LILA
1 SEMANA DESPUÉS...
Lo único divertido de la semana pasada fueron las carcajadas que nos echamos viendo el vídeo que grabé de la desgracia de Sophie en el bar. Sophie no hablaba con Ethan, y mañana por la mañana se marcharía porque su permiso terminaba hoy.
¿Qué había hecho en una semana? Estaba teniendo un embarazo solitario, con náuseas interminables. Por supuesto, Sophie y Ethan estaban conmigo, pero seguro entiendes el significado de la palabra «solitaria». Ah, y además presenté a Sophie como mi hermana al equipo de chismosas del barrio. Aparte de eso, no pasó nada interesante. Yo seguía saliendo con Ethan como su ayudante, mientras Sophie se quedaba en casa y paseaba por el barrio.
De hecho, hace dos días, el sobrino de la tía vio a Sophie, claro, y vinieron a preguntar por ella. Pero cuando los nervios de Ethan se apoderaron de él, se asustaron y desistieron.
Ahora estábamos viendo una película con Sophie, pero Ethan no aparecía por ninguna parte. De todos modos, me estaba quedando dormida otra vez cuando, de repente, volví a escuchar mi nombre.
—Sophie, me doy cuenta de que hoy es nuestro último día, pero tengo tanto sueño...
—¿Es en serio? —respondió ella, ofendida—. Te ofendes cuando digo gallina. Bueno, vete a la cama. Tengo curiosidad por saber cómo termina la película.
Me levanté y sonreí.
—La chica muere al final de la película.
Corrí a mi habitación a toda velocidad.
—¡Lila! ¡Maldita seas! Siempre haces lo mismo. Al principio dijiste que no habías visto esta película. ¡Por eso acepté, cariño!
Sí, sí, sí. Me fui a la cama riéndome y puse las manos sobre mi pequeña barriga hinchada.
—Buenas noches, cariño.
SOPHIE
Seguía preguntándome cómo murió la chica. La escena era emotiva, una lástima que se reencontraran después de tanto tiempo para que ella muriera en sus brazos. Ya estaba llorando, y mi llanto aumentó cuando la pantalla se puso en n***o. La película había terminado, pero yo seguía sollozando. Estaba tan absorta en mi llanto que ni siquiera escuché cuando Ethan entró en casa.
—Sophie —dijo, mirándome con confusión.
Como no podía contestarle a causa del llanto, se sentó a mi lado y me abrazó.
—¿Por qué lloras, preciosa? No llores, que me desgarras por dentro.
¿Qué rayos acaba de decir? ¿"Me desgarras por dentro"? Si, en fin… Un momento.
—¿Por qué lloras? —insistió.
—La chica está muerta.
—¿Qué chica? ¿La conozco? —respondió, confundido.
—¡No! La chica de la película —contesté con voz inocente.
Pareció enfadarse. Claro, no podía soportarlo.
—Pensé que te había pasado algo, idiota.
Ahí me rompí un poco. No se enfadó realmente, pero me insultó.
—¿A quién llamas idiota?
—A ti.
—¿Sí, a mí? ¿Estás borracho?
—Sí.
—Pero nunca te he visto beber. ¿Por qué bebiste?
—No me hables y tampoco me mires de esa forma.
Me quedé callada. En realidad, no lo conocía bien, pero estaba enamorada de ese imbécil. Tragó saliva y continuó:
—¿Por qué bebí? Porque te vas mañana y no puedo sacarte de mi pinche cabeza. Bebí para ver si así lograba olvidarte.
Me quedé helada. Entonces… él también sentía algo por mí. Era mi turno de hablar. Iba a decirle lo que sentía, pero me cortó.
—Me acosté con una chica solo para olvidarte. Pero, aun así, pensé en ti. No puedo sacarte de mi mente.
Se levantó y se fue al baño. ¿Qué se supone que debía sentir? ¿Alegría? ¿Tristeza? ¿Decepción? No lo sabía. Me tumbé en el sofá y miré al techo, intentando no pensar. Con el ruido de la puerta, lo vi salir del baño, con una toalla alrededor de la cintura. ¡Rayos! ¿Cuál era su propósito al torturarme de esta manera? Me levanté y me puse frente a él.
—Ethan, quiero hablar contigo.
—Olvida lo que dije. No hay nada de qué hablar.
—No, sí hay mucho de qué hablar. Pero déjame decirte algo: me das esperanzas…
—Aclaremos esto —me interrumpió—. Yo no te di ninguna esperanza.
—¿Cómo puedes decir eso después de lo que dijiste?
—Lo que dije no importa. Todo hombre quiere a una mujer. Eres preciosa, Sophie, pero lo único que siento por ti es deseo.
Me quedé de piedra.
—Pero dijiste que no podías sacarme de tu cabeza. Eso es diferente...
—No hay nada diferente —respondió fríamente—. Lo único que pienso es que no pude llevarte a la cama en una semana. Eso es todo.
Dicho esto, me dejó atrás y comenzó a caminar hacia su habitación. Pero se detuvo, me miró y soltó las palabras más amargas que jamás había escuchado.
—No te quería porque eres amiga de Lila. Pero si te hubiera querido lo suficiente, ya habrías estado en mi cama. Al final, está claro lo que eres.
Eso no lo debiste decir, Ethan.
—¿Ah, sí? Sé lo que soy. Pero no me confundas con las prostitutas con las que te acuestas, cabrón.
—Ni siquiera vales tanto como ellas —respondió antes de entrar en su habitación.
Me dejó ahí, destrozada. Caí al suelo. Lo único que hice fue llorar. Todo lo que aprendí fue que los hombres, en la familia de Ethan, eran unos completos bastardos. Dejaban atrás a cualquier mujer que los amaba. Pero, ¿yo lo amaba? ¿Lila amaba a Logan, el que la abandonó con su bebé? No lo sé. ¿Importaba? Todo lo que sabía era que, mañana a primera hora, me iría de aquí.
Pasaron horas. Cuando por fin me recuperé, vi salir el sol. No había dormido nada. Lo mejor era recoger mis cosas y largarme. Entré en silencio a la habitación donde Lila dormía, agarré mi maleta y metí toda mi ropa. Me cambié y busqué papel y bolígrafo para dejarle una nota.
Lila:
Me iré de esta ciudad sin decírtelo. Sabes que no me gustan las despedidas, por eso me voy ahora. Quizás no vuelva en mucho tiempo. Pero besa a mi sobrino por mí y sigue publicando fotos. Quizás no pueda cumplir mi promesa de estar contigo cuando nazca, pero no olvides que, aunque esté lejos, tu hermana y la tía de mi sobrino siempre estarán contigo.
¿Sabes? Me quedé despierta toda la noche. Volví a sufrir después de mucho tiempo. Ya te contaré el porqué algún día. Cuídense mucho. Los quiero.
Hasta la vista,
Sophie.
Puse la nota junto a la cama de Lila, cogí mi bolso y mi maleta, y salí de la habitación. Miré por última vez hacia la puerta de Ethan y me dirigí a la salida. Mientras las luces de la calle se apagaban, el sol recién nacido comenzaba a iluminar los alrededores. Di la espalda al camino cuesta abajo, y la casa de Lila comenzó a desaparecer lentamente a la distancia.
Entré en la terminal de autobuses con pasos lentos y me acerqué al empleado que estaba tras el mostrador:
—Quiero un billete para el autobús. El nombre del autobús no importa.
—Claro, déjeme ver... El más cercano sale dentro de una hora.
—Lo tomaré.
—Muy bien —respondió mientras imprimía el billete.
Pagué y me dirigí al banco que estaba afuera para esperar. El tiempo pasaba lentamente.
Cuando habían transcurrido 45 minutos, eché un vistazo a mi alrededor. La terminal se estaba llenando cada vez más. La multitud parecía crecer con cada minuto que pasaba.
Quedaban apenas cinco minutos cuando anunciaron la salida de mi autobús. Me acerqué al vehículo, entregué mi maleta al ayudante y observé cómo la metía en el maletero. En ese momento, una voz familiar, rota y desesperada, me paralizó:
—Sophie, no te vayas.