡Wow! Estás preciosa, mi querida asistente.
—Gracias, Ethan.
No iba a darle el gusto de llamarlo "jefe".
—¿Qué es esa seriedad? Estamos en casa.
—Tú quisiste esto, cariño. Asume las consecuencias.
Me apretó la mejilla y salió de la casa. Después de terminar de desayunar, también salí. Frente a la puerta había un auto n***o. Claro que no recordaba haberlo visto antes. Subí al coche mientras lo señalaba con desconfianza.
—Ethan, ¿de dónde salió este coche?
—¿Te cuento que salió de un huevo sorpresa?
—¡Estúpido! Dame la historia real, por favor.
—Llamé a un tipo y él llamó a otro. Así funciona, cariño.
—Eres tan estúpido y arrogante, señor Ethan.
—Y si le sumas guapo y sexy, estaré a la altura.
—Ethan, no me vuelvas loca.
Mi teléfono sonó. Era Sophie.
—¿Sophie?
Ethan me lanzó una mirada fugaz antes de volver a concentrarse en el camino.
—Hola amiga, te tengo una buena noticia— Vuelvo a ver a Ethan que está intrigado por saber— Espera… ¿Estas con alguien?
—Sí, querida. Con Ethan, el hombre guapo, está conmigo.
Lo dije más fuerte para que él lo escuchara. Lo miré de reojo y vi cómo se le curvaba el labio.
—Entonces yo... solo quería decirte que creo poder visitarte.
—¡Vendrás, Sophie! Que noticias mas buena, espera te llamo despues para detalles entonces.
Colgué y me volví hacia Ethan.
—No sé si recuerdas, pero tengo una amiga rubia llamada Sophie.
—Lo recuerdo.
—Bueno, viene mañana.
—¿Por qué?
—Porque quiere visitarme.
—Bien.
—Bien.
Media hora después, el viaje se empezó a sentir eterno.
—Ethan, ¿por qué no hemos llegado todavía?
—Vives en un lugar que parece destino turístico. ¿Qué esperabas?
Cinco minutos después:
—Ethan, ¿ya estamos aquí?
—No.
Dos minutos después:
—¿Llegamos ya?
—No.
Cuatro minutos después, abrí la boca de nuevo:
—¡Cállate, Lila! Ya llegamos. Me estás volviendo loco.
—Iba a decir otra cosa, ¿por qué estás tan molesto?
—Porque ya me explotaste la paciencia. ¡Bájate!
Salí del coche y vi la bodega frente a mí. Caminamos hacia la entrada y todas las miradas se desviaron hacia Ethan, el jefe guapo, y yo, la chica misteriosa que iba a su lado.
Subimos en el ascensor hasta el séptimo piso. Estaba demasiado ocupada mirando los detalles del lugar como para hablar. Al llegar, Ethan señaló dos oficinas juntas.
—Esta es tu oficina, mi querida asistente. Y la mía es esta. Y si vas a estar vagando, al menos que sea aquí.
—¡Ethan, esto no fue lo que acordamos!
—Yo lo acordé por mi cuenta y lo estoy aplicando. Anda, Lila, métete a tu oficina.
Entré furiosa, pero wow, la oficina era bonita. Espaciosa y todo. Ese idiota al menos había hecho algo bien. Me dejé caer en el sofá, subí los pies y suspiré. Justo cuando estaba relajada, sonó mi teléfono.
—¿Qué?
—Baja los pies, cariño. Gracias a Dios que llevas pantalones. ¿Ya notaste que todo está rodeado de vidrios? No vayas a ser el espectáculo.
—Ok, ok.
Bajé los pies de mala gana, y ahora noté los ventanales por todos lados.
Pasaron horas, pero no tenía nada que hacer. Decidí ir por un café, pero no encontraba la máquina. Me acerqué a una chica que me miraba raro.
—Oye, ¿dónde está la máquina de café?
—Detrás de ti...
Justo cuando giré, choqué contra algo. Una máquina de café.
Ethan apareció, riéndose.
—Lila, si has terminado de pelear con la cafetera, prepárame un café. Sin azúcar.
Maldito.
Estaba removiendo el café con la cafetera que apenas encontraba, luchando por no tirarlo todo.
—Idiota. Pensaba que era humano, pero resultó ser un orangután. ¿Qué esperabas del primo de un animal de Logan, Lila? —me solté en un murmullo.
Vertí el café en la taza, intentando no derramar nada, y me subí al ascensor. Pulsé el botón del séptimo piso.
Cuando las puertas se abrieron, caminé hacia la oficina de Ethan. Dudé un segundo antes de tocar. Golpeé la puerta dos veces y luego entré. Ethan estaba al teléfono, gesticulando como loco. Apenas me vio, me hizo un gesto para que me sentara. Coloqué el café en su escritorio y me acomodé frente a él. Terminó la llamada rápidamente y se giró hacia mí.
—Gracias por el café —dijo.
—No es nada, señor Ethan. Sólo estoy haciendo mi trabajo —contesté.
—Exacto. Ahora vamos a una reunión. Necesito que tomes nota de lo importante. Aprende el trabajo, Lila. Habrá reuniones en las que no podré estar y necesitarás manejarte sola.
—Entendido.
Me levanté y lo seguí mientras agarraba un cuaderno y un bolígrafo. Caminamos hacia el pasillo.
—¿Cuándo sabrán el sexo del bebé? —preguntó Ethan, rompiendo el silencio.
—En tres semanas.
—¿Ya pensaste en algún nombre?
—No, prefiero esperar a saber si será niño o niña.
—Hmm. Avísame cuando lo sepas, y lo decidimos juntos.
—Claro.
Pronto llegamos a la sala de reuniones. Un grupo de hombres y unas pocas mujeres estaban apretujados alrededor de una mesa larga. Ethan y yo tomamos asiento mientras una mujer de cabello corto comenzaba a hablar sobre su proyecto, proyectado en una pantalla blanca. No voy a mentir: era aburridísimo. Mi mente empezó a divagar, y de pronto la música que sonaba en mi cabeza hizo que hasta me dieran ganas de pararme a bailar.
Entonces sentí un codazo de Ethan en el brazo.
—Lila, el teléfono —susurró.
Y yo, medio dormida, lo miré confundida. ¿Mi teléfono estaba sonando? Saqué el celular del bolsillo, intentando reaccionar rápido. Miré la pantalla. Todos me quedaron viendo en ese momento tan incómodo.