Una amiga loca es la cura

1412 Words
LILA Intentando acallar mi voz interior, entramos lentamente en el restaurante. Ethan ya se había adelantado y estaba estrechando la mano a dos parejas de mediana edad sentadas a la mesa. Sophie fue justo detrás de él. Cuando nos acercamos, Logan también saludó a los presentes, pero luego me empujó suavemente hacia adelante sujetándome por la cintura y dijo, con total naturalidad: —Mi prometida, Laura. ¿Qué? —Hola, jovencita. He oído hablar de ti. Hoy tengo la suerte de conocerte —dijo el hombre con voz firme—. Soy Orlando. Tratando de sonreír, respondí: —Encantada de conocerte. La mujer pelirroja que estaba junto a él intervino con una cálida sonrisa: —Hola, soy Susana, la esposa de Orlando. Estreché su mano, intentando que mi sonrisa no se viera forzada. Luego conocí a la otra pareja: Alex e Ismari. Finalmente, me senté en mi silla. Seguía molesta. Logan me acababa de presentar como Laura. Todavía no podía creerlo. Cinco minutos después, miré con una mueca el pescado que nos sirvieron. —¿Hay algún problema, querida? —preguntó la señora Susana. Sentí todas las miradas sobre mí. Primero la de Logan, luego la de los demás. No pude más: —Siento náuseas. Creo que voy a vomitar. Me levanté rápidamente y salí disparada hacia el baño. Odio este aspecto del embarazo. Estas náuseas deberían terminar ya. Abrí la puerta del baño y apenas pude contenerme. Vomité sin parar. De pronto, oí la puerta abrirse y sentí que alguien me recogía el pelo. Reconocí ese aroma. Era Logan. Cuando terminé, me ayudó a levantarme y me llevó hasta el lavamanos, donde lavó mi cara con agua fría. Si no me sintiera tan asquerosa en ese momento, me habría congelado de la sorpresa. Pero hice otra cosa. Me zafé de sus brazos con fuerza: —Ahora estamos solos. Ya no soy “Laura” y no tienes que ser amable conmigo. ¿Por qué no finges que no soy nada otra vez, Logan? Le grité y salí del baño rápidamente, cerrando la puerta con fuerza. Tratando de calmarme, regresé a la mesa y me senté con una sonrisa forzada. Logan volvió poco después y tomó su asiento, sin decir palabra. Habían retirado mi plato de pescado y lo habían reemplazado con ensalada. Empecé a picotearla con el tenedor, sin apetito. El ambiente continuó tenso hasta el final de la comida. Los hombres, mientras bebían café, acordaron reunirse mañana en la empresa. Por fin se terminó. Nos levantamos, nos despedimos de los presentes y nos dirigimos a la salida. Me adelanté rápidamente y me subí al coche de Ethan. Sophie, que venía detrás, también subió y se giró hacia mí: —Mi amor, ¿qué pasó? —No hay nadie en el baño. No soy Laura. ¡No soy Laura! —grité y salí corriendo. —Chica, Lila… ¿y si Logan ha aceptado al bebé? —No digas tonterías, Sophie. Aunque lo hiciera, me ha dicho cosas tan horribles que nunca podría perdonarlo. —¿De verdad quieres que tu bebé crezca sin un padre? —Sophie, no hay nada que yo pueda hacer. Le dije diez veces que el bebé es suyo. Ni siquiera le importó. —Pero si te rindes ahora, se casará en un mes. ¿Qué? Así que se casaba en un mes. —No me importa. Eso fue lo único que pude responder. Ethan y Logan seguían hablando fuera del coche. Por lo visto, la conversación terminó porque Ethan subió al auto. Me recosté en el asiento trasero, metí la cabeza entre las rodillas y traté de ignorar todo lo que decían. Solo oía voces distantes de Sophie y Ethan. Cuando finalmente llegamos a casa, dije rápidamente: —Buenas noches. Corrí a mi habitación, me cambié de ropa y me tumbé en la cama. Lo único en lo que podía pensar era en que el padre de mi bebé se casaría con otra dentro de un mes. * Era fin de semana y Sophie y yo habíamos decidido pasar un «día en casa». Después de despedirnos de Ethan, nos dimos un desayuno monumental y seguimos comiendo hasta hartarnos. —¿Lila? —dijo Sophie de repente. —Hmm. —No pasemos un día de casa hoy. Vamos a dar una vuelta por el barrio. Además, las tías cotillean más que nosotras. Y los hombres de aquí son guapos. Los perseguiremos como antes. Haremos que Ethan golpee a los otros. —No seas tonta, Sophie. Tienes novio. ¿Cómo puedes hablar así tan libremente? —¡Dios mío! Ya has tenido bastante, ¿no? ¿Eras así en el instituto, chica? Primero ligábamos con los chicos, luego los traíamos al barrio y nuestros hermanos les pegaban. —Eso era en el instituto, como bien has dicho. Éramos jóvenes y teníamos la cabeza en las nubes. Ahora voy a ser mamá. —Tienes razón. Entonces hagamos esto: vámonos de viaje, quizá veas a alguien y te enamores. Me quité la zapatilla y la lancé hacia Sophie, pero la muy rápida saltó de su asiento y salió corriendo. —¡Qué chica más maleducada! —grité. —¿Qué? ¿He dicho algo malo? —No me hagas hablar. Voy a lanzarte otra zapatilla ahora. —¡Vale, me callo! ¡Baja la zapatilla! Me las puse con una sonrisa. —Voy a recoger esta mesa y daremos un paseo. —Te enfadas cuando te lo digo y luego dices vamos a dar un paseo como si fuera idea tuya. —Oh, Sophie... Anda, ve a vestirte. Recogí la mesa y me preparé. Nos pusimos los zapatos y salimos. —Sophie, mira, la gente del barrio cree que Ethan es mi marido. No te vayas a equivocar. —Vale, Lila. ¿Soy una niña? —Lo digo por mí. ¿Acaso soy una niña? Sophie me miró con el labio caído. —¡Estaba bromeando, no pongas esa cara! Enderezó la expresión y me tomó del brazo. Empezamos a pasear por mi colorido barrio. Sophie, al ver a las tías sentadas en sus lugares habituales, se acercó y se dejó caer junto a ellas como si fueran amigas de toda la vida. Enseguida se unió a la conversación. —Chica, ven tú también, no seas tímida —dijo una de las tías, llamándome desde el otro extremo. Suspiré y caminé hacia ellas. Me senté al borde de las escaleras de piedra frente a la puerta y me dediqué a escuchar las conversaciones. —Ay, chica ¿dónde nos quedamos? ¡Ah, sí! Ese chico moreno de la playa. Lo vimos hoy. Era mi antiguo vecino. Resulta que hicieron algo con su hija, y la pobre chica terminó embarazada. ¿No es increíble? El chico dijo: No la quiero, no es mía. Lo soltó todo sin respirar. Era una historia divertida, pero al mismo tiempo parecía mi historia. —¿De qué estás hablando? Ese chico vino la semana pasada a pedir la mano de mi hija. Por suerte lo eché. ¡Jamás le daría a mi hija a semejante pinta de hombre! Mi hija es demasiado hermosa para él. La cosa empezaba a ponerse caótica. Sophie seguía escuchando cada palabra con atención. Otra de las tías del fondo no pudo evitar meterse: —¡Tu hija ya le ha tirado los perros a mi hijo en el supermercado! Y mi hijo, que es un santo, me lo contó todo. Le dije que tuviera cuidado porque esa chica es una caliente. —¡¿Qué estás diciendo, mujer?! ¡Te voy a partir la boca! —¡Es la verdad! ¿Quién te crees que eres para hablarme así, vieja? De todos modos, siempre dijeron que tu marido murió por culpa de tu lengua, ¡y resulta que era verdad! —¡Al menos yo no pasé por tres maridos como tú! Me quedé boquiabierta. Tiré de Sophie de la mano con fuerza. —¡Corre, Sophie, corre! ¡Nos van a atrapar en medio! —Déjame despedirme. Sería de mala educación. Sophie me soltó y giró hacia ellas con una sonrisa angelical: —Adiós, señoras. Espero que todas salgan vivas. Por supuesto, las mujeres se quedaron congeladas. Sophie me alcanzó con una sonrisa triunfante. Esta chica estaba mal de la cabeza, definitivamente. —Sophie, algo te pasa. Hay algo muy mal contigo. Ella solo se echó a reír, y yo seguí caminando pensando que mi amiga no tenía remedio.
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