TERCERA PERSONA
Dejaron a Lila frente a su casa. Sophie y Ethan se dirigieron directamente al hospital. Lila arrastró las maletas con ambas manos hasta la entrada y se detuvo un momento para mirar la casa de tres plantas que tanto había extrañado. Sin embargo, un problema pesaba en su mente: mientras su familia esperaba a su hija como siempre, Lila no regresaba sola; ahora era dos personas. Regresaba con su hija.
Su padre era un hombre muy estricto. Aunque amaba a Lila, su carácter disciplinado lo hacía intransigente, y Lila sabía que nunca aceptaría lo que él consideraría una irresponsabilidad. Su madre, por otro lado, siempre había demostrado un amor incondicional hacia ella, pero pertenecía a un círculo social lleno de críticas. ¿Qué dirían esas personas al enterarse de que su hija había quedado embarazada y regresaba a casa sin un hombre a su lado? La sola idea la aterrorizaba. Lila no podría soportar esas miradas, esos comentarios. Por un momento, se rindió a sus pensamientos y estuvo a punto de dar media vuelta. Estaba considerando huir nuevamente a otra ciudad.
Entonces, una voz suave la detuvo.
—Lila... mi hija.
Lila levantó la mirada y vio a su madre. Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de ambas. Habían pasado tanto tiempo separadas, y el amor reprimido salió a la superficie. Lila soltó las maletas y corrió hacia su madre, envolviéndola en un abrazo lleno de nostalgia.
En ese momento, lo único que Lila necesitaba era derrumbarse en el regazo de su madre y llorar hasta quedarse sin fuerzas. Había soportado tanto en los últimos meses. Había intentado mantenerse fuerte, aparentar alegría, pero ya no podía más. Era cierto que pronto sería madre, pero en el fondo seguía necesitando a la suya.
—Mamá… te he echado tanto de menos —dijo Lila, entre sollozos.
—Yo también, cariño. También te he echado de menos —respondió su madre mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano e intentaba sonreír—. Ah, estamos aquí, paradas en la puerta. Vamos, entremos. Tu padre también te ha extrañado mucho.
Lila asintió y, con ayuda de su madre, llevó las maletas al interior de la casa. Miró alrededor, reconociendo los detalles de su hogar. Después, dejó las maletas en su habitación y respiró hondo. Tenía que enfrentar a su padre.
Cuando entró en el vestíbulo, su padre se levantó de su silla y la abrazó. Lila no se esperaba ese gesto, pero lo correspondió con fuerza. Sintió que tal vez nunca volvería a tener una oportunidad como esa. Cuando se separaron, levantó la vista para mirarlo a los ojos, pero la vergüenza la venció. Tenía que contarle todo, pero no se atrevió. Quizá mañana sería el día. Primero debía encontrar el valor para hacerlo.
Mientras tanto, en el hospital, Ethan sintió un gran alivio al saber que su padre estaba estable. Tras asegurarse de que todo estaba bajo control, ofreció llevar a Sophie a casa. Aunque ella no quería ir, finalmente aceptó.
Cuando Sophie llegó a su casa, besó la mejilla de Ethan antes de bajarse del coche. Ahora era su turno de enfrentarse a su propio infierno personal. Caminó hacia la puerta con su maleta en la mano, respiró profundamente y tocó. La abrió su padre, con el rostro severo que siempre la había intimidado.
—Oh, señorita Sophie, ¿se fue de casa tan pronto? —dijo, con un tono irónico.
Sophie había intentado durante años encontrar una forma de conectar con su padre, pero el resentimiento siempre había sido más fuerte.
—Papá, yo… sólo ayudaba a un amigo… —intentó explicar.
—Si es por tu amigo, quédate con él. Que te cuide, con quien sea que estés durmiendo.
Sophie se quedó helada. Aquellas palabras cruzaban todos los límites. Siempre había respetado a su padre, pero esto era demasiado.
—¿Sabes qué, papá? Siempre pensé que mamá nos dejó por mi culpa, pero ahora entiendo que fue por ti.
Quería lastimarlo, aunque sabía que hablar de su madre era tocar un tema delicado.
—Te conozco demasiado bien… —comenzó a decir su padre, pero Sophie lo interrumpió.
—Antes de que se me olvide, papá, si algún día me caso, por favor, no vengas a mi boda.
No sabía por qué mencionó el matrimonio, pero quería que él sintiera al menos una pizca del dolor que ella llevaba acumulado durante años.
Mientras tanto, Logan estaba atrapado en sus propios dilemas cuando recibió la noticia del infarto de su tío. Llamó inmediatamente a Ethan, pero la conversación le dejó un sabor amargo.
—¿Ethan? Tío… ¿cómo está?
—Sí, Logan. Nos vamos a Estados Unidos.
—¿Con Sophie?
—Sí, y Lila también viene con nosotros. Están empacando sus cosas ahora.
—¿Van a quedarse mucho tiempo?
—Logan, no es el momento. Pero escucha esto: Lila se va para siempre, y es por tu culpa. Ahora debo irme. Ya vienen.
La línea se cortó, pero esas palabras quedaron resonando en su mente. "Lila se va para siempre, y es por tu culpa". Logan sintió algo extraño. Era cierto que ella huía, pero, ¿huía realmente de él o de sí misma?
Por un momento pensó en seguirla, pero descartó la idea. ¿Por qué interponerse en el camino de alguien que claramente no lo quería?
*
Sophie había decidido quedarse en casa de Lila por un tiempo. Ambas estaban sentadas en la terraza, con una taza de café en las manos. Era evidente que algo las mantenía al borde de las lágrimas; bastaba una sola palabra para que ambas rompieran en llanto. Lila llevaba días sintiéndose abrumada por sus propios pensamientos y finalmente decidió hablar con alguien.
—¿Sophie? —dijo, rompiendo el silencio.
Sophie salió de su ensueño y miró a Lila.
—Sí, querida.
—Sé que estás distraída, pero necesito hablar contigo —continuó Lila, con un tono más serio.
—Claro, ¿qué pasa?
Lila respiró hondo antes de hablar.
—Se trata de que... no estoy sola. No volví de uno en uno, Sophie. Volví de dos en dos... —dijo, acariciando suavemente su vientre.
Sophie abrió los ojos con sorpresa, pero luego recordó que Lila no le había contado todos los detalles aún.
—Oh, lo había olvidado. Todavía no me lo has dicho, ¿verdad? Y tampoco sabes qué hacer...
—Exactamente —respondió Lila, sintiéndose vulnerable.
Sophie suspiró, tratando de procesar la situación.
—Cariño, claro que tienes que decírmelo, pero, ¿qué vas a decir? ¿Que bebiste demasiado una noche, cometiste un error, ahora estás embarazada, y resulta que el padre es tu jefe, pero ni siquiera sabes si quiere a tu bebé? ¿Y por eso volviste?
Lila negó con la cabeza rápidamente.
—No, claro que no puedo decir eso. Pero, entonces, ¿qué voy a hacer, Sophie? No puedo mentir.
—No mentirás, pero tampoco dirás toda la verdad —dijo Sophie, con un destello de picardía en los ojos.
Lila se quedó desconcertada. Sabía que Sophie tenía un plan en mente, pero no entendía del todo cuál era.
—¿Qué quieres decir?
—Espabila, Lila. ¿No dijiste que el nombre y apellido de ese hombre nunca estarían ligados a tu hija?
—Sí, lo dije. ¿Y?
—Pues bien, cariño, eres lista. Encuentra a otro hombre. Preséntalo a tu familia como tu pareja, diles que están casados, o, mejor aún, cásate de verdad con él.
Al principio, Lila quedó impactada por la propuesta de Sophie. Pero al mirar la expresión seria de su amiga, se dio cuenta de que había algo de verdad en lo que decía. En menos de diez segundos, tomó una decisión.
—Tienes razón. No tengo por qué depender de un hombre que no me ama y que no quiere a mi hija.
Sophie sonrió triunfalmente.
—Exacto. Así que vamos a buscar candidatos. ¿Qué te parece Max?
—Por favor, Sophie —dijo Lila con un toque de ironía—. No voy a elegir a un hombre como si estuviera hojeando un catálogo.
Sophie frunció el ceño, pero no se dio por vencida.
—Está bien, pero Liam…
—Liam está enamorado de Chloe —respondió Lila sin pensarlo.
—¿En serio? No me lo esperaba. ¿Cómo lo sabes?
—Lo noté aquella noche en el bar. Pero, Sophie, basta ya. No voy a casarme con alguien sólo para salir del paso. Es mejor enfrentar las cosas con la verdad.
Lila se levantó, dando por terminada la conversación.
—Me voy a la cama. Tu habitación está lista. Buenas noches.
—Buenas noches, querida —dijo Sophie, aunque su semblante reflejaba insatisfacción.
Sophie se quedó sola en la terraza, mirando al cielo. No sólo Lila estaba infeliz, sino también ella misma. Por un momento, llegó a pensar que traía mala suerte a quienes la rodeaban. Sus pensamientos se desviaron hacia Ethan, y se dio cuenta de que no lo había llamado en todo el día. Sin dudarlo, tomó su teléfono de la mesa y marcó su número.
Mientras tanto, Logan estaba en su cama, completamente exhausto. Había regresado a Estados Unidos, pero ni siquiera entendía por qué se había ido en primer lugar. Yesenia, como siempre, lo había seguido. Ese mismo día, la había llamado por curiosidad. Yesenia le había dicho que estaba furiosa con su padre por interferir en su vida, y que había fijado una fecha de boda con el hombre que amaba. Logan, sorprendentemente, se alegró por ella.
Sin embargo, su mente seguía regresando a Lila. Pensó que, tal vez, si pasaba algunos días sin verla, podría dejar de pensar en ella. Quizá entonces, finalmente, podría encontrar algo más que lo hiciera feliz.