Capítulo 14

1424 Words
Nerviosa miro a todas las personas que me rodean, cada una de ellas contando como sus maridos la maltrataban física, verbal y a otras sexualmente. No soy la única Me siento identificada con cada cosa que cuentan. A muchas las chantajean con sus hijos. Sus desgarradoras historias parten mi alma. Algunas tan parecidas a la mía y otras tan fuertes que me hacen sentir horrible, pero luego escucho como quieren superarse y deja atrás a sus maltratadores. —Él no es mi pareja, yo no soy la que hace las cosas mal, no soy yo que estoy mal. Él es un maltratador y le gusta pagar los platos rotos conmigo. Duré mucho tiempo pensando que la que estaba mal era yo, tardé en darme cuenta de que no, de que solo era una más del montón de mujeres que sufren violencia—narra la mujer bañada en lágrimas—decidí que ya era suficiente, que necesitaba un cambio. Fue difícil, pensé que me iban a juzgar, que nadie creería en mí, que solo sería rechazada, pero estaba muy equivocada. Mi familia me ayudó, ahora soy una mujer nueva. No voy a mentir, fue difícil el proceso por el cual pase, pero ahora estoy feliz, me casé con un hombre maravilloso que me comprende y me trata como lo que soy; una mujer. Soy feliz, nunca pensé que iba a serlo, tengo dos hijos y todos los días agradezco a todos por el apoyo que me brindaron y las fuerzas que me dieron para dejar atrás el dolor—ella se sienta y una lluvia de aplausos llegan. Desde que llegué todas me recibieron bien. Nos dieron una charla sobre cómo es un hombre violento y cuáles son sus características. Naraku destaca en cada una de ellas. Estar rodeada de personas que quieren cambiar me hace sentir que lo puedo lograr, que algún día puedo salir del infierno que es mi vida, que no todo está perdido. Una lágrima de orgullo baja por mi mejilla, por fin estoy haciendo lo que debía haber hecho hace tiempo. No voy a esperar un príncipe azul, yo seré mi propio héroe, haré lo que debo por mi vida. —Como ella, ustedes también pueden lograrlo—dice la chica que invitó a la mujer. Cuando termina la charla siento que fue muy poco tiempo, pero me despido educadamente de algunas y miro mi celular que tiene tres llamadas perdidas de Naraku. Mi vello se eriza, pero trato de calmarme. Suspirando llamo un taxi para que me pase a buscar. Al llegar al infierno me siento pálida, tengo miedo. ¿Y si Naraku sabe donde estuve? No quiero imaginar que es capaz de hacer por lo que me muerdo los labios y entro. Hay dos maletas en la sala lo que me hace fruncir el ceño. —Ya llegaste puta—me dice con una sonrisa—voy a estar de viaje durante un mes o dos—me dice—cuidado con lo que haces mientras estoy fuera, cuidado con los que haces zorrita, porque tengo ojos y oídos en todos lados—lame mi cuello—te quiero como siempre, así que ándate con cuidado—besa mi cuello y se aleja—por fin estaré lejos de ti, ya me tienes harto y lo mejor es que voy a disfrutar de mujeres mejores que tú. No sirves para nada, no me haces sentir, eres una zorra muy pretenciosa—me dice sonriente, toma las maletas y sale. Sé que sus palabras no deberían de dolerme, pero lo hacen. Me hace sentir menos que él, no me quiero sentir así. Una lágrima baja, pero la limpio. Ya decidiste cambiar Kagome, no eches para atrás, debes mantenerte fiel a tu postura. Resoplando me pongo de pie para cerrar la puerta. Ya cerrada voy a mi habitación y me quito la ropa para darme una relajante ducha, me siento ofuscada. Cuando ya estoy limpia el timbre suena, me coloco un vestido de tirantes que me llega más debajo de las rodillas. Mi cabello esta mojado así que va suelto y mis pies descalzos. Abro la puerta y mis ojos se abren al ver la figura de Inuyasha en mi puerta. Nos quedamos ambos en silencio. Puedo recordar el picor que sus labios dejaron en los míos en tan solo un roce, sé que él no tiene la culpa, pero me siento confusa luego de eso. Necesito mi espacio para reorganizar mis ideas y con él cerca no puedo lograrlo. Inuyasha me mira con sus ojos dorados queriendo penetrar y descubrir más de mí, esos ojos que parecen atravesar sin pedir permiso todo. Eso me asusta y mucho. —Kagome—pronuncia mi nombre tan suave, como si esculpiera lo más delicado ese nombre, como si fuera la cosa más sensible que hay. —Inuyasha—mi voz sale como un leve susurro que se pierde inmediatamente en el aire. —¿Me dejas pasar?—pregunta y en silencio me aparto dejándole el camino libre. Sus pasos son lentos y suaves, algo que me tranquiliza. —Naraku no está—digo cerrando la puerta. —Lo sé, vine a despedirme—mis ojos que se mantenían en el piso pasan inmediatamente a sus ojos. Ellos me observan serios. —¿Te vas?—pregunto alarmada. —Me iré por unos meses, Naraku se va conmigo—en parte me tranquiliza. Naraku estará lejos. —¿Por qué te vas?—pregunto despacio. —Porque cometí la peor de las imprudencias—me responde bastante afligido. —¿Qué se supone que hiciste?—pregunto asustada. —Enamorarme de una mujer prohibida para mí—mi aliento queda atascado en mi garganta—no sé cómo pasé de solo verla como alguien a quién quiero proteger a experimentar sentimientos por esa persona—se acerca hasta estar frente a mí. —¿Y quién es esa persona?—susurro abatida por su cercanía. —Una mujer hermosa, tan pequeña que parece una muñeca. Alguien a quien inmediatamente quieres proteger. Y me siento tan malditamente egoísta y culpable, porque estoy justo ahora alejándolo de su mujer por el simple hecho de que estoy celoso. Este tiempo es para olvidarme de ti Kagome—me quedo tiesa en mi lugar—tú eres esa mujer Kagome, eres tan malditamente prohibida para mí. Eres la mujer de mi amigo, pero al parecer estoy empeñado en amarte—acerca su boca a la mía, yo me quedo donde estoy—, pero no podía partir sin hacer esto antes—sus labios entonces caen sobre los míos suavemente y una revolución de sentimientos quedan en mí. Mis ojos se abren al sentir la suavidad de los labios de Inuyasha contra los míos. Es inexplicable, pero no lo quiero alejar. Él succiona despacio mi labio inferior y yo dejo que lo haga, adentra su lengua y tímidamente la mía se topa con la suya y reacciono apartándolo. Mis ojos deben estar como platos. —Esto, esto está mal—logro pronunciar. —Lo se Kagome, por eso me voy—él camina a la puerta—pero no me arrepiento de besarte, aunque eso me haga sentir culpable, te voy a extrañar—dice despacio y se aleja dejando que mi cuerpo se desplome sobre el suelo. Toco mis labios sintiendo el suave sabor que dejó Inuyasha. ÉL me besó y me gustó, eso está mal. Inuyasha Hace dos días que nos encontramos en Brasil. Naraku solo trae mujeres cada día diferentes mientras yo solo puedo recordar el dulce sabor de los labios de Kagome. Cierro los ojos, sentir esa respiración pausada por la sorpresa, su lengua tímida. Ella parece una chiquilla tan inocente. Ese beso no parece de una mujer que está casada con Naraku. Sé que se supone que vine a olvidarme de ella, pero es todo lo contrario. Mi mente está programada para pensarla a cada instante como si solo fuera ella la única que existe y eso me frustra mucho. No puedo hacer nada sin que esos ojos tristes chocolates pasen por mi mente. Sin que esos labios tiernos hagan acto de presencia, sin que su sonrisa ilumine mis días. Todo lo que hago es pensar en ella. Esto debe parar Me siento culpable por estar pensando de esa manera de la mujer de Naraku. El mismo que siempre la ama delante de mí. El que me dice que la ama, pero simplemente no sé cómo controlar lo que siento por Kagome. Con un suspiro de rendición caigo en el sofá y Naraku aparece con una cerveza en las manos y me la tiende. —¿Qué pasa hermano?, te noto distraído estos días—me dice dándole un trago a su cerveza. —¿Qué es Kagome para ti?—le pregunto y una sonrisa se posa en sus labios. —Así que te has enamorado—murmura sin perder la diversión en su voz. —No, o bueno, eso creo—digo finalmente. —Ella es la mujer de mi vida, cuando la veo todo se detiene, ella es especial—me dice y parece sincero. —¿Por qué engañas?—pregunto confundido. —Porque Kagome es fría en la cama—me dice—le falta fuego—asiento de manera distraída. —Entiendo—es todo lo que digo. —¿Quién es la chica?—pregunta y solo le doy un trago a la cerveza. —Alguien a quien no conoces, una persona diferente—termino por decir dándole otro trago a la cerveza.
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